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¿Qué significa Jánuca para nosotros?

La dedicación, es una decisión costosa que involucra la renuncia a todo aquello que nos contamina…

De acuerdo a Juan 10:22-23, Yeshúa se hallaba, por los días de la Fiesta en la santa ciudad. Y fue precisamente durante este Festival, que se reveló como “la luz del mundo” y realizó la controversial sanidad de un ciego de nacimiento, trayendo luz física y espiritual a su vida.

Janucá tiene una gran conexión con lo que Yeshúa hizo y enseñó durante la víspera y celebración de ésta Fiesta; y aunque no estamos obligados a observarla, entenderla nos puede motivar a hacerlo para enriquecer nuestras vidas.

El capítulo ocho del Evangelio según Juan, narra que la declaración de Yeshúa generó incomodidad en los fariseos y una gran discusión en la que terminaron acusándolo de tener demonio. Entonces se relata el encuentro con el ciego de nacimiento, a quien Él sanó en Shabbat, lo que aumentó la tensión. Ahora, si observamos atentamente, estos hechos están íntimamente relacionados con la Fiesta que se estaba celebrando en esos días.

¿Notas la conexión? Yeshúa afirma ser la Luz del mundo mientras la gente se prepara para la ¡Fiesta de las Luces! Cosas similares ocurrieron durante las otras celebraciones. Yeshúa no estaba improvisando sino dando cumplimiento a un plan perfecto elaborado por Yehováh, nuestro Padre, Quien había entregado Sus Fiestas a Su pueblo para que estuviera preparado y reconociera a su Mesías. Mas como el pueblo se enredó añadiendo y quitando a la Palabra y contaminándola con tradiciones desarrolladas por ellos mismos, fueron incapaces de identificarlo, tal y como es evidente en Juan 10:22-42.

Limpieza, Purificación y Dedicación

Aunque Salomón había hecho una gran dedicación (januca) del Templo cuando lo construyó, fue necesario dedicarlo nuevamente por los Macabeos, no sin antes someterlo a un meticuloso proceso de limpieza y purificación.

Algo parecido sucede con nuestras vidas, pues requieren de los mismos procesos: limpieza, purificación y dedicación. Y aunque es muy posible que ya hayamos hecho la dedicación de nuestra vida en el pasado, es necesario rededicarnos una  otra vez.

Somos templo de su Ruaj (Espíritu). Y es seguro que en el caminar diario muchas veces nos contaminamos. Esto sucede cuando desarrollamos dependencias de cosas como la comida, las bebidas, los placeres, las aficiones, las personas; sucede cuando nuestra vida gira en torno a alguna actividad que nos absorbe: compras, trabajo, deporte etc.; sucede cuando permitimos que nuestra mente reciba cosas nocivas como películas de terror o violencia; ó cuando consumimos comida que las Escrituras catalogan como inmunda; ó cuando escuchamos música cuyo contenido no edifica, etc.; entonces hemos hecho cosas similares al sacrificio del cerdo en el Templo.

La limpieza la obtenemos al confesar a Yehováh nuestras fallas; y la purificación, tiene lugar al apropiarnos del perdón que nos otorga la sangre de nuestro Mesías; mas la dedicación, es una decisión costosa que involucra la renuncia a todo aquello que nos contamina; es una decisión que debemos hacer reiteradamente hasta vencer los hábitos que hemos desarrollado a lo largo de una vida ignorante de los parámetros divinos. Muy pocos están dispuestos a pagar el precio, por lo cual el proceso se queda a medias. Nuestro Padre Yehováh espera que lo completemos y retomemos el Camino de la obediencia a Él como nos lo demanda.


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La Transformación Espiritual de Jacob

El viaje de Jacob resuena profundamente con nuestras experiencias humanas.

Jacob, uno de los patriarcas más fascinantes de la Torá, es un hombre definido por la transformación. Su viaje está marcado por momentos de conexión divina y lucha personal. Dos encuentros destacan como puntos clave: su sueño con una escalera celestial y su lucha con una figura misteriosa. Estos dos eventos, aunque separados por años y circunstancias, ofrecen profundas lecciones sobre el crecimiento espiritual y la relación humana con lo divino.

La escalera representa una promesa: un destello de la presencia y protección del Creador mientras Jacob inicia su incierto camino. La lucha, por otro lado, marca un momento de confrontación y transformación personal, cuando Jacob enfrenta sus miedos y emerge con un nuevo nombre, Israel. Juntos, estos relatos trazan el camino de Jacob desde un receptor pasivo de las promesas divinas hasta un participante activo en su cumplimiento. ¿Qué podemos aprender, como lectores modernos, del viaje espiritual de Jacob? Subamos la escalera y enfrentemos esta pregunta.

La Escalera de Jacob: Promesas y Propósito

En Génesis 28:10-22, Jacob huye de su hermano Esaú tras robarle la primogenitura. Solo y vulnerable, se detiene a descansar en el desierto y usa una piedra como almohada. Durante la noche, sueña con una escalera que conecta la tierra con el cielo, por la cual los ángeles suben y bajan. En la cima, el Todopoderoso reafirma Su pacto con Abraham, prometiendo a Jacob descendencia, tierra y protección divina.

La escalera simboliza más que una conexión física entre el cielo y la tierra. Representa el camino espiritual que cada individuo está llamado a recorrer: un proceso de ascenso gradual hacia lo divino. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, Dios está presente, guiando y ofreciendo promesas de esperanza.

Para Jacob, esta visión marca el inicio de su relación consciente con el Creador. Despierta con una nueva perspectiva y dedica el lugar como Betel, la “casa de Dios.” Este evento es una invitación para que nosotros también reconozcamos las “escaleras” en nuestras vidas: momentos de claridad en los que percibimos el propósito divino.

La Lucha con el Ángel: Confrontando el Miedo y Encontrando Identidad

En Génesis 32:25-31, años después de su sueño, Jacob se encuentra en una encrucijada. Está a punto de reencontrarse con Esaú, y el temor de represalias lo abruma. Esa noche, mientras está solo, aparece un hombre misterioso (identificado tradicionalmente como un ángel o una manifestación divina) que lucha con él hasta el amanecer.

Esta lucha es un símbolo de las batallas internas de Jacob: su miedo, su culpa por el engaño a Esaú, y su búsqueda de un propósito renovado. No es simplemente una pelea física; es un enfrentamiento espiritual y emocional. Jacob se rehúsa a soltar al ángel hasta que recibe una bendición. En ese momento, se le da un nuevo nombre: Israel, “el que lucha con Dios.”

Este cambio de nombre no es trivial. Representa la transición de Jacob de ser un hombre que lucha por sí mismo a uno que lucha por un propósito mayor, en asociación con el Creador. Sin embargo, la lucha deja una marca permanente: Jacob sale cojeando. Esta herida física simboliza que las transformaciones significativas a menudo vienen acompañadas de cicatrices que nos recuerdan las luchas que hemos superado.

Los Encuentros, Un Camino Espiritual

Aunque ambos eventos marcan encuentros divinos, hay diferencias fundamentales que reflejan la evolución de Jacob:
La escalera: Es pasiva y receptiva. Jacob recibe promesas y orientación divina en un sueño, sin esfuerzo propio. Este momento simboliza el inicio de su relación con Dios, cuando aún depende de Su guía.
La lucha: Es activa y desafiante. Jacob enfrenta su miedo y toma un rol activo en la búsqueda de su bendición. Aquí, su fe y compromiso con el Todopoderoso se consolidan en acción.

Juntos, estos eventos trazan un arco de desarrollo espiritual. Mientras la escalera simboliza la esperanza y la promesa, la lucha encarna el esfuerzo necesario para cumplir esas promesas. Para los lectores modernos, esto sugiere que la vida espiritual no se trata solo de recibir inspiración, sino de enfrentar activamente nuestras batallas internas.

Lecciones para Hoy: Subir y Luchar

El viaje de Jacob resuena profundamente con nuestras experiencias humanas. A continuación, algunas reflexiones prácticas que podemos aplicar en nuestras vidas:

  1. Reconoce tus “momentos de escalera.” Estos son tiempos de claridad y esperanza, cuando sentimos la presencia de Dios y Su propósito en nuestras vidas. Agradece estos momentos y úsalos como guía en tiempos de oscuridad.
  2. Abraza tus “momentos de lucha.” Como Jacob, todos enfrentamos batallas internas: dudas, miedos o conflictos personales. Estas luchas son oportunidades de transformación. Enfréntalas con valentía y determinación.
  3. Acepta tus cicatrices. Las heridas que adquirimos en nuestras luchas son recordatorios de nuestro crecimiento. En lugar de esconderlas, míralas como señales de fortaleza y superación.
  4. Actúa con propósito. La vida espiritual no se trata solo de esperar intervenciones divinas. Se requiere esfuerzo activo, como la perseverancia de Jacob al luchar por su bendición.

Conclusión

El viaje espiritual de Jacob nos enseña que el crecimiento viene tanto de recibir como de luchar. La escalera nos conecta con la esperanza divina, mientras que la lucha nos desafía a transformar esa esperanza en acción. Ambos aspectos son esenciales en nuestro camino hacia la realización espiritual.

Al reflexionar sobre este tema, pregúntate: ¿estoy reconociendo las escaleras en mi vida? ¿Estoy enfrentando mis luchas con la determinación de recibir una bendición? Jacob nos muestra que, aunque las cicatrices pueden ser inevitables, también son las marcas de una vida vivida con propósito y fe.

¿Y tú? ¿Qué “escaleras” o “luchas” estás enfrentando? Comparte tus reflexiones en los comentarios.


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Josías, el joven rey que reformó a Israel

Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.

Josías tenía solo ocho años cuando se convirtió en rey de Judá, después del asesinato de su padre, el rey Amón. Reinó 31 años y es mencionado en la genealogía de Yeshúa en el Evangelio según Mateo.

A los 18 años, Josías le ordenó al Sumo Sacerdote Hilcías que usara el dinero recaudado de los impuestos a lo largo de los años para restaurar el Templo. Durante este tiempo, Hilcías hizo un descubrimiento majestuoso, al encontrar un rollo descrito como “El libro de la Ley” en la Casa de Yehováh, el cual contenía las palabras dichas por Moisés.

Cuando Hilcías trajo este rollo delante de rey Josías, se lo leyeron; y cuando el rey hubo escuchado las palabras de este libro se “rasgó sus vestiduras” y se alarmó de que las calamidades mencionadas en el libro pudieran caer sobre él y el pueblo por no observar los mandamientos de Yehováh.

La reacción de Josías al escuchar el Libro de la Torá nos enseña la importancia de tener un corazón sensible a la corrección divina. Cuando reconoció que su pueblo estaba lejos de los mandamientos de Yehováh, no buscó justificar el pecado ni ignorar la advertencia. En cambio, se humilló y buscó el consejo del Altísimo. Esto nos recuerda que, cuando nos enfrentamos al error, nuestra primera respuesta debe ser un arrepentimiento genuino que nos lleve a actuar. El Todopoderoso honra a aquellos que se humillan delante de Él, como lo hizo con Josías, quien logró evitar que el juicio cayera durante su reinado.

Luego, el rey Josías envió a consultarle a la profetisa Hulda si toda esta calamidad le acontecería, y ella le aseguró que el mal anunciado sí vendría, pero no en sus días, debido a su corazón humilde y arrepentido.

“…y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Yehováh, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Yehováh” 2 Reyes 22:19.

Posteriormente, se convocó una asamblea de los ancianos de Judá, de Jerusalén y de todo el pueblo, y renovaron el antiguo pacto con Yehováh.

Todo esto provocó que Josías se diera a la tarea de limpiar la tierra de la idolatría. Fomentó la adoración exclusiva a Yehováh y prohibió todas las demás formas de culto. Limpió el Templo en Jerusalén de los instrumentos y emblemas de la adoración a Baal y “el ejército del cielo”, y destruyó los santuarios locales corruptos y lugares altos, desde Beerseba en el sur hasta Betel y las ciudades de Samaria en el norte. ¡Incluso exhumó los huesos de los sacerdotes muertos de Betel y los quemó en sus altares! Josías también restableció las celebraciones de Pésaj a tal punto que la escritura hace una pausa y destaca la manera en que esto se llevó a cabo:

“Nunca fue celebrada una pascua (pésaj) como esta en Israel desde los días de Samuel el profeta; ni ningún rey de Israel celebró pascua tal como la que celebró el rey Josías, con los sacerdotes y levitas, y todo Judá e Israel, los que se hallaron allí, juntamente con los moradores de Jerusalén.” 2 Crónicas 35:18.

Además, Josías destruyó altares e imágenes de deidades paganas en las ciudades de las tribus de Manasés, Efraín y Simeón, y devolvió el Arca del Pacto al Templo de Yehováh. La única excepción a esta destrucción fue la tumba de un profeta anónimo que se encontraba en Betel, quien había predicho que estos lugares religiosos que había levantado Jeroboam serían destruidos algún día. Josías ordenó que se dejara en paz la tumba del “hombre de Dios” y del profeta de Betel, ya que estas profecías se habían hecho realidad.

Josías fue un gran rey que siguió los pasos de su padre David y se volvió hacia Yehováh con todo su corazón, alma y fuerza. Ni antes ni después, hubo un rey como él que siguiera todas las leyes de Moisés. (2 Reyes 22:2; 23:25; 2 Crónicas) 34:2; 35:18).

“E hizo [Josías] lo recto ante los ojos de Yehováh, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda… No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Yehováh de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” 2 Reyes 22:2, 23:25.

Josías no solo se arrepintió personalmente, sino que también guió a toda su nación hacia una renovación espiritual. Limpió la tierra de idolatría, restauró el Templo y devolvió el centro de la adoración a Yehováh. Este ejemplo nos desafía a tomar decisiones valientes para influir en nuestro entorno. A veces, nuestras acciones pueden parecer pequeñas, pero cuando están alineadas con la voluntad de Yehováh, tienen el poder de impactar a muchos. Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.


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grupo de ciegos

¿Están ciegos como Isaac?

No solo la Casa de Judá tiene un velo que le impide ver al Mesías. También la Casa de Israel -de la cual la iglesia hace parte-  tiene un velo que le impide reconocer su identidad como parte de Israel para guardar la Toráh de Yehováh.

En las Escrituras encontramos muchos casos de ceguera física; algunos de estos simbolizan también ceguera espiritual. Yehováh habló en diversas ocasiones por medio de sus profetas para advertir a su pueblo de la condición tanto de ceguera como de sordera que tenían, y que eran las mismas características de los ídolos que adoraban.

Yeshúa, por su parte, señaló que la generación suya, era ciega; pues siendo testigo de las grandes señales que Él hizo y de las enseñanzas que escucharon de sus labios, no las entendieron. Un caso notable es el de la resurrección de Lázaro:

Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había muerto salió, atados los pies y las manos con vendas. Y su rostro había sido envuelto en un sudario. Yeshúa les dice: ¡Desatadlo y dejadlo ir!
Entonces, muchos de los líderes religiosos que habían venido a casa de Miriam y vieron lo que hizo, creyeron en Él.
Pero algunos de ellos fueron a los sacerdotes y a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Yeshúa. Entonces ellos reunieron al Sanedrín y decían: ¿Qué haremos? porque este hombre hace muchas señales. Si lo dejamos así, todos creerán en Él; y vendrán los romanos y nos quitarán tanto el Lugar como la nación. Entonces Caifás, uno de ellos, que era sumo sacerdote de aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada, ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.        Juan 11:43-50

La narración nos dice que entre los testigos de este milagro, había líderes religiosos, muchos de los cuales creyeron, pero algunos fueron a dar su reporte a los sacerdotes y fariseos, lo cual resultó en un complot para ¡dar muerte a Yeshúa! Y nos preguntamos: ¿Cómo es esto posible?

Los dos grupos vieron el mismo milagro y escucharon las mismas palabras; pero cada uno respondió de manera diferente: Los unos rindieron su vida al Mesías y los otros lo consideraron una amenaza a sus intereses. Es evidente que los segundos estaban ciegos y sordos, pero no físicamente como es obvio, sino espiritualmente.

Los autores de los Escritos Mesiánicos (Nuevo Testamento), explican que la ceguera espiritual previno a mucha gente judía de reconocer a Yeshúa como el Mesías, entre ellos las autoridades de la nación.

Yeshúa llora sobre Yerushalayim, por no haber sido ésta capaz de reconocer el tiempo de su visitación (Lucas 19.42) mientras Shaúl (Pablo), declara que la mayoría de Yisrael no reconoce al Mesías a causa de que Yehováh ha permitido que tengan ojos y no vean, oídos y no escuchen… (Romanos 11.8)

Esfuerzos vanos

¿Has tratado alguna vez de explicar a un ciego cómo son los colores? Probablemente ni te hayas molestado en pensarlo, porque ¡es algo imposible! Tampoco podemos describirle por medio de señas a un sordo, como suena la música…

Y algo similar sucede cuando por nuestra propia capacidad tratamos de “convencer” a alguien de entrar por el Camino angosto de la obediencia a la Toráh. Es como hablar en dos lenguas o idiomas diferentes sin lograr entendimiento alguno. Por esta razón no es aconsejable entrar en discusiones necias, como las describe Shaúl el apóstol.

Cosa muy diferente es cuando alguien pregunta con el interés de conocer realmente. En este caso estamos ante alguien como el ciego a quien Yeshúa sanó por etapas:

…tomando [Yeshúa] la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. 25Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Marcos 8.23-25

Cuando alguien se dispone, por su propia voluntad, está manifestando su deseo de “ver”, y en este caso es posible ayudarle y aún acompañarle en el proceso. Una persona así, tiene hambre de la Verdad y desea conocerla; en otras palabras, desea ver; aunque al comienzo todo sea para él turbio y borroso. Pero en el caso contrario, cobra validez el refrán popular: ¡No hay peor ciego que el no quiere ver!

¿Es posible ser sanado o “abrir los ojos”?

Lucas 24.16 nos da la respuesta:

Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Yerushaláyim. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Yeshúa mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen…

Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron…
Lucas 24.13-31

Observemos que  los discípulos no abrieron sus ojos por sí mismos, sino que les fueron abiertos. Es algo que solo Yehováh hace en su absoluta potestad, cuando lo considera oportuno.

Por esto, no podemos enojarnos con quienes no nos entienden, o no ven lo que a nosotros se nos ha permitido ver, y mucho menos podemos menospreciarles; porque nosotros vemos gracias a que la misericordia de Yehováh nuestro Padre nos ha tocado y no debido a méritos propios o a nuestro esfuerzo personal.

La ceguera de la Casa de Judá y de la Casa de Israel

Siempre hemos considerado que la ceguera ha caído en Judá de manera parcial tal y como lo expresa Shaúl en Romanos 11.25:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.

Ahora bien, lo que estamos pudiendo verificar, es que en este momento también la Casa de Israel o Efraín (la iglesia), tiene ceguera parcial. El velo está puesto tanto en el judaísmo como en el Cristianismo. Pero lo más impresionante de todo, es que Yehováh ¡está corriendo tal velo a individuos de los dos grupos! Personas que junto con sus familias, podemos declarar lo mismo que los discípulos de Emmaús, solo que en tiempo presente:

¿No arde nuestro corazón en nosotros, mientras nos habla en el camino, y cuando nos abre las Escrituras? Lucas 24.32

Gracias a nuestro Padre por ese maravilloso regalo. Pero no perdamos la esperanza de que a nuestros allegados, Yehováh les haga llegar también la luz de su conocimiento. Aún faltan personas que deben entrar a Israel antes del fin, pues Shaúl nos declara lo siguiente:

…y luego todo Israel será salvo, como está escrito…
Romanos 11.26

Esto significa que Yehováh está en perfecto control, y que cuando llegue el momento apropiado, el velo será corrido a las dos Casas: Judá y Efraín, de manera que puedan ver con claridad.

¿Que podemos hacer entre tanto? Sugiero algunas cosas:

  • Mantenernos fieles y creciendo en la obediencia a la Toráh.
  • Ser consistentes en lo que decimos y lo que hacemos. El resto de Efraín nos está mirando con lupa.
  • Orar a Yehováh que nos mantenga firmes en el Camino angosto por Su gracia.
  • Interceder, hablando con Yehováh a favor de aquellos que aún no pueden ver. Solo Yehováh podrá abrir sus ojos.
  • Mantenernos atentos a la dirección del Ruaj Kodesh, para ser sus instrumentos portadores de la luz para quienes desean ver.

Rebeca y los camellos

En busca de una esposa fiel

Hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes.

A lo largo de nuestra vida, hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes; tal es el caso de la búsqueda de un cónyuge.

En la narración bíblica de Génesis 24, encontramos una enseñanza profunda sobre la obediencia, la fe y la importancia de buscar la voluntad divina cuando se trata de asuntos tan cruciales como el matrimonio.

Abraham, consciente de la importancia de preservar la bendición de Dios sobre su descendencia, confió a su siervo de mayor confianza la misión de buscar una esposa para su hijo Isaac. Para asegurarse de que esta compañera compartiera la fe y valores de su familia, lo instruyó para que no la buscara entre las hijas de los cananeos.

Tras un largo viaje, el siervo, confiando en la guía divina, oró pidiendo una señal clara para identificar a la mujer correcta. Entonces apareció Rebeca, mostrando notable hospitalidad al ofrecer agua para él y sus camellos, cumpliendo con los criterios buscados mediante la oración y confirmando así que ella era la elección divina. La selección de una esposa que compartiera los principios de Abraham y su fidelidad al Dios Altísimo era fundamental para que se cumplieran las promesas hechas a Isaac y su descendencia.

Este relato contrasta con la experiencia de otros personajes bíblicos, como Esaú, cuyas esposas cananeas causaron dolor a sus padres al no compartir su fe. Asimismo, el ejemplo de Salomón, quien fue desviado de su devoción al Dios de Israel por sus esposas extranjeras, subraya las consecuencias de ligar el destino con alguien que no comparte la misma fe.

La insistencia de Abraham en asegurar una esposa adecuada para Isaac no era una cuestión de exclusión cultural, sino de preservar la pureza de la fe. Dios deseaba que su pueblo permaneciera apartado y fiel, libre de influencias que pudieran desviarlo de la adoración verdadera.

El ejemplo de Abraham es una lección sobre la búsqueda de la dirección divina en decisiones importantes, especialmente en el matrimonio. Nos recuerda que las cualidades de fe, carácter y fidelidad a Dios son esenciales para cumplir con los propósitos divinos, tal como expresa Proverbios 3:5-6:

“Fíate de Yehováh de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.


Pareja compartiendo

La tuya es una pareja poco común

La fe no ofrece soluciones rápidas ni fáciles a los problemas que surgirán en nuestra vida de pareja.

El título de este tema podría corresponder a cualquiera de las parejas existentes, porque cada una constituye una combinación única de un hombre y una mujer únicos, que traen consigo herencias culturales y familiares únicas, cuya formación, carácter, personalidad, físico y demás características los hacen únicos y por tanto la familia que componen también lo será.

​Avraham y Sarah son un buen modelo que nos enseña muchas cosas. Una de ellas y quizás la principal, es que la fe no ofrece soluciones rápidas ni fáciles a los problemas que surgirán en nuestro camino.

De Avraham se dice que enfrentó diez pruebas a lo largo de su vida, que fueron demandando un aumento y madurez de su fe, como cuando se afinan las cuerdas de una guitarra, hasta que al final dio el tono esperado por Yehováh.

​Las diez pruebas de Abraham

1 – El llamado a salir de su tierra y de su parentela.
2 – El hambre en Canaán, que le obligó a descender a Mitsráyim (Egipto)
3 – El secuestro de Sarah en Mitsráyim
4 – La guerra con los cuatro reyes, para rescatar a su sobrino
5 – La larga espera por un hijo y su relación con Hagar
6 – El Mandamiento de La circuncisión a su edad
7 – El secuestro de Saráh por Abimelej
8 – El exilio de Hagar luego de que Sarah dio a luz a Yitsjak
9 – El exilio de Yismael
10 – El sacrificio de Yitsjak (Isaac)

​La vida de Avraham no fue nada fácil y aunque podríamos describir en detalle cada una de las pruebas y lo que significaron para él,  solo nos detendremos en aquellas que involucran directamente a Sarah.

​Una relación de amor más allá del tiempo​

Avram, atraído por la belleza exuberante de Saray, se une a ella y para su sorpresa resulta ser una mujer estéril. En la cultura oriental, esto se considera una señal de maldición; sin embargo Avram no la rechazó ni consiguió otra esposa, lo que hubiera sido lícito por tales circunstancias.​

Más tarde al descender a Mitsráyim (Egipto), nos resulta un poco confuso que Avram le diera instrucciones a Saray para que se presentara como su hermana sin revelar que era su esposa, (la palabra “hermano/na era usada  para designar otros parentescos como primos, sobrinos, etc), es seguro que él nunca pensó que esto resultaría en el secuestro de ella para ser llevada al harén del faraón.

​Avram tuvo que haber pensado algo como: “por qué se me ocurrió tal locura?”, pues ¡más fácil hubiera sido orar o confiar en la protección de Yehováh! Pero su fe había fallado y el mal ya estaba hecho.

Imaginemos su situación: en Canaán, la vida se había vuelto difícil y comenzaban a pasar hambre; entonces Avraham desciende a Mitsrayim solo para perder a su esposa! Las cosas van de mal en peor. Sin embargo, su fe es llevada un peldaño más arriba, lo que suele suceder cuando en lugar de dar paso al resentimiento por los errores que cometemos, los llevamos a nuestro Padre y buscamos Su ayuda. 

​[Nosotros también] nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, carácter aprobado, y el carácter aprobado, esperanza, y la esperanza no será avergonzada, porque el amor de Yehováh ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. 
Romanos 5:3-5

Así, sucedió que Yehováh, quien toma el matrimonio seriamente, se reveló a faraón para evitar que Saray cometiera adulterio con él y le instruyó para que la devolviera a su marido. Las cosas terminan bien: Saray retorna sana y salva y su esposo es compensado por el faraón a pesar del error.

​Saray siente que es un obstáculo para Avram

Y dijo Saray y a Avram: Mira ahora, Yehováh me ha impedido tener hijos, te ruego que te llegues a mi sierva, quizás los obtenga de ella. Y oyó Abram la voz de Saray.
Bereshit (Génesis) 16.2

​En vista de que los años pasaban y nada que Saray queda embarazada. ella de su iniciativa, incita a su esposo a tener relaciones con su sierva Hagar y de allí nace Yismael. Esto no debió ser fácil para ella, pero no estaba pensando en su bienestar solamente, sino en cómo ayudar “a su manera”, a que su esposo cumpliera la misión que le había sido encomendada. A pesar de que la sierva le dio el hijo que esperaba, Avram en ningún momento desplazó a Saray de su corazón, ni permitió tampoco que fuera desplazada de su lugar como señora de la familia.

​La prueba del amor de Avram por su esposa, se mantiene aún cuando los años pasan y Saray se hace vieja. Cuando él completa 99 años, y ella 90, Yehováh interviene para cumplir su promesa de darles descendencia.

​Entonces les da nuevos nombres para evidenciar el cambio que había sucedido en sus vidas. Avram (padre exhaltado) será llamado a partir de allí: Abraham (padre de multitudes) y Saray (princesa) se llamará: Sarah (mujer noble, reina). Así finalmente, Yehováh abre la matriz de Sarah, quien concibe y da a luz a Yitsjak (Isaac), cuyo nombre significa risa, pues afirma: 

’Elohim me ha hecho reír. Todo el que lo oiga, reirá conmigo. Bereshit (Génesis) 21.6

​Pasados cerca de 30 años, y luego de pasar la prueba de ofrecer a su hijo Yitsjak en sacrificio, Sarah fallece. Entonces aún en ese momento, Abraham demuestra su amor y respeto por su difunta esposa, pues compra una tumba digna de ella, donde la sepulta conservando un lugar a su lado para él en el futuro.​

Esta es la historia de una vida, o mejor dos vidas, que se complementaron, que sufrieron juntos las pruebas que les trajo la vida, y que renunciando a sus propias complacencias, supieron afirmarse mutuamente, perdonándose sus errores, respetándose y acompañándose hasta que la muerte los separó.

Ese es el modelo que nos dejaron nuestros padres en la fe. No fueron perfectos, cometieron errores, pero ante todo fueron fieles a Yehováh y el uno al otro hasta el último día. Quiera Yehováh que podamos enfrentar con éxito la vida como lo hicieron ellos y quiera Yehováh que podamos modelar para nuestro descendientes, de manera que nuestras vidas les estimulen a imitarnos.


Abraham e Isaac 2

Imágenes erradas de relatos Bíblicos

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera.

Un Paradigma, es un conjunto de teorías, normas o incluso costumbres que se aceptan sin cuestionar y constituyen un marco rígido de pensamiento.

¿Abraham tratando de sacrificar un niño?

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera. Uno de estos casos sucede al leer el relato de Abraham ofreciendo a Yitsjak (Isaac) su hijo como se comenta en la Parashá de esta semana. Siempre se nos ha mostrado que Yitsjak era un niño de algunos 7 años anda más, lo cual si lo miramos con atención resultaría en un intento de asesinato por parte de su padre. Pero cuando leemos todo el contexto con atención, podemos darnos cuenta de que en realidad Yitsjak ya era un hombre maduro de alrededor de 27 años, que voluntariamente aceptó ser ofrecido sin resistencia alguna, convirtiéndose así en una figura del Mesías, quien “cargó” el madero y fue voluntariamente a la muerte.

¿Un niño que mató un gigante???

Otro caso similar, sucede con la historia de David y Goliat. Nos parece mucho más emocionante imaginar a un niño pequeño enfrentando un gigante, que a un hombre de talla normal; y así cuando leemos el texto bíblico, acude a nuestra mente aquella imagen que ya hemos aprendido de las historias animadas o de los libros de historias bíblicas para niños, sin cuestionarla y que damos por veraz.

La realidad…

David al enfrentar a Goliat, era un hombre de la estatura de Shaúl quien al momento de su unción como rey, sobresalía del resto de los varones por su altura. Esto lo sabemos porque David trató de usar la armadura del rey y al no estar entrenado para ir a la guerra con ella, prefirió no utilizarla. No podemos pensar que la gente era tan tonta como para tratar de poner una armadura de un hombre grande a un niño como lo muestran muchas ilustraciones o dibujos animados. Por otro lado, tampoco podemos perder de vista que David, una vez derribado Goliat, tomó la espada de éste y le cortó la cabeza; si hubiera sido tan solo un niño, ¿cómo pudo ser capaz de levantar la espada del gigante para darle muerte?

La Última Cena…,  ¿en un restaurante griego?

Otro caso similar es el de la última cena de Yeshúa con sus discípulos. Pintada por Leonardo D’Vinci en el Siglo XVI, no corresponde en absoluto al ambiente y a la cultura hebrea. Pareciera copiada de una foto tomada por alguien una noche, donde todos los participantes posan, y los “discípulos” son hombres mayores (algunos ancianos) que morirían en corto tiempo, lo que hubiera sido una pobre estrategia del Maestro por haber escogido hombres con corta expectación de vida que no lograrían impacto alguno en su generación.

La mesa es de tipo occidental con asientos ubicados todos del mismo lado; la comida, para nada corresponde a la de la época y la arquitectura del salón mucho menos. Pero cuando leemos el relato de los Evangelios, escenas como esa fluyen automáticamente a nuestra mente y nos bloquean detalles importantes, aparte de robarnos el “sabor” de la cultura hebrea.

Al igual que éstas, muchas otras interpretaciones son erradas. Han sido distorsionadas y acomodadas para secuestrar a Yeshúa y sus discípulos de su cultura judía; no podemos afirmar que tales cosas hayan sido hechas con premeditación o con mala intención, pero lo cierto es que lograron desviar nuestra atención de aspectos colaterales importantes, así como de los cuadros y sombras proféticas que representan.

Así es como surgieron doctrinas, algunas de las cuales son vitales dentro del cristianismo, pero que ignoran no solo el contexto cultural sino el propósito por el cual fueron incluidas en los relatos sagrados.

Por todo lo anterior, es necesario que nos despojemos de tradiciones, acondicionamientos, enseñanzas y demás cosas adquiridas con el paso de los siglos; entonces podremos leer tales relatos con una frescura renovada para descubrir lo que realmente sucedió y seremos capaces de discernir la correcta interpretación de los hechos y su aplicación a nuestras vidas.


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Abraham y la Torre de Babel

¿Qué relación podría existir entre una multitud de personas que hicieron lo malo delante de los ojos de Yehováh y el patriarca Abraham?

Quizás, antes de responder a ese interrogante, deberíamos de hacernos otra pregunta, ¿cuál fue realmente el pecado de tales personas?

Analicemos el texto por un momento:

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo…” Génesis 11:1-4. 

¿Qué hay de malo en edificar una ciudad y una torre? ¿Será acaso que lo que enfadó a Dios fue que la torre llegara al cielo?

El versículo 4 nos revela que el pecado de esta gente fue su altivez y arrogancia: “…hagámonos un nombre”. El objetivo de estas personas era  hacerse un nombre para nunca ser olvidados en caso de que fueran dispersados por toda la tierra y es aquí donde la historia de Abram (su nombre en ese entonces) se conecta con la Torre de Babel.

Las Escrituras nos relatan que Abram, hijo de Taré, decidió casarse con Sarai (su nombre en ese momento) sin importar el hecho de que ella era estéril (Gen 11:30). Esto significaba que Abram no iba a tener descendencia lo cual era la única manera para que su nombre se prolongara y pudiera a la vez tener un heredero.

Esta acción de Abram agradó tanto a Yehováh, al punto que justo en el siguiente capítulo Yehováh lo llama para que salga de su tierra y deje su parentela, y le promete una serie de cosas que incluían hacer de él una gran nación, bendecirlo, ser bendición y ¡engrandecer su nombre!

La intención de Abram nunca fue la de engrandecer su nombre tal como la de los hombres de Babel, por el contrario, él se mostró humilde, y no tuvo problema de tomar a una mujer estéril como esposa sin esperanza de tener descendencia.

Esto es lo que Dios estaba buscando, un hombre en toda la tierra que no buscara su propia gloria y lo encontró en Abram. Como recompensa, Yehováh lo honró no sólo prometiéndole que “engrandecerá su nombre” sino que le promete que de sus lomos hará salir una gran nación y eventualmente le cambia su nombre por Abraham que significa ‘padre de muchas naciones’.

La bendición de Abraham no terminó ahí ya que Yehováh le promete fidelidad diciéndole de la siguiente manera:

“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Génesis 12:3.

Vemos también que Yehováh le revela su nombre a Abraham:

“…e invocó allí Abram el nombre de Yehováh” Génesis 13:4.

La relación de Abraham con Yehovah llega a tal nivel que Dios mismo llama a Abraham como a nadie más en las Escrituras:

“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” Isaías 41:8.

Abraham se convierte en un confidente de Yehováh, el único Dios verdadero, al punto que Yehováh le confía a Abraham sus planes:

“¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?” Génesis 18:17-18.

Que gran lección podemos aprender del padre Abraham, que confirma lo dicho por el salmista, ciertamente Yehováh atiende al humilde y mira de lejos al altivo.