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Estamos a punto de terminar de leer el libro del Comienzo: Génesis. Hallándose ya en los últimos momentos de su vida, Jacob dio instrucciones claras a sus hijos respecto de su sepultura. Su cuerpo debería ser trasladado a Canaán para ser puesto en la cueva de la Macpela que su abuelo Avraham había adquirido años atrás.
 
Las Escrituras registran tres propiedades que los israelitas adquirieron por dinero de manos de los cananeos: La primera, la cueva para sepultura que compró Abraham de manos de Efrón heteo; la segunda, la adquirida por Jacob de manos de Hamor y la tercera una adquirida por el rey David, la era de Arauna según figura en 2Samuel 24.24; estos tres lugares dan testimonio de la propiedad legal que tiene el pueblo de Israel de la tierra y de su derecho a poseerla, si bien es mucho más contundente el hecho de que fue Yehováh quien se la prometió como herencia.
 

Prestemos especial atención a la bendición sobre José, pues estamos viviendo la época más emocionante de la historia, siendo testigos del cumplimiento de muchas profecías; así es que lo que estaba previsto que sucediera, ya casi se ha cumplido.

Yehováh nuestro Padre, está a punto de terminar su plan para lograr su objetivo: La restauración de todas las cosas a su orden original. Sí. Toda esta historia conduce a la restauración de Su soberanía y autoridad en todo el Universo.

En estos días Yehováh está despertando a todos aquellos que somos descendientes de las tribus perdidas y también está comenzando a despertar a Yahudáh, a quien conocemos como: los judíos. Ellos son nuestros hermanos y un día estaremos finalmente juntos, según está previsto en Ezequiel 37 y en muchas otras partes de la Escritura.

Necesitamos aprender de ellos lo que tantos siglos de mantener su identidad, les han enseñado; pero ellos también necesitan aprender de nosotros quien es el Mesías verdadero: Yeshúa, a quien también nosotros debemos retornar. No hablo del Jesús occidentalizado, sino del auténtico Mesías, el Yahudita, el de raíces hebreas, el que modeló guardando la Toráh sin abolirla, el que guardaba el Shabbat y la Fiestas de Yehováh, el que vino a buscar y salvar lo que se había perdido.


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