Moises golpeando la roca

Yehováh provee incluso cuando fallamos

Yehováh es bueno incluso cuando nosotros no lo somos. Él no actúa movido por caprichos, sino por amor fiel y constante.

Una de las verdades más hermosas de la Biblia es que Yehováh no deja de cuidar de nosotros, aun cuando no actuamos como deberíamos. Su fidelidad no depende de nuestro comportamiento perfecto, sino de Su amor y misericordia. A lo largo de la historia bíblica, vemos que Yehováh es un Dios que provee, incluso cuando Su pueblo se equivoca, duda o se queja.

En Números 20:7-11, el pueblo de Israel tenía sed y, como muchas veces antes, comenzó a quejarse con Moisés. Entonces el Todopoderoso le dijo a Moisés que le hablara a una roca, y de ella saldría agua. Pero Moisés, cansado de las constantes quejas del pueblo, golpeó la roca dos veces con su vara. Fue un acto de desobediencia, porque el Creador le había dicho que le hablara, no que la golpeara.

Aun así, el agua salió de la roca, y el pueblo bebió. Yehováh no los castigó en ese momento con sed, ni los abandonó por el error de Moisés. Él proveyó agua en el desierto, mostrando una vez más que Su compasión es más grande que nuestros errores.

“Y alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salió agua en abundancia, y bebió la congregación y sus bestias” (Números 20:11).

El pueblo de Israel se caracterizó por quejarse. A pesar de haber visto las plagas en Egipto, el mar rojo abierto, la columna de nube y de fuego, y el maná del cielo, seguían dudando y murmurando. En Éxodo 16, por ejemplo, se quejaron porque no tenían comida. En lugar de castigarlos, el Padre les dio maná cada mañana.

“He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan; y sabréis que yo soy Yehováh vuestro Dios” (Éxodo 16:12).

Dios no respondió con ira inmediata, sino con provisión. Esto nos muestra Su gran paciencia. Él entiende nuestras debilidades y sigue supliendo nuestras necesidades, aunque muchas veces no confiemos plenamente en Él.

Yeshúa, en su enseñanza, también habló de esta bondad divina. Dijo que, aunque los seres humanos somos imperfectos, aún sabemos cuidar a nuestros hijos y darles lo que necesitan. ¿Cuánto más, entonces, nuestro Padre celestial cuidará de nosotros, que somos Sus hijos?

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le pidan?” (Mateo 7:11).

Yeshúa nos invita a confiar, no en nuestro mérito, sino en el carácter de Dios. Yehováh es bueno, incluso cuando nosotros no lo somos. Él no actúa movido por caprichos, sino por amor fiel y constante.

En 2 Timoteo 2:13, el apóstol Pablo escribe algo que resume esta verdad:

“Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.”

Esto no significa que podemos vivir como queramos y esperar que Yehováh nos dé todo. Lo que significa es que cuando fallamos sinceramente, cuando dudamos, cuando caemos pero volvemos arrepentidos, el Todopoderoso no nos abandona. Él sigue proveyendo, sigue sanando, sigue guiando.

Su provisión no es una recompensa por perfección, sino un regalo de gracia para quienes confían en Él.

Reflexión final

Tal vez en este momento sientas que no mereces nada de parte de Dios. Quizás has fallado, te has quejado, has dudado o has actuado mal. Pero aun así, el Padre no ha dejado de darte el aire que respiras, la comida que comes, la familia que tienes, el amor que te sostiene. A veces, nos olvidamos de cuán generoso es Él, incluso cuando estamos lejos de ser agradecidos.

Yehováh no cambia; aun en medio del desierto, Él sigue haciendo brotar agua de la roca. En medio de tus debilidades, Yehováh sigue proveyendo todo lo que necesitas para avanzar.

Solo tienes que volver a Él, con un corazón sincero y confiado. Su fidelidad no falla.

¡Shalom!

Messy - Clean home

Cuando todo está en su lugar… la vida mejora

El desorden no es inocente ni inofensivo; está ligado a la procrastinación, que no es otra cosa que postergar decisiones necesarias. A menudo se une a la desidia, al descuido, o a la distracción constante que generan las modas y tendencias.

La Toráh nos revela a un Dios que es Creador y fuente de orden. Desde el primer capítulo del Génesis, Yehováh establece ritmos precisos: “Y fue la tarde y la mañana, un día” (Bereshit/Génesis 1:5). Todo fue hecho en su tiempo: la luz, los cielos, la tierra, las estaciones. Gracias a esa organización divina, podemos vivir con confianza: el sol saldrá cada mañana, el día tendrá 24 horas, y las estaciones se sucederán con fidelidad.

Sin embargo, paradójicamente, muchos luchamos hoy por mantener vidas ordenadas. Tal vez te consideras una persona organizada… pero, ¿cuándo fue la última vez que limpiaste tu bandeja de correo? ¿Tienes tus documentos en orden? ¿Y qué de tu vehículo? ¿refleja ese orden? Son preguntas simples, pero reveladoras.

El desorden no es inocente ni inofensivo

Está ligado a la procrastinación, que no es otra cosa que postergar decisiones necesarias. A menudo se une a la desidia, al descuido, o a la distracción constante que generan las modas y tendencias. Todo esto conforma el cóctel perfecto para una vida sin rumbo, que se va llenando de estrés y agotamiento emocional.

Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás.

(Yeshayahu/Isaías 38:1)

Esta palabra dada al rey Ezequías no solo era literal, sino también profundamente espiritual. El desorden es señal de desconexión, de desbalance interno.

El desorden empobrece el alma y enferma el cuerpo

Estudios demuestran que una habitación caótica afecta nuestra mente. El desorden visual agota nuestra capacidad de procesar información, y nos hace más propensos a tomar malas decisiones, como elegir comida chatarra o postergar tareas importantes.

Un estudio de Princeton University concluyó que el desorden afecta nuestra capacidad de concentración. Además, la Universidad de California encontró que las mujeres con hogares muy desordenados tenían niveles más altos de cortisol, la hormona del estrés.

Y no menos importante: el desorden afecta nuestra vida espiritual. Una mesa llena de papeles, pantallas, y ruido nos aleja de la Palabra de Yehováh. Es difícil meditar en lo eterno cuando lo inmediato nos grita en la cara.

“Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40)

Aunque este pasaje habla de la congregación, el principio aplica a toda nuestra vida.


¿Qué puedes hacer?

En lo material:

  1. Comienza por lo pequeño. No intentes ordenar todo en un día. Comienza con un cajón, un rincón, un archivo.
  2. Clasifica con propósitos. Usa cajas o bolsas con etiquetas: desechar, donar, guardar, reciclar.
  3. Establece horarios. Por ejemplo, 15 minutos diarios o una hora los fines de semana. Poco a poco verás tu progreso.
  4. Fija una fecha límite. Si tienes cosas que no usaste en un año, probablemente no las necesitas.
  5. Asigna un lugar a cada cosa, y asegúrate de que todos en casa lo sepan.

“El secreto de tu futuro está escondido en tu rutina diaria.” — Mike Murdock

En lo espiritual:

  • Pon a Yehováh en primer lugar. Él debe ser tu prioridad, no tu última opción cuando te quede tiempo.

  • Ora con confianza. Él conoce tus límites y está dispuesto a ayudarte.

  • Haz de Su Palabra tu guía. No hay mejor manual de orden y propósito.

  • Guarda el Shabbat. Un día apartado para restaurar tu cuerpo, alma y vida en general, es clave.

  • Imita a Yeshúa. Su vida fue equilibrada, enfocada, con tiempos para enseñar, servir y descansar.

“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Yehováh.” (Devarim/Deuteronomio 8:3)


Piénsalo:

El desorden no se elimina solo; requiere decisión y acción. Pero cada espacio que limpias, cada hábito que ajustas, cada prioridad que corriges… te acerca a una vida más plena y más alineada con el Creador.

La paz interior no se encuentra acumulando cosas, sino liberándote del peso innecesario.

“Para todo hay un tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1)

Que Yehováh guíe tus pasos en este proceso de restauración, desde lo visible hasta lo invisible.


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Yehováh establece tiempos y límites sabios

A veces queremos hacer todo, todo el tiempo, y no aceptamos que hay momentos para comenzar, momentos para descansar, y momentos para dejar que otros continúen lo que nosotros ya hicimos.

La Escritura nos habla de que Yehováh da instrucciones claras sobre el servicio de los levitas. Ellos debían comenzar su servicio en el Tabernáculo a los 25 años y retirarse a los 50. Después de esa edad, podían ayudar, pero no debían hacer el trabajo principal. Esta instrucción nos muestra algo muy importante: el Creador establece tiempos y límites sabios para cada etapa de la vida.

A veces queremos hacer todo, todo el tiempo, y no aceptamos que hay momentos para comenzar, momentos para descansar, y momentos para dejar que otros continúen lo que nosotros ya hicimos. Pero la Escritura nos enseña que vivir dentro de los tiempos de Dios es una forma de sabiduría.

Un tiempo para todo

El libro de Eclesiastés lo dice de manera muy clara:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).

Después de esta frase, el capítulo continúa con una lista de ejemplos:

  • Tiempo de nacer y tiempo de morir,
  • Tiempo de plantar y tiempo de arrancar,
  • Tiempo de llorar y tiempo de reír,
  • Tiempo de guerra y tiempo de paz.

Estos versículos nos recuerdan que la vida no es estática. Siempre hay cambios, y cada momento tiene su propósito. Reconocer esto nos ayuda a vivir con más paz y menos ansiedad.

Volviendo a la porción de esta semana, podríamos preguntarnos: ¿por qué Yehováh les pidió a los levitas que dejaran de servir a los 50 años? ¿No podían seguir si tenían fuerzas? Tal vez sí. Pero el Todopoderoso estaba enseñando algo más profundo: hay sabiduría en saber cuándo es tiempo de retirarse de ciertas tareas.

Aceptar los límites no es señal de debilidad, sino de madurez. A veces, por orgullo, queremos continuar haciendo lo mismo. Pero Dios quiere que aprendamos a pasar la antorcha, a entrenar a otros, a dar espacio a nuevas generaciones. También quiere que sepamos descansar, reflexionar y servir de otras formas.

Hasta el mismo Maestro vivió de acuerdo con los tiempos establecidos. Yeshúa no comenzó su ministerio público hasta llegar a una edad madura, y su tiempo de enseñar, sanar y predicar duró aproximadamente 70 semanas. Luego vino su momento de morir y resucitar, y después de eso, regresó al Padre.

Yeshúa pronunció frases como:

“Mi hora aún no ha llegado” (Juan 2:4)
“El tiempo se ha cumplido” (Marcos 1:15)

Eso nos muestra que no debemos adelantarnos ni atrasarnos al plan del Altísimo. Cada etapa tiene un sentido dentro del propósito divino.

En Lucas 12:56, Yeshúa reprendió a las multitudes por saber reconocer el clima, pero no discernir los tiempos espirituales:

“¡Hipócritas! Saben distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no reconocen este tiempo?”

Así es que Yehováh espera que prestemos atención a los tiempos que estamos viviendo, no solo en la parte física, sino también en la espiritual. ¿Es tiempo de sembrar? ¿de recoger? ¿de enseñar o de aprender? ¿de hablar o de callar?

Vivir con sabiduría en cada etapa

La vida tiene muchas etapas: infancia, juventud, adultez, vejez. Cada una tiene belleza y desafíos. Algunas personas viven frustradas porque quieren volver al pasado o apresurar el futuro. Pero nuestro Padre quiere que disfrutemos y aprovechemos el tiempo presente, sabiendo que Él nos guía con sabiduría.

Efesios 5:15-16 dice:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.”

Eso significa que debemos vivir con propósito y no desperdiciar el tiempo que Dios nos da.

Reflexión: Dejemos que Yehováh marque el ritmo

Yehováh no nos creó para correr sin descanso, ni para quedarnos estancados. Nos creó para caminar con Él, paso a paso, aprendiendo a reconocer sus tiempos y respetando los límites que Él ha establecido para nuestro bien.

Si estás en una etapa de comenzar algo nuevo, ¡hazlo con fe!
Si estás en una etapa de descansar o de dejar ir ciertas responsabilidades, ¡hazlo con paz!
Y si estás en una etapa de espera, confía: Nuestro Padre Celestial nunca llega tarde, ¡Shalom!


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Las tradiciones heredadas respecto a Pentecostés

Es natural que cuando las narraciones de las Escrituras no nos proveen detalles explícitos de los hechos, los estudiosos o eruditos, traten de llenar los vacíos echando mano de tradiciones, suposiciones, inferencias o deducciones razonadas, y hasta de fantasías para adornar los relatos dándoles un toque de sobrenaturalidad. Y ese parece ser el caso de Pentecostés.

La iglesia cristiana afirma haber sido “fundada” ese día, tras el descenso del Espíritu Santo sobre el “colegio apostólico” (los doce apóstoles) que según la tradición (no el Nuevo Testamento), se hallaba reunido en un pequeño aposento y era presidido por María (la virgen), tal como se ilustra en pinturas clásicas:

 

Pero al leer con atención el relato de Hechos 2, surgen preguntas que el mismo texto no responde:

  • ¿Cómo fue posible que Pedro hubiese dado un mensaje a miles de personas que supuestamente se habían reunido ante el estruendo que escucharon en esa casa, si los callejones de Jerusalén son estrechos y para reunir esa cantidad de gente se requeriría de una gran plaza?
  • Ahora bien, el relato nos dice que “como 3000 personas…” (vs.41) respondieron a la exhortación de Pedro y decidieron “bautizarse”. ¿Cómo los bautizaron en ese callejón? En ese tiempo la gente entendía que el bautsmo se realizaba por inmersión; es decir nuestro texto debería decir realmente: “los que recibieron la palabras hicieron inmersión…” (vs.41). ¿Pero dónde la hicieron?
  • La interpretación del texto de esta manera, hace evidente el desconocimiento de la Fiesta de Shavuot (Semanas), que ordenaba a todos los varones subir a Jerusalén y era la razón por la cual multitudes se hallaban reunidas en los patios de Templo, los cuales eran lo suficientemente amplios como para albergar miles de visitantes.
  • Ese fue el escenario perfecto para replicar, en cierto sentido, la manifestación que hizo Yehováh a su pueblo cuando proclamó, con su propia voz, los Diez Mandamientos miles de años atrás en el Monte Sinaí. Ahora que el pueblo se hallaba reunido conmemorando aquél evento singular, sucedió entonces el derramamiento del Espíritu de Yehováh, conectando los dos eventos. Una lectura cuidadosa y comparativa de Éxodo 19 y de Hechos 2, nos permitirá descubrir varias similitudes de los dos acontecimientos.
  • El Templo contaba con cerca de 100 mikvaoth (piscinas individuales) construídas para que los visitantes hicieran una inmersión de purificación antes de internarse en sus áreas, y allí sí pudieron haberse llevado a cabo las 3000 inmersiones de quienes decidieron aceptar el mensaje de Pedro.

Tiene mucho sentido que aquél suceso hubiese ocurrido ese día en ese lugar.  Yeshúa había completado su obra y ahora sus seguidores necesitaban ser investidos con poder lo alto (Hechos 1:8), para llevar a cabo la misión que transformaría el mundo y que a través de los siglos nos ha alcanzado a ti y a mi.

Lo que hizo nuestro Padre Yehováh, no fue otra cosa que comenzar a escribir en nuestros corazones su Torá. Por eso quienes decidimos dar el paso de volvernos a Él y someter nuestras vidas a la autoridad de Yeshúa, el Mesías, somos transformados en nuestra percepción de la vida, y nuestro sistema de valores cambia. Esto no es resultado de un “adoctrinamiento” o de un cursillo de formación. Es algo misterioso y sobrenatural que sucede dentro de nosotros y que nos conduce a actuar de una manera diferente, porque es desde lo más profundo de nosotros que brota esa nueva vida: la Vida de Yeshúa.

Continuemos escudriñado la verdad y seremos libres.

¡Shalom!