shutterstock_1154628952_resized

El significado real de la palabra Bendición בְּרָכָה (brajá)

Una bendición, en el sentido bíblico, está intrínsecamente relacionada con el concepto de dar algo.

Una bendición es un hermoso gesto de amor. Puede darse a otros, así como también recibirse. Bendecimos a una persona, porque es alguien que nos importa, alguien para quien deseamos el bien y alguien a quien respetamos. Cuando alguien nos bendice a nosotros, eso nos hace sentir bien, significa que esa persona quiere lo mejor para nosotros.

Es difícil conceptualizar una bendición y la acción de bendecir, separado del contexto cristiano en el que lo aprendimos. Raramente se escucha acerca de alguien que bendiga a otra persona, fuera del marco de la iglesia, la congregación, o una reunión entre creyentes.

La palabra bendición viene del latín benedicere, que significa simplemente “hablar (dicere) bien (ben)”. Decir algo bueno, pronunciar una buena palabra sobre alguien… con esta definición, una bendición y un cumplido tienen poca diferencia.

¿Qué podemos aprender de esta palabra en la lengua hebrea?

בְּרָכָה  (brajá)

La primera vez que el concepto de bendecir (en forma de acción) aparece en las escrituras, es en el primer capítulo de Génesis, cuando el Creador bendice a los animales en el agua y el aire para que sean fructíferos y se multipliquen. Como veremos, una bendición siempre está relacionada con otorgar algo en la Torá. En este caso, el Eterno le entrega a los animales esa capacidad para ser fructíferos y multiplicarse.

La primera vez que la palabra brajá, aparece en forma de sustantivo en la Torá, es en Génesis 12:2, en donde el Altísimo le dice a Abraham que lo bendecirá, y hará que él mismo se convierta en una brajá.

Más tarde vemos como Ya’akov toma la brajá que le correspondía a Esaú (Gen 27:35-38). Aquí vemos nuevamente una bendición como algo que “se entrega” de padre a hijo. Posteriormente vemos este ritual en Génesis 49, cuando Ya’akov bendice a sus hijos.

Tal como el padre da la bendición a su hijo, podemos ver también como Yehováh, nuestro padre celestial, otorga sus bendiciones a nosotros en la tierra:

…entonces yo os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años.
Levítico 25:21

En todos estos casos podemos ver como una bendición, en el sentido bíblico, está intrínsecamente relacionada con el concepto de dar algo. En este último caso, una abundancia en la cosecha antes del año de jubileo, y en el caso de los padres, ellos entregaban una parte de todo lo que poseían (su herencia) a sus hijos, siendo el hijo primogénito quien recibía una doble porción de todo.

Cuando observamos la palabra hebrea brajá, y analizamos su raíz, encontramos la palabra berej (ברך), que significa “rodilla”. La bendición puede ir en dos direcciones: cuando un padre bendice a su hijo es una, y la otra es cuando nosotros bendecimos a nuestro Padre celestial. En este caso, nos arrodillamos ante Él, tal como podemos ver en el siguiente pasaje:

…Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, de cinco codos de ancho y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del atrio; y se puso sobre él, se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo.
2 Crónicas 6:13

Hasta el día de hoy, hay mucha gente que se arrodilla para orar o bendecir al Eterno. En la tradición judía, cuando se recitan las bendiciones se acostumbra doblar las rodillas en señal de reverencia, haciendo honor a esta antigua tradición.


Financial freedom websize

Puedes transformar tu realidad financiera

Todo lo que hacemos hoy —actividades legales y honestas— es posible gracias a las capacidades, talentos, habilidades y relaciones que Yehováh nos ha permitido desarrollar.

Uno de los primeros actos de obediencia que Yehováh demanda a Su pueblo es “recoger” (cosechar y apartar) tanto los primeros frutos de la cosecha como aquellos producidos por su trabajo con los animales, para ayudar con los gastos de la Casa de Yehováh (Templo), para compartirlos con personas en necesidad y para ayudar con el sostenimiento de los levitas, quienes se dedicaban a tiempo completo al servicio de los asuntos de Su Casa (Templo). Surge entonces una pregunta natural: dado que en el presente la mayoría no nos dedicamos a la agricultura ni a la cría de animales, ¿sigue este mandamiento teniendo validez? De ser así, ¿cómo podemos obedecerlo?

En el mundo actual, es imposible vivir sin algún tipo de ingreso periódico, ya sea salario, renta, donativo o cualquier otra forma de sustento. Cabría preguntarnos, entonces, si estos ingresos pueden equipararse a los beneficios que se obtenían de la tierra y el ganado, los cuales eran reconocidos como bendición de Yehováh para Su pueblo trabajador y fiel.

Todo lo que hacemos hoy —me refiero a actividades legales y honestas— es posible gracias a las capacidades, talentos, habilidades y relaciones que Yehováh nos ha permitido desarrollar. Por lo tanto, ¿no son las ganancias o beneficios resultantes del ejercicio de esos dones igualmente bendiciones Suyas? Y si concluimos que sí lo son, entonces, ¿no tenemos también la responsabilidad de cumplir de la mejor manera este mandamiento?, porque al hacerlo estamos reconociendo a Yehováh como su fuente principal.

Un poco de historia

Una vez que el pueblo de Israel entró en la tierra prometida y recogió sus primeros frutos, tuvo que presentarse ante Yehováh y declarar delante del sacerdote:

«3 …Hoy declaro ante Yehováh tu Dios, que he entrado en la tierra que Yehováh juró a nuestros padres que nos daría… 4 Y el sacerdote tomará el cesto de tu mano y lo mecerá delante del Altar de Yehováh tu Dios… 10 Y ahora, he aquí traigo las primicias del fruto del suelo que me diste, oh Yehováh. Y lo colocarás delante de Yehováh tu Dios, y te postrarás delante de Yehováh tu Dios». Deuteronomio 26:3,4,10

Pero no era esto solamente lo que la gente de Israel debía separar como muestra de gratitud a Yehováh. También debía poner aparte una provision para los necesitados de su pueblo:

«He apartado lo consagrado de mi casa, y se lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me mandaste; no he quebrantado tus mandamientos ni me he olvidado de ellos».
Deuteronomio 26:13

¡Espera! Aquí no solo se habla de apartar lo consagrado para Yehováh, las primicias que se entregaban a los sacerdotes, sino de proveer además para el extranjero, el huérfano y la viuda. ¡Esto es profundamente significativo! Es un llamado a la generosidad en general y al desapego de lo material.

Si no obedecemos estas instrucciones, tendremos muy poca base escritural para esperar las bendiciones de Yehováh en nuestras finanzas.

Hablemos del controvertido “Diezmo”

Yehováh prometió que si le obedecemos apartando la décima parte de lo que obtenemos mediante el uso de las habilidades y talentos que Él nos dio, detendrá al devorador para beneficio nuestro:

“¡Traed todos los diezmos a la tesorería (de la Casa de Yehováh – Templo) y haya alimento en Mi Casa! Y probadme luego en esto, dice Yehováh Sebaot, si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Os alejaré al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra ni os hará estéril la vid en el campo, dice Yehováh Sebaot.”
Malaquías 3:11

Por lo cual, despreciar o ignorar estas instrucciones, trae consecuencias. Si fallamos en apartar la porción que le corresponde a Yehováh (el diezmo), y la que corresponde a quienes están en necesidad, estamos quebrantando el pacto que tenemos con Él; como resultado, no solo se ve afectado el desarrollo de los ministerios, sino que también sufren quienes sirven en ellos, así como las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Mas no por descuido de Yehováh, sino porque quienes deberíamos ser canal de ayuda para todos ellos, cerramos nuestro corazón y retenemos lo que no nos pertenece. Así caemos bajo maldición y damos al devorador la base legal para dañar nuestras finanzas.

Aunque Yeshúa nos liberó del justo veredicto de culpa que pesaba sobre nosotros por quebrantar la Torá, no nos eximió de la responsabilidad de seguir Su ejemplo, viviendo una vida apartada de los patrones de este mundo. Cuando reconocemos que estamos pecando en alguna área, es nuestro deber arrepentirnos y volver a la obediencia.

Esto aplica también en el ámbito financiero. Al separar nuestro diezmo —la porción de nuestros ingresos que le pertenece a Yehováh—  nos estamos volviendo a Él y Él se vuelve a nosotros:

«Volveos a mí, y Yo me volveré a vosotros», dice Yehováh de los ejércitos. «Pero vosotros decís: “¿En qué hemos de volvernos?”. ¿Robará el hombre a ’Elohim? Pues vosotros Me habéis robado. Y decís: “¿En qué te hemos robado?”. ¡En los diezmos y en las ofrendas! Sois malditos con maldición, porque vosotros, la nación entera, Me habéis robado».
Malaquías 3:7-9

Un corazón agradecido, comparte con quienes están en necesidad

¿Qué hacen nuestros hermanos de Y’hudah?

Dentro del judaísmo, encontramos una profunda sabiduría en la práctica de la Tzedakáh. Este término, que comúnmente se traduce erróneamente como ‘caridad‘, significa en realidad justicia social o rectitud. No se trata de hacer una mera donación voluntaria, sino de un mandamiento obligatorio (mitzvá) que busca restaurar la justicia y el equilibrio en la comunidad. Es considerado un precepto tan fundamental que, según la tradición, quien se niega a cumplirlo demuestra una desconexión tan grave de los valores esenciales del pueblo judío que incluso se llega a dudar de la autenticidad de su fe y de su legado. Algunos sabios afirmaron que la Tzedakáh equivale a todos los mandamientos juntos, y quien no la practica es comparable a un idólatra, pues pone su confianza en las riquezas en lugar de en Dios.

Con razón Yeshúa afirmó:

«…donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».

Este principio se refuerza en el Nuevo Testamento (Brit Hadashá), donde se señala que si no damos al ver a un hermano en necesidad material, es dudoso que el amor de Yehováh more en nosotros:

«…el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano en necesidad, y cierra su corazón contra él, ¿cómo morará el amor de Dios en él?».
1 Juan 3:17

Por supuesto, Yehováh recompensa la compasión y la generosidad. Promete que cuando damos a los pobres, necesitados, viudas y huérfanos, Él nos retribuirá:

«El que da al pobre presta a Yehováh, y Él le recompensará».
Proverbios 19:17

Entonces… ¿Qué podemos hacer con los diezmos?

Antes que todo, es necesario entender que la práctica del diezmo es ante todo un testimonio para quien lo entrega. Sí, porque al hacerlo está reconociendo que sus capacidades vienen de Yehováh.

Originalmente, el diezmo se entregaba en la Casa de Yehováh (el Templo) para su mantenimiento y para sostener a levitas y sacerdotes. Sin embargo, con el tiempo, muchos sacerdotes se corrompieron, y lo recibido ya no bastaba para saciar su codicia. Por eso, en tiempos de Yeshúa, la casta sacerdotal estableció negocios de cambio de moneda y venta de animales en los patios del Templo, lo que provocó que Yeshúa los expulsara, acusándolos de convertir la Casa de Su Padre en cueva de ladrones:

«…y Yeshúa entró en el Templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y les decía: “¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones’? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”».
Marcos 11:15-17

Tras la destrucción del Templo de Herodes en el año 68 d.C. ya no hubo lugar para llevar los diezmos. ¿Diriamos entonces que “nos libramos” de tal responsabilidad? Al responder que sí, estamos mostrando que no hemos entendido el propósito de esa instrucción, ¿recuerdas cuál es? Reconocer que todo viene de Yehováh y mostrarle gratitud y honra. La pregunta entonces persiste: ¿Qué debemos hacer con la porción que separamos para Yehováh?

Personalmente veo dos opciones:

  1. Atendiendo a lo que dijo Yeshúa a sus discípulos cuando los envió en misión: «El obrero es digno de su salario» (Lucas 10:7) es perfectamente lícito y apropiado usarlo para dar apoyo financiero a quienes nos guían y nos dan soporte espiritual.
  2.  Utilizarlo también para dar ayuda a los necesitados: La viuda, el huérfano, el extranjero… es decir a personas que están en real necesidad.

Seguramente habrá situaciones que dificultarán apartar el diezmo completo. En tales casos, debemos hacer lo posible dentro de nuestras limitaciones. Lo importante es que no haya excusa para dejar de compartir las cargas de quienes sirven a Yehováh, o para no ayudar a quienes están en necesidad. Y aunque estuviésemos en una situación financiera difícil, como Pedro al paralítico, deberíamos estar dispuestos a decir:

«No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy» (Hechos 3:6).

Entonces finalmente, te invito a reflexionar y a considerar: ¿Qué puedo dar? ¿Cómo puedo ayudar? ¿De qué manera puedo mostrar gratitud a Yehováh y a Yeshúa? Ora y permite que Yehováh te guíe al respecto.

Lo cierto es que en los tiempos que nos ha correspondido vivir, no podemos endurecer nuestro corazón, ni poner nuestra confianza en el dinero; porque está profetizado que llegará el momento en que no podremos usarlo (ni comprar, ni vender) y entonces será tiempo de cosechar lo que hayamos sembrado:

  • Salmo 41:1
    «Feliz quien atiende al desvalido, Yehováh lo salvará en el día de la adversidad.»

  • Isaías 58:7-8
    «¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras…? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto…»

  • Mateo 25:40 (palabras de Yeshúa)
    «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.»

¡Shalom!


Dos familias en Sukot 4

Yom Truá: Un punto de encuentro entre judíos y cristianos


PATROCINADORES EXCLUSIVOS

Para acceder a este contenido, debe ser miembro de Club de Patrocinadores o iniciar sesión.

Boaz y Ruth

Yehováh y la dignidad humana

El Altísimo no aprueba que se aprovechen de los más vulnerables; más bien enseña que cada persona tiene valor delante de Él.

En Deuteronomio 21:10-14 encontramos una enseñanza que, aunque fue dada en un contexto muy diferente al nuestro, todavía nos habla con claridad hoy. El pasaje trata de lo que ocurría cuando Israel iba a la guerra y tomaban cautivas. La instrucción de Yehováh era que, si un hombre se sentía atraído por una mujer cautiva y quería tomarla por esposa, debía tratarla con respeto: darle tiempo para llorar a su familia, permitirle dignidad y no abusar de ella. Y si después decidía no seguir con la relación, no podía venderla ni tratarla como esclava, sino dejarla en libertad.

Esto nos muestra que incluso en medio de circunstancias duras y violentas como la guerra, el Creador exigía respeto hacia la dignidad humana. El Altísimo no aprueba que se aprovechen de los más vulnerables; más bien enseña que cada persona tiene valor delante de Él.

Podemos ver este principio reflejado en la historia de Rut. Ella no era israelita, sino moabita. Al enviudar, decidió acompañar a su suegra Noemí y vivir bajo las leyes de Israel. Humanamente hablando, ella era extranjera, pobre y sin respaldo. Sin embargo, Boaz la trató con respeto. No la menospreció por ser de otra nación, sino que reconoció su fe y valentía. Le permitió recoger espigas en su campo, la protegió y finalmente la tomó como esposa. De esa unión nació la descendencia que llevaría al rey David, y más adelante a Yeshúa. Este relato nos recuerda que cuando respetamos a los demás, el Todopoderoso puede usar ese acto para grandes propósitos.

Otro ejemplo es la historia de Rahab, la mujer de Jericó que protegió a los espías de Israel. Humanamente, los israelitas podrían haberla despreciado por ser cananea y por su pasado. Pero Yehováh la vio con otros ojos. Ella mostró fe al creer en el poder del Creador y decidió proteger a los hombres de Israel. Gracias a su valentía, su vida y la de su familia fueron salvadas. Aquí aprendemos que el respeto no se trata de juzgar el pasado de las personas, sino de valorar su fe y su disposición a caminar hacia lo correcto.

En el tiempo de Yeshúa también encontramos este principio. Un centurión romano, hombre de autoridad, se acercó a Él pidiéndole sanidad para su siervo. A los ojos de muchos judíos, un romano era un opresor extranjero, pero Yeshúa no lo despreció. Al contrario, se sorprendió de su fe y dijo: “Ni en Israel he hallado tanta fe”. El centurión mostró respeto al reconocer la autoridad de Yeshúa, y Yeshúa mostró dignidad al escuchar y atender la petición de alguien que no era de su pueblo.

Después de la resurrección, en el libro de Hechos, encontramos a Cornelio, un centurión romano que buscaba sinceramente al Altísimo. Pedro, siendo judío, al principio dudaba si debía entrar en casa de un extranjero. Pero Yehováh le mostró que no debía llamar “impuro” a nadie que Él había limpiado. Pedro entonces predicó a Cornelio y a su familia, y ellos fueron sensibles a sus palabras. Este episodio marca un cambio histórico: el Creador abría las puertas de la fe a las naciones. Todo comenzó con la disposición de Pedro a respetar la dignidad de alguien que era diferente a él.

Todos estos ejemplos, desde la instrucción dada en Deuteronomio hasta los relatos del Nuevo Testamento, nos invitan a reflexionar. El Altísimo nos trata con respeto y amor, aunque no lo merezcamos. Él escucha nuestras oraciones, nos da libertad para elegir, nos corrige con paciencia y nos recibe con misericordia.

Si Yehováh, el Todopoderoso, nos trata de esa manera, ¿cómo no vamos nosotros a tratar con respeto a los demás? En el hogar, en el trabajo, en la calle, e incluso con aquellos que piensan o viven diferente, debemos recordar que cada ser humano fue creado a imagen del Creador.

Tratar a las personas con dignidad no es solo una buena costumbre: es reflejar el corazón de nuestro Padre. Cuando lo hacemos, mostramos al mundo el carácter de Dios y nos acercamos más al propósito para el cual fuimos creados.

¡Shalom!

Bla bla bla

Construye tu Credibilidad

Cuando cumplimos lo que hemos dicho, edificamos una vida marcada por la confianza y el buen testimonio como hijos de la Luz.

Una de las grandes tragedias de nuestra generación es la falta de confiabilidad en las personas. Con demasiada facilidad hacemos compromisos sin la verdadera intención de cumplirlos, olvidando que cada palabra dicha construye o destruye nuestro carácter, nuestra credibilidad y la reputación que dejamos ante los demás.

En la parashá de esta semana, Yehováh nos recuerda con firmeza:

“Lo que salga de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás, conforme prometiste a Yehováh tu Elohim…” Deuteronomio 23:23 (23:24 en versiones hebreas)

Aunque el texto se refiere directamente a los votos hechos a Yehováh, el principio va más allá: nos enseña lo que se espera de nosotros en toda relación humana.

Las Escrituras están llenas de advertencias acerca del poder y la responsabilidad de la lengua:

  • Yehováh destruirá todos los labios lisonjeros y la lengua que habla jactanciosamente.” Salmo 12:3
  • “Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.” Salmo 34:13
  • “La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu.” Proverbios 15:4
  • “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.” Proverbios 21:23
  • “Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” Mateo 5:37
  • “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.”  Mateo 12:36-37

Cuando cumplimos lo que hemos dicho, edificamos una vida marcada por la confianza y el buen testimonio como hijos de la Luz. Esa fidelidad interior produce satisfacción y forja un carácter digno de respeto. Y al mismo tiempo, Yehováh es honrado, porque quienes nos rodean reconocen en nosotros a sus hijos.

Lo contrario también es cierto: romper la palabra empeñada destruye nuestra imagen, menosprecia el Nombre de Yehováh y nos hunde en la pérdida de autoestima y en la ruina del carácter.

Un escritor hebreo expresó sabiamente:

“Cuando valoras lo que dices —sea mucho o poco—, estás declarando cuán importante es tu palabra.”

Por eso, la próxima vez que pronuncies algo, asegúrate de cumplirlo. Tu obediencia honrará a Yehováh y te honrará a ti mismo, porque tu palabra será reconocida como digna de confianza.


San Gottardo tunnel

Los Disfraces del Ocultismo

Lo que la Toráh llama abominación, hoy millones de jóvenes lo siguen en TikTok como una moda inofensiva.

Acaso has notado cuántas series, películas y videojuegos giran alrededor de vampiros, zombis, brujería y “gobernadores de las tinieblas”? Incluso muchos superhéroes —antes modelos de virtud— hoy libran batallas “místicas” que romantizan poderes de oscuridad. El ocultismo ya no se presenta como peligro, sino con ropajes intelectuales y elegantes: “energías”, “poderes psíquicos”, “fenómenos paranormales”. Lo que la Escritura llama acciones de huestes espirituales de maldad, nuestra cultura lo empaqueta como entretenimiento o “ciencia alternativa”. Nada de esto es nuevo: estas fuerzas han existido desde antes de que el primer hombre pisara la tierra.

Una contradicción absurda

Mientras la ciencia y la tecnología alcanzan hitos impensados, crece el interés por lo esotérico. Datos recientes muestran que 3 de cada 10 adultos en EE. UU. consultan al menos una vez al año la astrología, el tarot o a los adivinos, y alrededor de 27% cree en la astrología (Pew Research, mayo 21, 2025).  Esto no es un fenómeno marginal ni exclusivo de “no religiosos”; ya en 2018 Pew había reportado que 6 de cada 10 estadounidenses aceptaban al menos una creencia de “Nueva Era” (psíquicos, energía en objetos, reencarnación o astrología). 

Exposición desde la niñez

Desde tierna edad hemos sido expuestos a horóscopos, a “juegos inocentes” de magia, a la adivinación, a la lectura del cigarrillo o de la mano. Hoy, caricaturas, historietas y películas familiares normalizan la hechicería y otros contenidos contrarios a las Escrituras, presentándolos como una diversión inofensiva.

En este contexto surge también “WitchTok”, una tendencia dentro de la red social TikTok que reúne miles de millones de visualizaciones en videos de hechizos, tarot, astrología, cristales mágicos y rituales. Lo que antes estaba escondido en libros de ocultismo hoy se presenta como diversión juvenil o estilo de vida alternativo, y de esta manera muchos adolescentes y jóvenes consumen tales contenidos como entretenimiento sin notar que son puertas abiertas a las esferas oscuras del engaño espiritual y una preparación cultural para aceptar lo que la Escritura llama abominación.

Ceremonias públicas y controversias recientes

No se trata solo de pantallas. Eventos masivos han incorporado simbología que muchos perciben como abiertamente blasfema u “ocultista”. En 2024, la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París incluyó un escenario que evocó La Última Cena, lo que provocó críticas del Vaticano y sectores cristianos; los organizadores discretamente se disculparon por la ofensa causada. 

Otro ejemplo contundente fue la inauguración del túnel de San Gotardo en Suiza (2016). Con más de 600 actores, la ceremonia incluyó escenas grotescas, figuras semidesnudas, máscaras demoníacas y la aparición de un “hombre-cabra”, símbolo asociado a Bafomet. Aunque los organizadores lo justificaron como “arte cultural” inspirado en mitos alpinos y en el sacrificio humano durante la construcción, la connotación satánica era evidente a los ojos de millones de espectadores. Con el tiempo, este espectáculo se difundió en redes atribuyéndolo erróneamente a la inauguración del CERN, lo cual es falso. No obstante, el hecho real confirma hasta qué punto el ocultismo ha dejado de ser clandestino para mostrarse con beneplácito oficial bajo el disfraz de entretenimiento.

¿Qué está pasando en el corazón?

C. S. Lewis advirtió que hay “dos errores iguales y opuestos respecto a los demonios: negar su existencia o interesarse en ellos de modo insano” (Cartas del diablo a su sobrino).  Nuestra generación hace ambas cosas a la vez: racionaliza lo espiritual cuando conviene y, al mismo tiempo, se sumerge en prácticas que abren puertas a la esclavitud.

La voz de la Toráh

“No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o su hija por el fuego, ni quien practique adivinación ni hechicería, ni sortílego, ni encantador, ni médium, ni evocador de muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable a Yehováh…”
Devarim/Deuteronomio 18:10-12

La instrucción es clara. La curiosidad por “lo oculto” conlleva el riesgo real del engaño y, con él, cadenas difíciles de romper.

Consecuencias en la vida real

No hablamos solo de teoría. Muchos hogares se han fracturado cuando, por celos o inseguridades, uno de los cónyuges consultó adivinos o trajo “amuletos de buena suerte” a casa. Esos objetos y rituales abren puertas espirituales: se deteriora la comunicación, crecen los celos, la agresión verbal y, muchas veces, la violencia, pero la gente no relaciona estas situaciones con algo que empezó de forma aparentemente inofensiva, curiosa o divertida.

El llamado hoy

  1. Discierne y apártate. No sigas la moda que el mundo aplaude. Si la Escritura lo llama abominación, no lo maquilles de “ciencia”,  “bienestar” o “autoayuda”.

  2. Cierra puertas. Si hay objetos consagrados, prácticas (tarot, limpias, amuletos, invocaciones, rezos, astrología) o “juegos” en tu vida o en tu casa, córtalos y deséchalos. (Hch 19:19 es un buen referente).

  3. Llena el vacío con la Palabra de Yehováh. La obediencia trae luz. La memorización de la Palabra, la oración, el ayuno y la comunión restauran el orden en el hogar.

  4. Protege a los niños. Supervisa los contenidos de lo que ellos están mirando, habla claro sobre lo que la Toráh enseña y modela una fe que no negocia con la oscuridad.

El mundo está normalizando lo oculto, pero el pueblo de Yehováh camina en luz. No te dejes arrastrar por la tendencia; elige la santidad, incluso si eso te hace “ir contra la corriente”.


shutterstock_704559307

haSatán – שָׂטָן – El propósito de la Adversidad

Como creyentes en el Creador, tendemos a creer que solamente la “luz”, lo “bueno” y lo “santo” provienen del creador, mientras que las “tinieblas”, lo “malo” y lo “profano” provienen del enemigo; de Satanás.

Si usted creció dentro de la fe cristiana, seguramente estará familiarizado con el concepto de cielo e infiero, así como también “Dios versus el Diablo”. Esto forma parte de un paradigma que se aprende desde pequeño, ya sea por medio de la educación en casa, la escuela, la iglesia, y hasta los programas y películas de televisión.

Lo interesante es que desde una perspectiva netamente hebrea y escritural, podemos llegar a conclusiones totalmente diferentes. O al menos un poco más amplias. Muchos creen que Satanás es el “archienemigo” de Dios, que trata de arruinar los planes del Todopoderoso para llevar al mundo al caos y la destrucción. Una nube de suspenso envuelve el desenlace de la historia y escatología bíblica… ¿Quién ‘ ganará’ la batalla final?

Como creyentes en el Creador, tendemos a creer que solamente la “luz”, lo “bueno” y lo “santo” provienen del creador, mientras que las “tinieblas”, lo “malo” y lo “profano” provienen del enemigo; de Satanás. Pero veamos como era la concepción de lo bueno y lo malo en tiempos de Isaías el profeta:

Yo soy Yehováh, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Yehováh, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Yehováh soy el que hago todo esto. (Is 45:5-7)

Para muchos, este pasaje de Isaías es recibido con gran sorpresa y hasta un poco de decepción. ¿Porqué el Creador del universo, de quién proviene todo lo que es bueno, ha creado tinieblas y adversidad? 

Espero que al final de este artículo, tenga una mejor idea acerca de esto.

Tal vez la mayor diferencia entre el “Satanás del cristianismo” y el concepto del satán hebreo, es que el satán hebreo no precisa escribirse con mayúscula. En otras palabras, hasatán (el satán) no es una persona. Es un principio que puede ser aplicado a cualquier persona o cosa, así como también es un verbo que hasta puede conjugarse.

En las escrituras, existe lo que llamamos la “regla del primer uso”. Esto significa que cuando encontramos una palabra que aparece por primera vez, el significado de la misma de acuerdo al contexto, nos dará la pauta de qué es lo que esta palabra nos quiere decir. Veamos la primera instancia en donde encontramos la palabra שָׂטָן (satán).

Así Balaam se levantó por la mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de Moab. Y la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Yehováh se puso en el camino por adversario (satán)  suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos criados suyos. (Números 22:21-22)

Podemos ver claramente en este episodio de Balaam, que el mismísimo angel de Yehováh es quien es llamado “satán”. Y esto no es debido a que este sea quien es conocido en el cristianismo como “Satanás”, sino a la función que este angel estaba cumpliendo. Este angel se puso en el camino para obstruir el paso de Balaam y su asna. Es por eso que esta palabra fue traducida simplemente como “adversario”.

En el siguiente versículo dice:

Y el ángel de Yehováh le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí. 

Las palabras “para resistirte” en el hebreo son literalmente “como satán”. “Yo he salido como satán”. Como un obstáculo, como un adversario.

En el primer libro de Samuel 29:4, los filisteos temen llevar a David a la batalla porque creen que el se puede convertir en un satán (traducido “enemigo”) contra ellos. En el segundo libro de Samuel 19:22, David llama a los hijos de Sarvia “satán”, en este caso traducido como “adversarios”.

En el primer libro de los Reyes 11:14, Yehováh mismo prepara un “satán”, un adversario, contra el rey Salomón.

Podemos observar en todos estos ejemplos un común denominador, que está relacionado con un principio negativo. Y no me refiero a negativo en el sentido de inherentemente malo, sino en el sentido de lo opuesto al principio positivo. La polaridad opuesta. Imagínese cómo funciona la electricidad, o una simple batería; la energía positiva no fluye a menos que haya una negativa.

Imagínese otro escenario: cuando uno levanta pesas, es la misma resistencia, aquello que nos “tira para abajo”, precisamente lo que nos hace mas fuertes. Si el Creador creó este principio negativo denominado satán, no es para que suframos sin razón, sino para fortalecernos en la adversidad.

Todos queremos vivir una vida sin adversidad y sin problemas, pensando que ese tipo de vida es justamente la que nos trae complacencia. Sin embargo, es cuando nos encontramos en la adversidad que nos arrodillamos ante el Creador y sacamos coraje y valentía para sobreponernos a todo obstáculo. Y esto, al fin y al cabo, es lo que nos llevará a convertirnos en la persona que fuimos designados a ser.


Criticando

Este mensaje le caería muy bien a…

Lo que dice la Toráh, es para cada uno de nosotros. No es “para los judíos” solamente, sino para quienes hemos decidido poner nuestra fe en el Mesías Judío: Yeshúa.

Deuteronomio 11:26 inicia con la palabra: MIRA! y es curioso que aunque el mensaje está dirigido a todo el pueblo de Yisrael, no habla en plural: Miren: sino en singular: Mira… ¿es esto importante?

​Por supuesto que sí. Todos los detalles por pequeños que parezcan son importantes en la Toráh. La razón es simple. Nosotros tendemos a pensar que las leyes, instrucciones, advertencias, exhortaciones y demás, están bien para los demás, mas no para nosotros mismos.​

De alguna manera hemos crecido pensando que somos la excepción a todas esas cosas y que nosotros podemos actuar como mejor nos parezca. Por ejemplo, nos cuesta trabajo respetar las filas, ceder el turno cuando conducimos nuestro auto o aceptar que a otra persona la traten mejor que a nosotros.

​Por eso Yehováh nuestro Padre, nos habla a cada uno y nos dice: “Mira! Tú; sí; es contigo que hablo, no con el que está a tu lado; el mensaje es para ti…”

​La relación con nuestro Padre Yehováh es algo enteramente individual. Si bien sus promesas extienden Su protección sobre los miembros de nuestra familia en momentos de prueba, eso no significa que de manera automática tales miembros  hayan entrado en una relación personal con Él. Recuerda que Yehováh no tiene nietos, ni sobrinos, ni primos, sino solo hijos! Por tanto cada uno de nosotros deberá, en algún momento de la vida, hacer un alto y enfrentarse a esa decisión crucial.

Entonces lo que dice la Toráh, es para cada uno de nosotros. No es “para los judíos” solamente, sino para quienes hemos decidido poner nuestra fe en el Mesías Judío: Yeshúa.​

Yehováh declara de manera inequívoca que aquellos a quienes Él considera su pueblo, tienen una identidad que se evidencia en varias cosas:

  1. Guardan el Shabbat: “Santificad mis shabbatot, para que sean señal recíproca, para que se sepa que Yo Soy Yehováh vuestro Dios. Ezequiel 20.20
  2. Obedecen su Toráh: “…pondréis éstas mis palabras sobre vuestro corazón y sobre vuestra alma, y las ataréis por señal sobre vuestra mano, y vendrán a ser como frontales entre vuestros ojos”. Deuteronomio 11:18. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama…”  Juan 14.21
  3. Invocan el Nombre de Yehováh: “…todo el que invoque el nombre de Yehováh, escapará, porque en el monte Sión y en Yerushalayim quedará un remanente, conforme ha dicho Yehováh, y entre los supervivientes estarán los que Yehováh llamó. Joel 2.32

​En conclusión, necesitamos dejar de crear argumentos para no obedecer lo que nuestro Padre Yehováh nos ha dicho de manera clara y sencilla que debemos hacer.

Sí. El mensaje es para cada uno de nosotros y somos responsables individualmente de la manera que conducimos nuestra vida; porque un día cercano estaremos delante del Juez de toda la Tierra, para dar cuenta de lo que hayamos hecho mientras estábamos en el cuerpo, sea bueno o sea malo. 

Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Yeshúa, el Mesías. Si sobre el Fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la mostrará, pues por el fuego será revelada, y el fuego probará la clase de obra de cada uno. Si la obra de alguno que sobreedificó, permanece, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; si bien él mismo será salvo, aunque así como por medio de fuego. ¿No sabéis que sois santuario de Yehováh, y el Espíritu de Yehováh mora en vosotros? 1 Corintios 3:11-16

Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Yeshúa, el Mesías, para que cada uno recoja lo que practicó estando en el cuerpo, sea bueno o malo. 2 Corintios 5:10