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El Dios que se le apareció a Abraham e hizo con él un pacto, es el mismo que se le apareció a Moisés en la zarza. Curiosamente, esta parashá abre poniendo en tela de juicio si Abraham lo había conocido por Su Nombre:

Habló Yehová a Moisés, y le dijo:
Yo soy Yehová. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como El Shadai,
mas en mi nombre Yehová no me di a conocer a ellos.

Éxodo 6:2

Es un hecho que el Todopoderoso se le había aparecido a nuestros patriarcas, no sólo Abraham, sino también Isaac y Jacob, revelando su Nombre. Hay ejemplos de todos ellos llamando en Su Nombre, o erigiendo altares o llamando lugares con el Nombre.

Y hay dos explicaciones al versículo citado. Una de ellas puede relacionarse con la sintaxis hebrea, en donde la última porción podría entenderse como una especie de pregunta retórica (al menos de acuerdo al comentarista bíblico medieval Rashi): –¿[Acaso] no me había dado a conocer a ellos con el nombre Yehová?

Por el otro lado, podríamos deducir que a pesar de haberse dado a conocer a los patriarcas con ese Nombre, ellos no conocerían toda la magnitud del poder de Yehová hasta la generación que experimentó el éxodo. Este evento que cambiaría para siempre la historia de la familia de Israel, pondría de manifiesto el poder del Creador sobre Su creación de manera masiva, y se convertiría en testimonio para todas las generaciones futuras.

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Después de hacer manifiesta Su existencia ante los ojos de todo Egipto, el Creador se manifestará abriendo el Mar Rojo y en el Monte Sinai, con el fin de crear una impresión en Su pueblo que duraría por milenios por venir.

Este es el testimonio que millones de personas alrededor del mundo creemos con fervor: que Yehováh, el Creador de los cielos y la tierra, tiene potestad sobre toda Su Creación; en ese entonces, hoy en día, y hasta el fin de los tiempos.


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