Ropa extraña

¿Revela tu vestuario que eres de la familia de Yehováh?

La ropa que utilizamos día a día, revela el concepto que tenemos de sí mismos, la misión que creemos tener en la vida, cuáles son nuestras prioridades, y en algunos casos hasta nuestra cultura o nacionalidad.

En la porción de la Toráh de ésta semana, hallamos la descripción de las vestiduras que los sacerdotes. Al leer en detalle, podemos percibir cuál es el sentir del Padre respecto de la forma de vestir de sus siervos y podemos hacer una aplicación del tema a nuestra vida.

La ropa que utilizamos día a día, es un testimonio silencioso de quienes somos. Sin hablar, revela el concepto que tenemos de sí mismos, la misión que creemos tener en la vida, cuáles son nuestras prioridades, y en algunos casos hasta nuestra cultura o nacionalidad. Es por todo esto que quienes afirmamos ser hijos de Yehováh necesitamos tomar conciencia del mensaje que, con nuestra apariencia, estamos enviando a quienes nos rodean o simplemente nos miran al cruzarse con nosotros.

¿Qué es lo apropiado entonces?

  • Un buen comienzo es entender que en la medida que lees, estudias, meditas, reflexionas y obedeces las Instrucciones o Toráh de Yehováh, irás descubriendo cómo piensa Él y lo que espera de ti como miembro de Su familia.
  • Renueva tu mente! (Romanos 12:1-2). Hemos estado viviendo mucho tiempo bajo la influencia de las tinieblas y hemos adoptado sus estándares sin darnos cuenta. Pero ahora estamos despertando y estamos llamados a dejar atrás todo lo que nos contamina y todo lo que tiene apariencia de mal.
  • Evita someterte a la moda, porque no solo te conduce a vivir en pos de cosas vanas y pasajeras, sino que te convierte en una persona  insatisfecha e insaciable, generando y acrecentando conflictos como la vanidad, la comparación imprudente con otros, la obsesión por adquirir más cosas, etc., lo que terminará haciéndote una persona que no sabe administrar los recursos provistos por Yehováh.

Mantén en mente que tu cuerpo pertenece al Mesías. No necesitas exhibirlo para recibir admiración o aprobación; si has de recibir atención, que sea por tu manera de obrar, de pensar, de servir, de hablar; que sea porque eres una persona diferente por la manera te comportas y reaccionas; no por la marca o el diseño de las prendas que llevas.


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La fe del Primer Siglo…


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Yeshúa como el Tabernáculo

Por: Miha’el.  – 

Las palabras hebreas de Exodo 25.8 traducidas como: “Y harán un Santuario para mí, y habitaré entre de ellos.”, también podrían ser traducidas como: “Y harán un Santuario para Mi, y habitaré en ellos”.  Si Yisrael hubiera sido merecedor de esto, un Tabernáculo no hubiera sido necesario, porque la misma presencia divina que vino a reposar en el Tabernáculo, hubiera reposado dentro de cada individuo.

Yeshúa, el Mesías cumple este pasaje literalmente. Mientras estuvo entre nosotros en su carne, el cuerpo físico de Yeshúa se constituyó en un perfecto santuario para permitir que Yehováh habitara en medio de su pueblo. Esta es la razón por la cual Yeshúa habló de su cuerpo como el Templo de Yehováh cuando advirtió:

Destruid este Templo, y en tres días lo levantaré. Juan 2.19

Estas palabras son una pista que nos lleva a conectar el cuerpo físico de Yeshúa con el Templo en Yerushaláyim. Así el sufrimiento y muerte del Mesías, corresponden a la destrucción del Templo, mientras que su  resurrección corresponde a la futura reconstrucción del Templo en la era Mesiánica. En este sentido, el cuerpo de Yeshúa y el Templo tienen una conexión más allá de lo material, de manera que lo que le sucede al uno, también le sucede al otro.

Ahora bien, en vista de que el cuerpo del Mesías corresponde al Templo, en esta era ese Templo somos nosotros sus discípulos que colectivamente somos llamados el Templo del Ruaj Kodesh (Espíritu Santo). Por tal razón el apóstol Shaúl declara a la asamblea de los seguidores de Yeshúa en Corinto:

Porque nosotros somos Santuario del Dios viviente, como dijo Yehováh (en Levítico 26.12): Habitaré entre ellos y entre ellos andaré; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 2Corintios 6.16

y:

¿No sabéis que vuestro cuerpo es Santuario del Ruaj Kodesh que está en vosotros, el cual tenéis de Yehováh, y que no sois vuestros?

Obviamente esto no significa que somos literalmente un edificio en el cual Yehováh debe ser adorado y reverenciado! Tampoco significa que somos un lugar geográfico donde Él ha puesto Su Nombre. Como seguidores de  Yeshúa, nuestra semejanza con el Templo no suplanta en ninguna manera lo que será el Templo legítimo en Yerushaláyim. En otras palabras, nuestra condición de Templo es metafórica. A pesar de esta realidad, la presencia del Ruaj Kodesh dentro de nosotros no es menos real que la presencia de la Shekináh en el Templo real. Quizás a esto aludía el Mesías cuando le dijo a la mujer samaritana:

Mujer, créeme que viene una hora cuando ni en este monte ni en Yerushaláyim adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero viene una hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque también el Padre busca a tales que lo adoren. Juan 4.21-23

En el mundo por venir no habrá mas Templo. El Mesías mismo será el Templo en la Nueva Yerushaláyim:

Y no vi en ella Santuario, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, es el Santuario de ella. Apocalipsis 21.22

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A fin de que no vengan a este lugar de tormento…

Lucas 16:19-31 Semana 45-53

Por: Harold Calvo  –

En esta semana nos encontramos con Yeshúa compartiendo una parábola que sin duda alguna despierta la curiosidad acerca del lugar donde vamos después de la muerte. Se trata de la parábola de “Lázaro y el rico”. Dos personajes que mueren: uno es llevado al seno de Abraham y el otro es sepultado.

Si tomamos esta parábola de manera aislada, podríamos pensar que cuando morimos nos dirigimos al cielo o al infierno. Sin embargo, debemos de tener presente que las parábolas son un tipo de analogía, donde se relata una historia simple para ilustrar una lección moral o espiritual así como lo hizo Yeshúa en repetidas ocasiones.

 Tanto Lázaro como el rico, son dos figuras que representan dos tipos diferentes de personas: un grupo de personas que vivió una vida humilde, sencilla, no ostentosa y el otro grupo de personas que vivió una vida de manjares y banquetes, indiferente ante las necesidades de los que menos tenían.

 La intención de esta parábola no es enseñarnos que “los buenos” van para el cielo y que “los malos” van para el infierno. ¡Todo lo contrario! Esta parábola viene a reforzar lo que el mismo Yeshúa enseñó en diferentes oportunidades: ¡El Día del Juicio!

 “De cierto os digo que en el día del juicio…” (Mateo 10:15).
Por tanto os digo que en el día del juicio…” (Mateo 11:22).
“…de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36).

Yehováh es un Dios justo (1 Juan 1:9) y Él no enviará a nadie al lago de fuego (Apocalipsis 20:15) sin antes haber llevado a cabo un juicio justo. Esto lo vemos afirmado en el libro de Hechos:

“…por cuanto (Yehováh) ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”.

 Al final de la parábola Yeshúa cierra diciendo “Si no oyen a Moshé y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”.

 Inclinemos nuestros oídos hoy, y no hagamos caso omiso a las palabras de Yeshúa, escuchemos a los profetas y a Moshé; el día de mañana daremos cuentas.  

 Para más información con respecto a este tema, les invito a escuchar el programa de Un Rudo Despertar Radio titulado “¿A donde nos vamos cuando morimos?    

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Shamaim (שָׁמַיִם) – Cielos

En el comienzo, Dios creo los shamaim y la tierra. Esta palabra, שָׁמַיִם (shamaim), aparece en el primer versículo de las Escrituras y, tal como tantas otras palabras que estudiamos en esta publicación semanal, esta palabra tiene muchísima más riqueza, profundidad y significado de lo que podemos apreciar en cualquier otra lengua. 

Hay conceptos muy profundos en la narrativa de la Creación. Conceptos que, incluso con palabras hebreas, son difíciles para conceptualizar con nuestras mentes humanas.

Para empezar, hay que notar la naturaleza plural de esta palabra, el sonido “im” al final de “shamaim” es la causa de la decisión del traductor de traducir esta palabra como cielos en lugar de cielo (singular). Esto tiene una importancia decisiva, ya que cuando leemos las escrituras en contexto comprendemos que hay mas de un cielo. Están por lo menos; el cielo en donde vuelan las aves, un cielo más alto en donde están los astros, y un cielo en donde moran los ángeles y el Todopoderoso. 1 Reyes 8:27 nos habla del “cielo de los cielos”, y en 2 Corintios 12 Shaúl (Pablo) menciona haber conocido a alguien que fue arrebatado al “tercer cielo”. Estas son evidencias de la pluralidad de los cielos.

Algo muy interesante también tiene que ver con la conexión entre los cielos y las aguas. Al comienzo Dios creo los cielos y la tierra, e inmediatamente después nos dice que el ruaj de Elohim “se movía sobre la faz de las aguas”. El lector inquisitivo se preguntará cuándo fue que el Creador creo “las aguas”, ya que no hay ningún indicio entre Genesis 1:1 y 1:2 de que él hubiera creado las aguas. Esta es la razón por la cual no podemos establecer conclusiones o una teología a menos que analicemos las escrituras en su lengua original. ¡Esta es la razón por la que me apasiona el hebreo! Fíjese:

La palabra agua en hebreo, tal como la palabra cielo, ocurre naturalmente en forma plural: aguas se dice maim (מָים) y, si puso atención a este artículo, se habrá dado cuenta de que esta palabra,   maim, ¡esta incluida dentro de la palabra  shamaim, cielos! 

Así es, las “aguas” (maim) fueron creadas en Génesis 1:1, cuando el Creador creó los “cielos” (shamaim). Con este conocimiento, ahora sí cobrará sentido para el lector el sexto versículo de Genesis 1, en donde Elohim “separa las aguas de las aguas” cuando crea la “expansión” de los cielos, o el “firmamento”.

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¡Deberes antes que derechos!

Por: Miha’el –

En el Monte Sinay, Yehováh nos hizo entrega de la “La Ley Real”, la cual se refiere a la Ley del Rey o del Reino, es decir que pertenece a la Realeza de YHVH. En Exodo 20, Yehováh personalmente, de manera audible, nos hizo saber sus Mandamientos: Los primeros cuatro con respecto a Él y los seis restantes, con respecto a nuestros semejantes.

Ahora bien, si observamos con atención, las instrucciones que recibimos de Yehováh nuestro Padre, nos motivan a mirar por las necesidades de los demás, antes que a proteger las nuestras. Esta filosofía riñe con la del mundo presente, donde el énfasis permanente es la exigencia del respeto de “nuestros derechos” hasta llegar al punto de ignorar totalmente nuestros deberes u obligaciones para con los demás.

Conforme avanzamos en la lectura de la Toráh, notarás que en ninguna parte, Yehováh nos instruye para adoptar tal posición; por lo contrario, siempre estará recordándonos la importancia de tomar cuidado de quienes nos rodean: padres, familia, amigos, etc., que puedan hallarse en necesidad.

El máximo ejemplo nos lo dio Yeshúa quien no estimó el ser igual a Yehováh, sino que se despojó de todo para hacerse igual a nosotros y descendió más aún entregando su vida para rescatar la nuestra. Si Yeshúa  hubiera exigido sus derechos ¿dónde estaríamos tú y yo?

Es el tiempo de la restauración de todas las cosas; y esto incluye el mirar hacia afuera de nuestra vida y preocuparnos por los demás. Basta ya de exigir a nuestro cónyuge, a nuestro hijos, a nuestros amigos, a nuestros subalternos… comencemos a preguntar más bien: ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Qué puedo darte? en otra palabras comienza a obedecer la Toráh de Yehováh y Serás entonces, un digno representante de tu Rey.

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Mas cuando hagas banquete…

Lucas 14:1-24

Semana 45-53

Por: Harold Calvo

Que hermosa enseñanza nos comparte Yeshúa esta semana ya que no solamente es uno de los principios más importantes del Reino de los Cielos, sino uno de los aspectos que toca el corazón de nuestro Padre celestial y además de eso, ¡hay una bienaventuranza para aquellos que lo hacen!

Se trata de tener cuidado del pobre, del necesitado, del menos afortunado.

Habiendo entrado Yeshúa en casa de un fariseo en un Shabat, se sentó a la mesa y empezó a enseñarles fundamentos acerca del Reino de los Cielos. Después de haber sanado a un hombre hidrópico, les habló a los presentes diciendo:

“Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” Lucas 14:12-14.

En diferentes partes de las Escrituras vemos como el Padre nos llama a ser misericordiosos con el pobre e incluso Yeshúa citando la Toráh, nos recuerda que el pobre siempre estaría en medio de nosotros:

“Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra” Deuteronomio 15:11.

Del mismo modo que lo declara Yeshúa en este capitulo 14 de Lucas, hay bienaventuranzas para aquellos que cuidan y dan con manos abiertas al necesitado:

“Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Yehováh tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas” Deuteronomio 15:10.

Hermanos, no nos olvidemos de ayudar al pobre, a la viuda, al huérfano, al extranjero en todo tiempo y no lo hagamos buscando la bendición de Dios (que de igual manera es una promesa divina), sino que hagámoslo por amor a nuestro prójimo, (el día de mañana puede ser tu o puedo ser yo el que se encuentre en esa situación) es lo correcto,  y esto agrada el corazón de nuestro Dios!

Nube de nombres

Shem (שֵׁם) – ¿Qué hay en un nombre?

Por: Tzvi ben Daniel  - 

El nombre es en nuestra cultura, de acuerdo al diccionario, una palabra que sirve para designar los seres vivos o las cosas materiales o etéreas. En hebreo, un nombre es más que eso. Un nombre es, entre otras cosas, la esencia, la naturaleza física y profética, el carácter, la reputación, la autoridad, y hasta la memoria de una persona. Con eso en mente, analicemos ciertos ejemplos de las escrituras hebreas.

Gen 11:4 Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre (shem-שֵׁם), por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.

En este caso, “hacerse un nombre” tiene que ver con reputación y prestigio. No es simplemente como un nombre de persona, sino el estatus del individuo o en este caso, de un pueblo.

Una idea similar es comunicada en Genesis 6:4, en donde se nos dice que los nefilim se llegaron a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre (haShem-הָשֵׁם).

Notará que en este último caso la palabra Shem tiene el artículo en hebreo (‘el’ nombre), pero sigue siendo la misma palabra, y es traducida aquí como “renombre”, continuando con este concepto de reputación y autoridad.

En distintos pasajes en hebreo se utiliza tanto el concepto de “shem tov” como de “shem ra”, que significa “buen nombre” y “mal nombre” respectivamente, refiriéndose también a la reputación y el carácter de una persona.

Con la información suministrada hasta el momento, el lector podrá expandir su entendimiento cuando lea pasajes tales como “continuamente es blasfemado mi nombre (shem-שֵׁם) todo el día” (Isaías 52:5) o por contraste: “En ti se regocijen los que aman tu nombre (shem-שֵׁם) (Salmo 5:11).

Y aún mas importantemente, ¿cuál es el significado del tercer mandamiento y “tomar su nombre en vano”?

Esta pregunta quedará abierta para la meditación de cada uno, pero es la opinión del autor de este artículo, que la respuesta a esta última pregunta tiene una profundidad mayor respecto a cómo cada uno pronuncie Su nombre.

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Los pactos con Yehováh son voluntarios

Por: Miha'el  -

Yitro. Exodo 18.1-20:23​

Yehováh sacó a nuestros padres de Mitsráyim sin proponerles condición alguna. Fue después, de haber comprobado con sus propios ojos y experiencias el poder de Yehováh, que el pueblo tuvo la oportunidad de decidir entrar en el pacto con Él, cuando se hallaban en el Monte Sinay. Para entonces ya habían murmurado y se habían quejado de circunstancias que les incomodaban y Yehováh también les había mostrado su misericordia y bondad. Con todo y eso, nuestro Padre les propuso convertirse en Su pueblo especial; Él sabía las debilidades de éste, pero aún así lo amó y le dio  la oportunidad.

De manera similar Yehováh nos da la vida, nos sostiene todo el tiempo proveyendo lo que necesitamos para crecer, madurar y organizar nuestra vida. Pero llegará un momento en el que seremos confrontados con la decisión más importante de la vida: la de entrar en pacto con Él o no hacerlo.

Poco importa que seamos de una familia religiosa o atea, o que hayamos participado en actividades religiosas, o que hayamos desarrollado programas de ayuda social y seamos tenidos por generosos y serviciales; porque aunque todas esas cosas son encomiables, no son suficientes para conocer realmente al Creador y entrar en una relación íntima con Él.

Entonces, así como tuvieron que hacerlo  nuestros padres en Sinay, cada uno deberá decidir si acepta o no, el ofrecimiento de Yehováh para llegar a ser parte de la nación apartada, por medio de la cual Él va a cumplir sus propósitos eternos. Y una vez tomada tal decisión, habremos asumido la responsabilidad de vivir de acuerdo a las Reglas (Toráh) que Él ha establecido para todos aquellos que deciden pertenecer a Su Reino.

Haz la decisión correcta! porque quizás no haya una segunda oportunidad.

 

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Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Lucas 13:22-35

Semana 45-53

Por: Harold Calvo –

No hay duda de que el Elohim de Israel es un Dios de amor y misericordia. De hecho, encontramos en el libro de Lamentaciones una declaración preciosa acerca de la misericordia de nuestro Padre celestial, que dice:

“Por la misericordia de Yehováh no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” Lamentaciones 3:22-23.

Sabemos también por los escritos de Kefa (Pedro) que, “Yehováh es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9) y así muchas otras promesas hermosas que nacen del corazón de nuestro Padre celestial hacia su pueblo.

Sin embargo esta semana, en la cronología de los evangelios, nos encontramos con un Yeshúa que responde a una pregunta que algunos nos hemos planteado en nuestro caminar: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Lucas 13:23).

Lamentablemente y para sorpresa de muchos, la respuesta que Yeshúa provee no es la que la audiencia esperaba.

“…muchos procurarán entrar (al Reino de los cielos), y no podrán” (Lucas 13:24b).

Por lo tanto, no debemos mal interpretar la misericordia del Padre, porque aquí, Yeshúa nos exhorta diciendo que debemos “esforzarnos a entrar por la puerta angosta” (Lucas 13:24a).

Pero ¿cómo lograrlo? Él mismo nos da una clave, al hablar de quienes procurarán entrar y no podrán hacerlo, en ese mismo capítulo de Lucas 13:

“Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois… apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad”.

Entrar por la puerta agosta tampoco tiene nada que ver con “profetizar, echar fuera demonios y hacer muchos milagros” (Mateo 7:22-23), tiene que ver con hacer la voluntad del Padre: guardar sus mandamientos, obrar en justicia y en misericordia.

Shalom!