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La importancia de seguir Sus Instrucciones

Tenemos la responsabilidad de elegir llevar una vida de acuerdo a esos mismos estatutos y decretos, modelados por Yeshúa, y re-confirmados por él.

Un aspecto sobre el cual necesitamos reflexionar es que Yehováh le plantea a Yisrael, que una vez hayan entrado en la tierra, TODOS  los mandamientos que han recibido serán vigentes:

Pondréis cuidado pues en observar todos los estatutos y decretos que yo pongo hoy delante de vosotros.
Deuteronomio 11:32

Encontramos en esto una sombra de lo que es nuestra vida una vez que hemos sido rescatados por Yeshúa: Antes vivíamos en el mundo (Mitsrayim-Egipto) sin Dios y sin Toráh. Yeshúa llegó a nosotros nos rescató de la esclavitud del pecado (de los deseos, las pasiones, la culpa, el temor, etc.) y en cierto sentido “cruzamos el Jordán” es decir hicimos una tevilá (inmersión o bautismo), y declaramos públicamente que hemos entrado en una nueva vida.

Pero de la misma manera que la nación de Yisrael una vez establecida en la tierra prometida tenía la responsabilidad de elegir vivir de acuerdo a los estatutos y decretos entregados por Yehováh, nosotros, tenemos la responsabilidad de elegir llevar una vida de acuerdo a esos mismos estatutos y decretos, modelados por Yeshúa, y re-confirmados por él.

En otras palabras, si afirmamos que estamos en Yeshúa, nuestra vida ha de ser regida por sus Instrucciones – Toráh, porque como él claramente proclamó:

No penséis que he venido a abrogar (anular) la Toráh o los Profetas; no vine a abrogar, sino a dar cumplimiento.
Mateo 5:17

Declaración confirmada por Yojanán (Juan) en su primera carta:

En esto sabemos que le hemos conocido: si guardamos sus mandamientos. El que dice: yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él…  
1 Juan 2:3-6

Razón de la obediencia

Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos de Yehová tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre.
Deuteronomio 12:28

Si observas cuidadosamente, te darás cuenta de que en ningún pasaje donde se invita a la obediencia, Yehováh dice que al hacerlo alcanzaremos la vida eterna! No! la obediencia es para que podamos establecer familias sanas, relaciones interpersonales adecuadas, negocios justos y una sociedad equilibrada que sea ejemplo para las demás naciones de la tierra. La salvación siempre fue planeada por misericordia mediante el sacrificio de Yeshúa, el cual fue anunciado desde Génesis 3:15.

En otras palabras Yehováh nunca tuvo la intención de que los seres humanos fueran salvos por el cumplimiento de la Ley – Toráh. Esta no fue dada con ese propósito. En cambio, sí encontramos vez tras vez que seguir sus Estatutos lo mejor que podamos, nos dará como resultado una vida de libertad, abundancia y comodidad en esta tierra.


Prosperidad sin Dios

¿Puede el éxito alejarnos del Creador?

Recordar que la victoria viene de Yehováh es vivir con gratitud constante. Es entender que sin Él, nuestros esfuerzos serían insuficientes, pero con Su favor, lo imposible se vuelve posible.

Yehováh advierte a Su pueblo sobre un peligro silencioso que aparece cuando llegan las bendiciones… Pero, ¿qué podría ser? La respuesta es: Olvidarse de Él. Esto dice la Escritura:

“Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Yehováh tu Dios por la buena tierra que te habrá dado. Cuídate de no olvidarte de Yehováh tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos… y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Yehováh tu Dios, porque Él te da el poder para hacer las riquezas…” Deuteronomio 8:10,14,17-18.

Muchas veces, cuando luchamos y tenemos poco, clamamos al Creador cada día. Pero cuando llega la estabilidad económica, un ascenso laboral, un título universitario o una meta cumplida, el riesgo es pensar: “Yo lo logré por mi esfuerzo”.

Claro que el esfuerzo es importante, pero la Escritura nos recuerda que la capacidad para trabajar, aprender y tener éxito viene del Todopoderoso. Él abre las puertas, pone personas clave en nuestro camino y nos guarda de peligros que ni siquiera vemos.

Yosef, el hijo de Ya’akov, pasó de ser vendido como esclavo a ser el segundo en autoridad en Egipto (Génesis 41). Cuando el faraón le pidió interpretar sus sueños, Yosef pudo haber aprovechado la oportunidad para engrandecerse, pero dijo:

“No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón” . Génesis 41:16

Yosef sabía que su inteligencia y habilidad eran regalos del Altísimo. En nuestros días, esta actitud nos enseña que cuando recibimos un ascenso, ganamos un premio o logramos algo importante, debemos reconocer públicamente que el Creador nos dio las capacidades y la oportunidad.

Cuando el pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo y los egipcios fueron derrotados, Miriam, la hermana de Moisés, tomó un pandero y cantó:

“Cantad a Yehováh, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete”. Éxodo 15:21

Ella no celebró la astucia humana ni la fuerza militar, sino que exaltó al Todopoderoso como el verdadero vencedor. Así también nosotros, cuando superamos una enfermedad, salimos de una crisis o vemos cumplirse un sueño, debemos reconocer que no fue casualidad ni por nuestra capacidad únicamente, sino la mano del Creador obrando a nuestro favor.

David fue perseguido durante años por el rey Saúl y luego por su propio hijo Absalón. Sin embargo, siempre reconoció que Yehováh lo libró. En 2 Samuel 22:2-4 dijo:

“Y dijo: Yehováh es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste. Invocaré a Yehováh, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos.”

En el mundo actual, donde la gente suele atribuir sus logros solo a estrategias o contactos, este ejemplo nos recuerda que debemos reconocer la protección invisible del Altísimo en cada paso que damos.

El mismo Yeshúa, nos dio el ejemplo perfecto de humildad y dependencia. En Juan 5:19 dijo:

“No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre…”

Aun teniendo poder para hacer milagros, Yeshúa siempre dio gloria al Padre. En nuestras vidas, esta actitud significa reconocer que cada idea brillante, cada cliente nuevo, cada oportunidad de negocio, viene de la provisión del Creador.

El apóstol Pablo pasó de ser perseguidor de los creyentes a uno de los más grandes predicadores del Evangelio. Él nunca se atribuyó el mérito de su cambio, sino que dijo:

“Pero por la gracia de Yehováh soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo”. 1 Corintios 15:10

Pablo nos enseña que incluso nuestras transformaciones internas, la capacidad de dejar malos hábitos o de enfrentar retos, provienen de la obra del Altísimo en nosotros.

La reina Ester no buscó gloria personal cuando salvó a su pueblo, sino que confió en que el Altísimo la había puesto en ese lugar “para un tiempo como este” (Ester 4:14). Ella arriesgó su vida sabiendo que la victoria final dependía de Yehováh. En nuestros logros, debemos entender que muchas veces el Creador nos posiciona con un propósito más grande que nosotros mismos.

Hoy, vivimos en una cultura que promueve el “tú puedes con todo” y el “si lo logras, fue por tu esfuerzo”. Pero la Escritura nos invita a vivir diferente: reconociendo que todo lo bueno que tenemos viene de Dios.

Esto no significa que no debamos trabajar duro, estudiar o esforzarnos. Significa que debemos reconocer que el Altísimo es quien nos dio la salud para levantarnos cada mañana, la mente para entender, la energía para perseverar y las oportunidades para avanzar.

Cuando alcanzamos un título universitario, debemos decir: “Gracias, Yehováh, porque me diste la capacidad y abriste las puertas”. Cuando nuestra empresa crece, debemos declarar: “El Todopoderoso ha sido mi proveedor”. Cuando superamos una etapa difícil, debemos proclamar: “El Creador me sostuvo”.

Enseñando a nuestros hijos a glorificar a Dios

Las Escrituras no solo nos habla a nosotros, sino que nos recuerda que debemos transmitir estas verdades a la siguiente generación. Si nuestros hijos ven que damos gloria a Dios en cada logro, aprenderán que la vida no se trata solo de acumular éxitos, sino de honrar al Altísimo con ellos.

Podemos enseñarles con acciones simples:

  • Orar en familia cuando se logra una meta.
  • Agradecer públicamente al Creador en una graduación o en un evento especial.
  • Contarles historias bíblicas de personas que reconocieron que su victoria venía de Dios.

Conclusión

Recordar que la victoria viene de Yehováh es vivir con gratitud constante. Es entender que sin Él, nuestros esfuerzos serían insuficientes, pero con Su favor, lo imposible se vuelve posible.

Como dice Proverbios 3:6:

“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”

El reto para nosotros es no dejar que el éxito nos haga olvidar al Todopoderoso Yehováh, sino que cada logro sea una oportunidad para decir: “A Él sea la gloria”.

¡Shalom!

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¿Acaso es mejor el cristianismo?


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IA y Espiritualidad

Cortesía del Club de Patrocinadores

la IA desafía la creencia de que solo Dios puede crear seres conscientes y racionales.

La inteligencia artificial (IA) se está convirtiendo en una parte integral de nuestras vidas, transformando la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Pero, ¿qué impacto tiene la IA en nuestra vida espiritual y en nuestra conexión con Yehováh? Conforme avanza la tecnología, surge la pregunta de cómo la IA influirá en la espiritualidad y si puede coexistir con nuestras creencias más profundas.

La creación de sistemas de IA avanzados cuestiona la naturaleza misma de la conciencia y la espiritualidad. ¿Acaso una máquina podría entender algo como «una experiencia espiritual»? Al no poder hacerlo puesto que carece de alma (intelecto, voluntad y sentimientos), ¿cómo podría relacionarse con los seres humanos que poseen esa dimensión más allá de lo puramente medible o científico y que además se halla arraigada en nosotros por generaciones y hasta está presente en nuestro ADN? Estos interrogantes nos empujan a explorar las conexiones entre los seres humanos y la inteligencia artificial, y cómo pueden coexistir.

La IA desafía la creencia de que solo Dios puede crear seres conscientes y racionales. A medida que los humanos diseñan algoritmos y sistemas capaces de tomar decisiones (?) y de aprender, surge la pregunta de si esta puede ser considerada una forma de creación. ¿Es la IA una manifestación moderna de la creación humana, o es simplemente una herramienta para explorar y comprender mejor la creación divina?

No podemos olvidar que cuando Yehováh nos creó, lo hizo a Su imagen y semejanza. Pero sabemos que no se refería a una semejanza corporal porque Él es espíritu. Así que lo que Él hizo, fue darnos facultades similares a las suyas: una mente -con conciencia, capacidad de raciocinio, de reflexión, de investigación, de creación-; una dimensión sentimental: capacidad de amar, odiar, tener misericordia, perdonar, etc., y la parte más maravillosa e inigualable: nos dotó con una voluntad, es decir la capacidad de tomar decisiones. De manera que a diferencia de la IA que solo se basa en información codificada, – el equivalente a nuestra mente- nosotros combinamos todos esos atributos para hacer decisiones y eso es algo que una máquina nunca podrá hacer.

Sí; quizás una máquina pueda acumular mucha más información que nuestro cerebro, pero nunca poseerá la parte subjetiva que proviene de sentir, de percibir, de intuir, porque esas facultades residen en el alma, esa parte invisible que es el halo del Creador en nosotros.

Las máquinas siempre carecerán de la capacidad de «sentir» la cual reside en el alma


Según sus «creadores», la IA se programa con el propósito de la toma de decisiones éticas y teniendo en cuenta los valores culturales. Sin embargo aquí surge otra gran pregunta: ¿Con referencia a qué, se codifican esos principios éticos? ¿Tal programación refleja los valores morales-espirituales provistos por Yehováh? ¿cuál es su marco? Es decir, ¿está la IA, siendo programada para respetar la dignidad humana y promover la justicia según lo enseñado en la Toráh de Yehováh?

Otros problemas serios tienen que ver con la privacidad y la autonomía. Yehováh nos concedió el derecho a una vida privada y a ejercer lo que conocemos como libre albedrío. Pero… ¿podrá la IA ser programada para entender lo que significa tanto el derecho a la privacidad, como el respeto que nos fue otorgado por nuestro Creador para tomar decisiones aunque estas sean erróneas?

En última instancia, el efecto de la inteligencia artificial en la vida espiritual del hombre es un tema que requiere cuidadosa reflexión. La IA puede ofrecer oportunidades para explorar mucha información al respecto, pero también cuestiona la esencia misma de lo espiritual y la relación del hombre con lo divino.

Quienes avanzamos por el Camino de la Verdad, somos responsables de «vigilar» atentamente las sutilezas de las que el Oponente puede echar mano, porque la advertencia de Yeshúa sigue en pie:

…aparecerán falsos Mesías y falsos profetas que harán grandes milagros -¡cosas asombrosas!- para engañar, si es posible, incluso a los elegidos.

Mateo 24:24

Si hoy apareciera un profeta tal como lo concebimos, probablemente no tendría credibilidad alguna. Pero si surge un científico, una mente brillante, capaz de seducir con sus argumentos las mentes de la gente que están acostumbradas a rendir culto a la ciencia, entonces tal individuo podría conducir a las multitudes por la senda que desee; y muy probablemente una de sus herramientas, sea la IA. Piensa en esto y reflexiona seriamente.

Davar

Davar (דָבָר) – La Palabra

La palabra “d’varim”, es la misma palabra que le da nombre al libro de Deuteronomio, ya que cada libro en la Toráh recibe su nombre de una de las palabras que se encuentran en el primer verso de cada libro. 

Lo más fascinante sobre la palabra דָבָר  es que es utilizada no solo para decir “palabra”, sino también para decir “cosa”. Esto tiene perfecto sentido cuando tomamos en cuenta que cada cosa (davar) en este universo fue creada a través de la palabra (davar). ¡Fascinante! ¿No?

Observe el siguiente verso:

Después de estas cosas (d’varim) vino la palabra (davar) de Yehováh a Abram en visión.
Genesis 15:1

Aquí pueden verse ambas acepciones siendo utilizadas. En el primer caso: cosas, es d’varim en lugar de davar por estar en plural.

Y hablando de la palabra “d’varim”, esta es la misma palabra que le da nombre al libro de Deuteronomio, ya que cada libro en la Toráh recibe su nombre de una de las palabras que se encuentran en el primer verso de cada libro. Y así comienza el libro de Deuteronomio:

Estas son las palabras (d’varim) que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto.
Deuteronomio 1:1

Por lo cual, leyéndolo en hebreo, si prestó atención a este artículo, comprenderá que este último versículo podría bien traducirse como estas son las cosas que habló Moisés”. Como ve, en la riqueza de la lengua hebrea tenemos a menudo varios significados para una sola palabra, por lo cual no es asunto de culpar al traductor por elegir una de las definiciones, ya que esta es la única manera de llevar a cabo la tarea de traducción, pero sí es importante estudiar la lengua original de las escrituras para poder enriquecernos de tantas otras dimensiones de entendimiento del mensaje comunicado por el Creador.

Llorando sin causa

¿Vale la pena llorar por eso?

El llanto, cuando nace de la desesperanza y no de la fe, puede ser rechazado por el cielo.

Y llorasteis delante de Yehováh, pero Él no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído.

Devarim / Deuteronomio 1:45

Llorar no siempre mueve el corazón del Creador. Sí, leíste bien.

El llanto, cuando nace de la desesperanza y no de la fe, puede ser rechazado por el cielo. Así ocurrió con nuestros antepasados en el desierto. Lloraron amargamente… pero no fue un llanto santo, fue un llanto de incredulidad. No fue de arrepentimiento, sino de autocompasión. No de humildad, sino de rebelión disfrazada de dolor.

El contexto es claro: Yehováh les había prometido una tierra buena, amplia, bendecida. Pero al escuchar el informe de los espías, el pueblo no elevó su mirada al Cielo, sino que bajó los ojos al suelo, temblando ante los gigantes. Lloraron. Y Yehováh selló aquel día como uno de llanto para las generaciones venideras.

Ese día fue el 9 de Av.

Desde entonces, el 9 de Av (día 9 del quinto mes hebreo), se ha convertido en una fecha marcada por tragedias: la destrucción del Primer y Segundo Templo, la expulsión de los judíos de España, la persecución durante las Cruzadas y mucho más. ¿Casualidad? ¡No! Fue Yehováh mismo quien dijo: “Si lloran sin causa, les daré razón para llorar en esta fecha” (según el Talmud, Ta’anit 29a).

Esto no es venganza. Es una lección espiritual.

¿Qué nos enseña esto hoy?

Muchos creyentes siguen llorando por lo que no tienen, en lugar de agradecer por lo que ya se les ha prometido. Se quejan de la dificultad del camino, en vez de celebrar que van rumbo a la herencia eterna. Y así, ¡repiten la historia!

Y tú… ¿estás llorando por miedo o por falta de confianza? ¿Te paraliza el “no puedo” más que te impulsa el Yehováh puede”?

Hay un tipo de llanto que penetra en los cielos: el llanto de arrepentimiento (como el de David, como el de Pedro). Pero hay otro que los cierra: el llanto de incredulidad o de amargura.

Tres tipos de llanto: ¿cuál es el tuyo?

  1. Lágrimas de arrepentimiento:

    Nacen de un corazón quebrantado. Son como incienso delante del trono.

    “Los sacrificios de Elohim son el espíritu quebrantado…” (Salmo 51:17)

  2. Lágrimas de dolor con esperanza:

    Son legítimas. El sufrimiento duele. Pero si están bañadas en fe, traen consuelo.

    “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmo 126:5)

  3. Lágrimas de queja y temor:

    Estas no tocan el corazón de Yehováh; más bien, revelan una actitud de incrdulidad a Su Palabra.

    “Llorasteis… pero Él no escuchó vuestra voz.” (Devarim 1:45)

¿Qué podemos hacer hoy?

Examina tu corazón: ¿Tus lágrimas vienen del quebranto o de la frustración?

Confiesa tu incredulidad: Si te has quejado en vez de confiar, arrepiéntete.

Ora con intención: No basta con llorar. Llora con propósito. Llora por ti. Llora por Israel. Llora por los que no conocen a Yehováh. Y si vas a llorar… que sea por algo que valga la pena:

Llora por las almas perdidas; llora por los que se apartaron; llora por tu pecado; llora por la restauración de Israel, pero no llores porque el camino es difícil. Eso solo prolonga la travesía.

No repitas el error de nuestros padres. Levántate. Cree. Y si lloras… que tus lágrimas sean contadas en los cuencos del Cielo.


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¡Tú necesitas hacer votos y promesas!

Los votos y promesas nos hacen esforzados para superar debilidades, moldear nuestro carácter y mejorar nuestras relaciones familiares o sociales. Mas si evadimos hacerlos, nos convertiremos en personas mediocres, que viven al ir y venir de las conveniencias o de las circunstancias.

Un voto es un compromiso solemne y voluntario que una persona hace con Yehováh o en presencia de Él. Implica una obligación sagrada de cumplir lo que se ha dicho, y muchas veces está asociado con un acto religioso o espiritual.

  • En hebreo, el término es “néder” (נֶדֶר).

  • Puede ser condicional (“Señor: si Tú haces esto… yo prometo…”) o pueder ser incondicional.

  • Un voto puede incluir acciones, abstenciones, entregas materiales, o dedicación personal.

Si un hombre hace un voto a Yehováh o hace un juramento que impone una obligación sobre sí, no debe faltar a la promesa; debe cumplir todo lo que ha salido de su boca.  Números 30:2

Aquí se habla de votos a Yehováh.  Aclaremos un poco más; diríamos entonces que los votos son algo que hacemos para superar nuestras debilidades, mejorar nuestro testimonio, nuestras relaciones, crecer más espiritualmente, honrar más a nuestro Padre y Creador, etc.  Son cosas como: ‘Antes de desayunar voy a leer 15 minutos las Escrituras’; ó: ‘dedicaré dos horas a la semana para discipular a alguien’, etc.; cosas todas que deben quedar entre tú y tu Padre y que no necesitan ser publicadas para que “todo el mundo se entere”.

En el capítulo 30 de Números, es notable que en caso de que una mujer haga un voto, este puede ser anulado o confirmado por el varón que está en línea de autoridad sobre ella: Su padre ó su esposo. No es el pastor ni el líder.  Recuerda cómo es la organización que Yehováh estableció para el hogar:

Beneficios de hacer votos

Mas si no hay nadie en autoridad sobre la mujer, porque es viuda o divorciada o quizás soltera independiente, ella es directamente responsable ante Yehováh por sus votos.

No debemos temer hacer votos. Ellos nos permiten resolver de antemano situaciones que habremos de enfrentar, pues ya habremos definido nuestra posición frente a asuntos que pueden aparecer sorpresivamente, y que usualmente nos presionan a tomar decisiones erradas. Así, los votos nos hacen esforzados para superar debilidades, moldear nuestro carácter, mejorar nuestras relaciones familiares o sociales, etc. Mas si evadimos hacerlos, nos convertiremos en personas mediocres, que viven al ir y venir de las conveniencias o de las circunstancias.

¿Qué es una promesa y en qué se diferencia de un Voto?

Una promesa es un compromiso verbal o escrito de hacer o no hacer algo. Puede hacerse entre personas o ante Dios, pero no siempre con el mismo nivel de solemnidad o consecuencias espirituales que un voto.

  • En hebreo, el término más común es “havtajah” (הַבְטָחָה).

  • Es más general y puede implicar una intención firme, pero no necesariamente está sujeta a una consagración espiritual.

Ejemplo: “Prometo ayudarte con tu mudanza mañana.”

Esto no es un voto, aunque podría tener valor moral o ético.

Diferencias Clave

Característica

Voto

Promesa

Solemnidad

Alta, normalmente ante Dios

Menor, puede ser entre humanos

Implicación espiritual

Sagrada y con consecuencias si se incumple

No necesariamente espiritual

Formalidad

Tiene una estructura definida

Puede ser informal

Condiciones

Puede ser condicional o incondicional

Similar, pero sin consagración

Ejemplo bíblico

Ana y su voto por Samuel (1 Sam. 1:11)

Jacob promete volver a Betel (Gén. 28)

Una seria advertencia

Cuando a Dios haces voto, no tardes en cumplirlo; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Es mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
Eclesiastés 5:4-5

Esfuérzate y comprométete en dar pasos para ser mejor y serle fiel a Yehováh y a quienes te rodean. No dudes en hacer votos y promesas porque cuando tomes en serio éste tipo de decisiones, habrás resuelto tu comportamiento ante muchas tentaciones; habrás determinado tus prioridades y habrás dado a tu Padre y a Su Palabra el lugar que les corresponde en tu vida.

Yehováh nos ha dado espíritu de amor, poder y dominio propio para que hagamos la parte que nos corresponde, y Él entonces hará la suya.


Hombre haciendo un juramento

Cumple tus Promesas a Yehováh

Cumplir nuestras promesas también es una forma de adoración. Es decirle al Altísimo: “Puedes confiar en mí. Mi palabra vale”. Es vivir con temor reverente y con gratitud.

En la vida diaria, muchas veces hacemos promesas sin pensar: “Mañana empiezo a orar”, “Si me sanas, haré esto o haré lo otro”, “Voy a ayudar más a los demás”. Pero, ¿cuántas de esas promesas realmente cumplimos? En Números 30:2, el Todopoderoso nos da una enseñanza muy clara:

“Cuando alguno hiciere voto a Yehováh, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.”

Este verso nos recuerda algo muy importante: lo que decimos delante del Creador tiene peso. No se trata de hablar bonito, sino de ser personas íntegras, fieles y responsables con nuestras palabras.

En la Escritura encontramos varios ejemplos de personas que hicieron votos al Altísimo y los cumplieron, incluso cuando no fue fácil. Uno de los más hermosos es el de Ana, la madre del profeta Samuel.

Ana no podía tener hijos y estaba muy triste. Un día fue al Templo y oró con todo su corazón. Le hizo una promesa a Yehováh:

“Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva… y me dieres un hijo varón, yo lo dedicaré a Yehováh todos los días de su vida” (1 Samuel 1:11).

¿Y qué pasó? El Creador escuchó su oración, y Ana quedó embarazada. Cuando nació su hijo, lo llamó Samuel y, tal como había prometido, lo llevó al Templo y lo dejó al servicio del Altísimo. ¡Qué mujer tan valiente y fiel!

Otro ejemplo está en la historia de la madre de Sansón. Aunque fue un ángel quien le anunció que tendría un hijo, también le dio instrucciones claras: el niño debía ser un nazareo desde el vientre, es decir, consagrado a Dios, sin beber vino ni cortarse el cabello (Jueces 13:5). Ella obedeció, y aunque Sansón cometió errores más adelante, su nacimiento fue el cumplimiento de un voto y un propósito especial.

También tenemos a Jacob, nieto de Abraham, quien hizo un voto cuando huyó de su hermano Esaú. Una noche tuvo un sueño con una escalera que llegaba al cielo, y al despertar dijo:

“Si Dios fuere conmigo y me guardare… y me diere pan para comer y vestido para vestir… de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28:20–22).

Jacob no olvidó esa promesa. A lo largo de su vida mostró fidelidad, y reconoció que todo lo que tenía venía del Todopoderoso.

¿Y nosotros? ¿Cumplimos lo que prometemos?

Vivimos en un tiempo donde muchas palabras se dicen al aire. Es fácil prometerle algo a Yehováh cuando estamos en problemas o cuando queremos algo, pero luego se nos olvida. Sin embargo, el Creador no olvida nuestras palabras.

Eclesiastés 5:4-5 dice:

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, que prometas y no cumplas.”

Este es un llamado serio a la reflexión. No estamos hablando sólo de grandes promesas, como dar diezmos o servir en una misión. También incluye compromisos sencillos, como dedicar tiempo a la oración, leer la Palabra, perdonar a alguien, o ayudar a los necesitados.

Cuando no cumplimos nuestras promesas, nuestra relación con el Altísimo se daña y también con los demás. Pero cuando somos fieles, el Creador se agrada de nosotros y fortalece nuestro carácter.

El Todopoderoso es Fiel a sus promesas. Lo vemos en toda la Escritura: Él no miente, ni cambia de parecer. Como hijos suyos, estamos llamados a reflejar ese mismo carácter. Ser hombres y mujeres de palabra, que honran lo que dicen y que no usan el nombre de Yehováh en vano.

Cumplir nuestras promesas también es una forma de adoración. Es decirle al Altísimo: “Puedes confiar en mí. Mi palabra vale”. Es vivir con temor reverente y con gratitud.

Reflexión

Si alguna vez hiciste una promesa a Dios y no la cumpliste, no es tarde para corregirlo. El Creador es misericordioso y paciente. Arrepiéntete, vuelve a Él, y pídele ayuda para cumplir lo que prometiste. Y si estás por hacer un voto, hazlo con seriedad y responsabilidad.

Recordemos: Yehováh escucha, toma nota, y honra a los que le son fieles. Que nuestras palabras no sean huecas, sino reflejo de un corazón sincero.

“El que anda en integridad, será salvo” (Proverbios 28:18).

¡Shalom!

Cruce del mar rojo

La Conexión del Libro de Números con el Apocalipsis

Cuarenta y dos meses equivale a tres años y medio, y este es el período entendido en profecía bíblica, que durará “La Gran Tribulación“. ¿Podría haber alguna conexión de este pasaje con el Apocalipsis?

El libro de Números tiene en hebreo el nombre de baMidbar, que significa “en el desierto”. La mayor parte de la narrativa Bíblica dentro de la Torá (el Pentateuco) sucede de hecho, en el desierto. 

Desde el momento en que el pueblo de Israel salió de Egipto, comenzó el viaje. El Todopoderoso deseó llamar a su pueblo al desierto. Son tan sólo unos días de viaje hasta llegar a la “Montaña de Dios”. Hay una narrativa en un Midrash que dice que el Creador deseó entregar la Torá en el desierto porque es un lugar ajeno a cualquier territorio delimitado de una nación. Para que no dijesen “la Torá pertenece a este país” o “la Torá pertenece a este otro país”.

Y el plan original no era permanecer 40 años en el desierto. Este fue un castigo adjudicado a todo el pueblo de Israel luego de creer en el testimonio negativo de los espías enviados a Canaan y de las continuas quejas desde el comienzo.

Habiéndose decretado que “toda aquella generación debía morir” (menos Josué y Caleb), el viaje se tornó de lo que hubiesen sido tan sólo unas semanas de caminata, a 40 años de desafíos y obstáculos hasta llegar a la Tierra que debían conquistar.

Todo el libro de Números detalla no sólo las historias que sucedieron durante ese período, sino también los nombres de cada lugar en donde acamparon, y la duración de su estadía (detallados en la tabla al final de este artículo).

Lo interesante es que la suma total de los lugares en donde se detuvieron es 42. ¿Escuchamos este número en algún otro lugar? 

También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.. — Apocalipsis 13:5

Cuarenta y dos meses equivale a tres años y medio, y este es el período entendido en profecía bíblica, que durará “La Gran Tribulación“. 

Otra equivalencia son los 1260 días que los dos testigos testificarán y el tiempo que la mujer escapa y permanece en el desierto. en Apocalipsis 11 y 12.

A continuación, las 42 estaciones en donde los Israelitas acamparon y la referencia en el libro de Números (muchos de estos lugares se mencionan también en el libro de Éxodo:

RamesésNum. 33:3  
SucotNum. 33:5-6  
EtamNum. 33:6-8  
Pi-HahirothNum. 33:7-8  
MaraNum. 33:8-9  
ElimNum. 33:9-10  
Junto al Mar RojoNum. 33:10-11  
Desierto de SinNum. 33:11-12  
DofcaNum. 33:12-13  
AlusNum. 33:13-14  
RephidimNum. 33:14-15  
Sinai WildernessNum. 10:12, 33:15-16  
Kibrot-HataavahNum. 11:35, 33:16-17  
HazerotNum. 11:35, 12:16, 33:17-18  
RitmaNum. 33:18-19  
Rimón-peresNum. 33:19-20  
LibnaNum. 33:20-21  
RissaNum. 33:21-22  
CeeletaNum. 33:22-23  
Monte de SeferNum. 33:23-24  
HaradaNum. 33:24-25  
MacelotNum. 33:25-26  
TahathNum. 33:26-27  
TahatNum. 33:27-28  
MitcaNum. 33:28-29  
HasmonaNum. 33:29-30  
MoserotNum. 33:30-31; Dt. 10:6  
Bene-JaacánNum. 33:31-32  
Monte de GidgadNum. 33:32-33  
JotbataNum. 33:33-34  
AbronaNum. 33:34-35  
Ezión-GeberNum. 33:35-36  
KadeshNum. 20:1,22, 33:36-37  
Monte HorNum. 20:22, 21:4, 33:37-41  
ZalmonaNum. 33:41-42  
PunónNum. 33:42-43  
ObotNum. 21:10-11, 33:43-44  
Ije AbarimNum. 21:11, 33:44-45  
Dibón GadNum. 33:45-46  
Almón DiblataimNum. 33:46-47  
Montes de Abarim Num. 33:47-48  
Campos de MoabNum. 22:1, 33:48-50  

El viaje en el desierto como una especie de Tribulación

Las peripecias del pueblo de Israel en el desierto representan un período que separa el tiempo en que ellos fueron esclavos en Egipto y posteriormente liberados, y el tiempo en que llegan a la redención total, representada por la ocupación de la Tierra Prometida, una especie de “el Reino de Dios en la Tierra”.

Interesantemente, este período se caracterizó por grandes pruebas y no todos aquellos que fueron inicialmente liberados llegarían a formar parte de esa gran redención y cumplimiento de las promesas de antaño.

Similarmente, cuando leemos acerca de la Gran Tribulación y los engaños que sucederán en los últimos días, nos damos cuenta de que incluso “los escogidos”, aquellos que ya “fueron salvos”, estarán sujetos a los mismos desafíos y obstáculos antes de aquella redención final, al tiempo de la llegada de la Era Mesiánica.

Como Josué y Caleb, debemos ser persistentes y mantenernos firmes en la fe, especialmente en los tiempos de incertidumbre y desafíos. El transitar por esta vida como creyentes y seguidores del Altísimo no significa que no hayamos de pasar por dificultades, al contrario, estas refinarán nuestra fe, y tal como dijo Yeshúa “aquel que persevere hasta el fin, este será salvo”.