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¿A qué le temes? ¿Cuál es tu temor?

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Yehováh nos denomina como “un pueblo de dura cerviz” múltiples veces a lo largo de las Escrituras. Hoy, cuando miramos tales relatos, confirmamos con cierto asombro que nuestros padres, “ese pueblo que salió de Egipto“, realmente era muy terco y desconfiado. ¿Pero acaso somos nosotros mejores que ellos?

Moshé le recordó a esa generación que sus padres habían muerto en el desierto a causa del miedo que tuvieron y que luego expresaron ante los informes de los doce espías.

El temor conduce a la muerte. Por eso es importante preguntarte: ¿A qué le temes hoy? ¿Qué es lo que te genera esa sensación de angustia o de ansiedad respecto del futuro? ¿Cómo reaccionas cuando ves a la gente atrapada en el miedo colectivo por causa de esta pseudo-pandemia? ¿Qué piensas de los cambios que están sucediendo y que han dejado de ser meras “teorías conspiranóicas“?

La Toráh definitivamente nos dice que es sabio tomar precauciones; pero eso no significa que todo dependa exclusivamente de nosotros, ni tampoco que nos quedemos paralizados por el miedo esperando que Yehováh lo haga todo. De hecho la linea divisoria entre la precaución y el miedo es muy fina y casi imperceptible; y la única manera de no cruzarla es, en primer lugar,  manteniéndonos enfocados en la perfecta Soberanía de nuestro Padre afirmando nuestra confianza en sus promesas que antaño hizo a nuestros padres, porque sabemos que:

Yehováh, no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo cumplirá? Números 23:19

Y en segundo lugar, siendo diligentes para hacer aquellas actividades o tareas que están a nuestro alcance porque Yehováh, nunca hará aquello y que es nuestra responsabilidad llevar a cabo.

Secreto para combatir el miedo

 ¿Te has puesto a pensar por qué Yehováh recordaba al pueblo vez tras vez, que Él lo había sacado de Mitsrayim (Egipto)? La respuesta es sencilla: Porque el pueblo se olvidaba de que la libertad que estaban disfrutando en ese momento, no era producto de su propia fuerza, sino que era Yehováh quien lo había liberado y que había un propósito en esto. ¡Sí; Yehováh solamente! Y si Él era el autor de su libertad debido al propósito que tenía de introducir a Yisrael en la Tierra Prometida para dar cumplimiento a la promesa que había hecho a Avrahm, Yitsjak y Ya’akov, por qué temer entonces? Ese proyecto que estaba en marcha ¡era de Yehováh, más que de ellos! No fueron nuestros padres los que un día se levantaron y pensaron: ¡Organicémonos para marcharnos de Mitsrayim y vámonos a nuestra tierra!

¿Te das cuenta? Cuando sacamos a Yehováh de la ecuación, es decir del cuadro, quedamos nosotros solos enfrentando riesgos que nos parecen imposibles de superar. El secreto para no temer, es pues, recordar que el Plan Eterno que está en desarrollo y del cual formamos parte, es de Yehováh y no es nuestro. Por tanto podemos buscar atentamente Su dirección y recordar sus promesas, para no terminar considerándonos a nosotros mismos como langostas insignificantes, y a los enemigos como poderoso e invencibles gigantes. No. Esa no es la realidad.

Querido lector: Tú y yo hemos sido elegidos para vivir en esta época; si no fuésemos capaces de enfrentar lo que viene para dar Gloria a Yehováhno estaríamos acá. Tenemos un enorme privilegio al poder ser testigos vivientes del cumplimiento de profecías reveladas hace miles de años, que los mismos profetas no pudieron entender, porque:

“A éstos (los profetas) se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Ruaj Ha’Kodesh enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.” 1 Pedro 1:12, RVR60

Somos privilegiados al vivir en este tiempo. Por eso no podemos darle paso al temor; porque podemos confiar en que los Planes Eternos de nuestro Padre están en perfecto desarrollo y más bien es nuestra responsabilidad preguntarle: ¿Cuál es mi tarea? ¿Qué es lo que esperas de mí en este día? Porque hemos de ser catalizadores del logro de Sus planes y no un estorbo; como ocurrió con nuestro padres en el desierto, cuyo temor dilató la conquista de la Tierra Prometida 40 años y les costó su vida en el desierto.

Happy family toasting while having Thanksgiving dinner at dining table. Focus is on father.

Día de Acción de Gracias

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No esperemos un día específico para dar gracias, más bien seamos agradecidos con Él en todo momento.

El día de acción de gracias es una de las celebraciones más importantes para el pueblo norteamericano. Miles de personas viajan dentro de los Estados Unidos para reunirse con sus familias y poder así compartir en armonía un banquete cuyo menú generalmente incluye pavo, ensaladas, vino y todo tipo de postres. Durante esta celebración aprovechan para dar gracias por las bendiciones que han recibido durante el año. Es interesante, ya que incluso mucha gente no creyente celebra el día de acción de gracias.

Ahora, ¿cuánto más nosotros, como seguidores de Yeshúa, deberíamos tener un corazón agradecido por toda la misericordia que nuestro Padre celestial ha mostrado hacia nosotros?

Veamos unos cuantos ejemplos de personajes bíblicos que tuvieron una actitud de acción de gracias delante del Altísimo:

  • Miriam, la hermana mayor de Moshéh y Aharón, dio gracias a Yehováh mientras tocaba el pandero y danzaba con gozo junto con otras mujeres cuando Él salvó al pueblo de los egipcios después de haber cruzado el Mar Rojo (Éxodo 15:20-21).
  • Ana oró dando gracias a Yehováh porque Él la bendijo con un hijo (1 Samuel 2:1-10).
  • David dio gracias a Yehováh después de haber ganado la batalla contra los filisteos (2 Samuel 22:1-51).
  • Salomón agradeció a Yehováh por todo lo que hizo para proveerle a Israel en su oración de dedicación del templo (1 Reyes 8:14-21).
  • Elisabeth, la madre de Yohanán el bautista agradeció a Yehováh por haber quitado su afrenta de entre el pueblo (Lucas 1:24-25).
  • Miriam (María) dio gracias a Yehováh por haber sido escogida para dar a luz al Mesías (Lucas 1:46-55).
  • Yeshúa dio gracias a Yehováh antes de alimentar a los cinco mil con los panes y los peces (Juan 6:11).
  • Uno de un grupo de diez leprosos que fue sanado por Yeshúa, fue el único que se devolvió para agradecer la sanidad que había traído a su cuerpo. Curiosamente no era ni siquiera un judío, sino que era un samaritano el cual era considerado un extranjero a los ojos de los Israelitas (Lucas 17:11-19).

¡No esperemos un día específico para dar gracias, más bien seamos agradecidos con Él en todo momento porque ciertamente ha sido bueno con nosotros, y sus misericordias son nuevas cada mañana!