Messy - Clean home

Cuando todo está en su lugar… la vida mejora

El desorden no es inocente ni inofensivo; está ligado a la procrastinación, que no es otra cosa que postergar decisiones necesarias. A menudo se une a la desidia, al descuido, o a la distracción constante que generan las modas y tendencias.

La Toráh nos revela a un Dios que es Creador y fuente de orden. Desde el primer capítulo del Génesis, Yehováh establece ritmos precisos: “Y fue la tarde y la mañana, un día” (Bereshit/Génesis 1:5). Todo fue hecho en su tiempo: la luz, los cielos, la tierra, las estaciones. Gracias a esa organización divina, podemos vivir con confianza: el sol saldrá cada mañana, el día tendrá 24 horas, y las estaciones se sucederán con fidelidad.

Sin embargo, paradójicamente, muchos luchamos hoy por mantener vidas ordenadas. Tal vez te consideras una persona organizada… pero, ¿cuándo fue la última vez que limpiaste tu bandeja de correo? ¿Tienes tus documentos en orden? ¿Y qué de tu vehículo? ¿refleja ese orden? Son preguntas simples, pero reveladoras.

El desorden no es inocente ni inofensivo

Está ligado a la procrastinación, que no es otra cosa que postergar decisiones necesarias. A menudo se une a la desidia, al descuido, o a la distracción constante que generan las modas y tendencias. Todo esto conforma el cóctel perfecto para una vida sin rumbo, que se va llenando de estrés y agotamiento emocional.

Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás.

(Yeshayahu/Isaías 38:1)

Esta palabra dada al rey Ezequías no solo era literal, sino también profundamente espiritual. El desorden es señal de desconexión, de desbalance interno.

El desorden empobrece el alma y enferma el cuerpo

Estudios demuestran que una habitación caótica afecta nuestra mente. El desorden visual agota nuestra capacidad de procesar información, y nos hace más propensos a tomar malas decisiones, como elegir comida chatarra o postergar tareas importantes.

Un estudio de Princeton University concluyó que el desorden afecta nuestra capacidad de concentración. Además, la Universidad de California encontró que las mujeres con hogares muy desordenados tenían niveles más altos de cortisol, la hormona del estrés.

Y no menos importante: el desorden afecta nuestra vida espiritual. Una mesa llena de papeles, pantallas, y ruido nos aleja de la Palabra de Yehováh. Es difícil meditar en lo eterno cuando lo inmediato nos grita en la cara.

“Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40)

Aunque este pasaje habla de la congregación, el principio aplica a toda nuestra vida.


¿Qué puedes hacer?

En lo material:

  1. Comienza por lo pequeño. No intentes ordenar todo en un día. Comienza con un cajón, un rincón, un archivo.
  2. Clasifica con propósitos. Usa cajas o bolsas con etiquetas: desechar, donar, guardar, reciclar.
  3. Establece horarios. Por ejemplo, 15 minutos diarios o una hora los fines de semana. Poco a poco verás tu progreso.
  4. Fija una fecha límite. Si tienes cosas que no usaste en un año, probablemente no las necesitas.
  5. Asigna un lugar a cada cosa, y asegúrate de que todos en casa lo sepan.

“El secreto de tu futuro está escondido en tu rutina diaria.” — Mike Murdock

En lo espiritual:

  • Pon a Yehováh en primer lugar. Él debe ser tu prioridad, no tu última opción cuando te quede tiempo.

  • Ora con confianza. Él conoce tus límites y está dispuesto a ayudarte.

  • Haz de Su Palabra tu guía. No hay mejor manual de orden y propósito.

  • Guarda el Shabbat. Un día apartado para restaurar tu cuerpo, alma y vida en general, es clave.

  • Imita a Yeshúa. Su vida fue equilibrada, enfocada, con tiempos para enseñar, servir y descansar.

“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Yehováh.” (Devarim/Deuteronomio 8:3)


Piénsalo:

El desorden no se elimina solo; requiere decisión y acción. Pero cada espacio que limpias, cada hábito que ajustas, cada prioridad que corriges… te acerca a una vida más plena y más alineada con el Creador.

La paz interior no se encuentra acumulando cosas, sino liberándote del peso innecesario.

“Para todo hay un tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1)

Que Yehováh guíe tus pasos en este proceso de restauración, desde lo visible hasta lo invisible.


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¿Por qué quedarse con una vision superficial de la vida?


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Yehováh establece tiempos y límites sabios

A veces queremos hacer todo, todo el tiempo, y no aceptamos que hay momentos para comenzar, momentos para descansar, y momentos para dejar que otros continúen lo que nosotros ya hicimos.

La Escritura nos habla de que Yehováh da instrucciones claras sobre el servicio de los levitas. Ellos debían comenzar su servicio en el Tabernáculo a los 25 años y retirarse a los 50. Después de esa edad, podían ayudar, pero no debían hacer el trabajo principal. Esta instrucción nos muestra algo muy importante: el Creador establece tiempos y límites sabios para cada etapa de la vida.

A veces queremos hacer todo, todo el tiempo, y no aceptamos que hay momentos para comenzar, momentos para descansar, y momentos para dejar que otros continúen lo que nosotros ya hicimos. Pero la Escritura nos enseña que vivir dentro de los tiempos de Dios es una forma de sabiduría.

Un tiempo para todo

El libro de Eclesiastés lo dice de manera muy clara:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).

Después de esta frase, el capítulo continúa con una lista de ejemplos:

  • Tiempo de nacer y tiempo de morir,
  • Tiempo de plantar y tiempo de arrancar,
  • Tiempo de llorar y tiempo de reír,
  • Tiempo de guerra y tiempo de paz.

Estos versículos nos recuerdan que la vida no es estática. Siempre hay cambios, y cada momento tiene su propósito. Reconocer esto nos ayuda a vivir con más paz y menos ansiedad.

Volviendo a la porción de esta semana, podríamos preguntarnos: ¿por qué Yehováh les pidió a los levitas que dejaran de servir a los 50 años? ¿No podían seguir si tenían fuerzas? Tal vez sí. Pero el Todopoderoso estaba enseñando algo más profundo: hay sabiduría en saber cuándo es tiempo de retirarse de ciertas tareas.

Aceptar los límites no es señal de debilidad, sino de madurez. A veces, por orgullo, queremos continuar haciendo lo mismo. Pero Dios quiere que aprendamos a pasar la antorcha, a entrenar a otros, a dar espacio a nuevas generaciones. También quiere que sepamos descansar, reflexionar y servir de otras formas.

Hasta el mismo Maestro vivió de acuerdo con los tiempos establecidos. Yeshúa no comenzó su ministerio público hasta llegar a una edad madura, y su tiempo de enseñar, sanar y predicar duró aproximadamente 70 semanas. Luego vino su momento de morir y resucitar, y después de eso, regresó al Padre.

Yeshúa pronunció frases como:

“Mi hora aún no ha llegado” (Juan 2:4)
“El tiempo se ha cumplido” (Marcos 1:15)

Eso nos muestra que no debemos adelantarnos ni atrasarnos al plan del Altísimo. Cada etapa tiene un sentido dentro del propósito divino.

En Lucas 12:56, Yeshúa reprendió a las multitudes por saber reconocer el clima, pero no discernir los tiempos espirituales:

“¡Hipócritas! Saben distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no reconocen este tiempo?”

Así es que Yehováh espera que prestemos atención a los tiempos que estamos viviendo, no solo en la parte física, sino también en la espiritual. ¿Es tiempo de sembrar? ¿de recoger? ¿de enseñar o de aprender? ¿de hablar o de callar?

Vivir con sabiduría en cada etapa

La vida tiene muchas etapas: infancia, juventud, adultez, vejez. Cada una tiene belleza y desafíos. Algunas personas viven frustradas porque quieren volver al pasado o apresurar el futuro. Pero nuestro Padre quiere que disfrutemos y aprovechemos el tiempo presente, sabiendo que Él nos guía con sabiduría.

Efesios 5:15-16 dice:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.”

Eso significa que debemos vivir con propósito y no desperdiciar el tiempo que Dios nos da.

Reflexión: Dejemos que Yehováh marque el ritmo

Yehováh no nos creó para correr sin descanso, ni para quedarnos estancados. Nos creó para caminar con Él, paso a paso, aprendiendo a reconocer sus tiempos y respetando los límites que Él ha establecido para nuestro bien.

Si estás en una etapa de comenzar algo nuevo, ¡hazlo con fe!
Si estás en una etapa de descansar o de dejar ir ciertas responsabilidades, ¡hazlo con paz!
Y si estás en una etapa de espera, confía: Nuestro Padre Celestial nunca llega tarde, ¡Shalom!


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Las tradiciones heredadas respecto a Pentecostés

Es natural que cuando las narraciones de las Escrituras no nos proveen detalles explícitos de los hechos, los estudiosos o eruditos, traten de llenar los vacíos echando mano de tradiciones, suposiciones, inferencias o deducciones razonadas, y hasta de fantasías para adornar los relatos dándoles un toque de sobrenaturalidad. Y ese parece ser el caso de Pentecostés.

La iglesia cristiana afirma haber sido “fundada” ese día, tras el descenso del Espíritu Santo sobre el “colegio apostólico” (los doce apóstoles) que según la tradición (no el Nuevo Testamento), se hallaba reunido en un pequeño aposento y era presidido por María (la virgen), tal como se ilustra en pinturas clásicas:

 

Pero al leer con atención el relato de Hechos 2, surgen preguntas que el mismo texto no responde:

  • ¿Cómo fue posible que Pedro hubiese dado un mensaje a miles de personas que supuestamente se habían reunido ante el estruendo que escucharon en esa casa, si los callejones de Jerusalén son estrechos y para reunir esa cantidad de gente se requeriría de una gran plaza?
  • Ahora bien, el relato nos dice que “como 3000 personas…” (vs.41) respondieron a la exhortación de Pedro y decidieron “bautizarse”. ¿Cómo los bautizaron en ese callejón? En ese tiempo la gente entendía que el bautsmo se realizaba por inmersión; es decir nuestro texto debería decir realmente: “los que recibieron la palabras hicieron inmersión…” (vs.41). ¿Pero dónde la hicieron?
  • La interpretación del texto de esta manera, hace evidente el desconocimiento de la Fiesta de Shavuot (Semanas), que ordenaba a todos los varones subir a Jerusalén y era la razón por la cual multitudes se hallaban reunidas en los patios de Templo, los cuales eran lo suficientemente amplios como para albergar miles de visitantes.
  • Ese fue el escenario perfecto para replicar, en cierto sentido, la manifestación que hizo Yehováh a su pueblo cuando proclamó, con su propia voz, los Diez Mandamientos miles de años atrás en el Monte Sinaí. Ahora que el pueblo se hallaba reunido conmemorando aquél evento singular, sucedió entonces el derramamiento del Espíritu de Yehováh, conectando los dos eventos. Una lectura cuidadosa y comparativa de Éxodo 19 y de Hechos 2, nos permitirá descubrir varias similitudes de los dos acontecimientos.
  • El Templo contaba con cerca de 100 mikvaoth (piscinas individuales) construídas para que los visitantes hicieran una inmersión de purificación antes de internarse en sus áreas, y allí sí pudieron haberse llevado a cabo las 3000 inmersiones de quienes decidieron aceptar el mensaje de Pedro.

Tiene mucho sentido que aquél suceso hubiese ocurrido ese día en ese lugar.  Yeshúa había completado su obra y ahora sus seguidores necesitaban ser investidos con poder lo alto (Hechos 1:8), para llevar a cabo la misión que transformaría el mundo y que a través de los siglos nos ha alcanzado a ti y a mi.

Lo que hizo nuestro Padre Yehováh, no fue otra cosa que comenzar a escribir en nuestros corazones su Torá. Por eso quienes decidimos dar el paso de volvernos a Él y someter nuestras vidas a la autoridad de Yeshúa, el Mesías, somos transformados en nuestra percepción de la vida, y nuestro sistema de valores cambia. Esto no es resultado de un “adoctrinamiento” o de un cursillo de formación. Es algo misterioso y sobrenatural que sucede dentro de nosotros y que nos conduce a actuar de una manera diferente, porque es desde lo más profundo de nosotros que brota esa nueva vida: la Vida de Yeshúa.

Continuemos escudriñado la verdad y seremos libres.

¡Shalom!


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¿Qué significa ser un lider hoy?

De alguna manera, todos deseamos marcar una diferencia y cambiar al mundo. Pensar que esto es algo que se puede lograr de forma independiente, sin el consentimiento de los demás, es una tontería.

Mientras el pueblo hebreo estuvo en el desierto, Yehováh los censó varias veces. En uno de los censos, el que aparece en Números 1, Yehováh le dijo a Moshé que tomara primero un representante de cada tribu.

Dios dijo a Moshé:    …un varón de cada tribu, cada uno cabeza de su respectiva casa paterna, estará con vosotros.   Números 1:4

Una lección de vida

Cada tribu tenía una sola cabeza (líder). Y aunque ciertamente había muchas personas calificadas para “dirigir” a los demás, sólo había uno reconocido como el líder entre todo el grupo. ¿Cuál es la diferencia entre alguien que es capaz de dar ordenes a los demás y uno que los puede liderar?

La primera cosa que necesitamos entender es que una persona llega a ser “líder”, no solamente por una decisión unilateral. Ser líder, requiere el consentimiento de aquellos a quienes desea liderar. En otras palabas, un líder solo llega a serlo, si otros deciden seguirlo; mas si no tiene seguidores voluntarios, – es decir que quienes lo siguen lo hacen en contra de su voluntad – entonces tal persona es solo un “jefe” y las personas que “le siguen” están siendo manejadas y no lideradas.

Esta distinción, una vez entendida, puede generar un impacto muy positivo en nuestra vida diaria. De alguna manera, todos deseamos marcar una diferencia y cambiar al mundo. Pensar que esto es algo que se puede lograr de forma independiente, sin el consentimiento de los demás, es una tontería.

Para lograr un cambio verdadero y duradero, siempre se requiere el consentimiento, la voluntad y el deseo de los demás de seguir a un líder para llevar a cabo una misión más grande.

Características de un líder

Para descubrir a un líder, necesitamos observar atentamente si hay ciertas señales que se manifiestan en la vida de esa persona, de una manera consistente:

1. Influye sin forzar

Un líder nato no necesita imponer su voluntad; la gente simplemente lo sigue. Su forma de hablar, actuar y decidir inspira confianza, respeto y acción.

2. Tiene visión clara

No solo ve el presente, sino que proyecta el futuro con claridad. Sabe hacia dónde va, y logra que otros quieran caminar con él en esa dirección.

3. Sabe tomar decisiones difíciles

Mientras otros dudan o se paralizan, el líder natural evalúa, decide y asume la responsabilidad, incluso cuando la decisión no sea popular.

4. Es congruente

Vive lo que predica. La coherencia entre sus palabras y acciones le otorga una autoridad moral que va más allá de un cargo o título.

5. Es capaz de sacar lo mejor de otros

Motiva, corrige con sabiduría y hace que otros den más de lo que creían posible. No busca protagonismo, sino el crecimiento del grupo.

6. Muestra firmeza y humildad

No es arrogante, pero tampoco cede fácilmente. Tiene convicciones firmes y sabe cuándo mantenerse en pie o cuándo reconocer errores.

7. Asume riesgos con propósito

No actúa por impulso, pero tampoco se queda en la zona de confort. Un líder nato se lanza, si es necesario, para abrir camino.

En las Escrituras, vemos ejemplos de líderes natos como Moisés, Josué, David o Nehemías. Todos ellos tenían un llamado, una carga en el corazón, y la capacidad de levantar al pueblo en tiempos de crisis. Pero también vemos que el liderazgo nato no siempre se manifiesta desde el principio —muchas veces se descubre en la prueba y en el servicio.

No confundas carisma con liderazgo. Hay personas muy elocuentes o atractivas que mueven multitudes, pero no son verdaderos líderes —porque no levantan, no transforman, ni guían con propósito.

Quizás esté pensando: “No estoy interesado en ser un lider de multitudes…” Aclaremos entonces que un líder no necesita de un gran número de seguidores. Pero el solo hecho de que estés rodeado de personas, te da la oportunidad de influir positivamente en algunas de ellas. Puede ser que solo una o dos personas te observen y quieran ser como tú, tener lo que tienes, vivir como tú vives; bueno eso es liderazgo. Y es posible que tu llamado solo sea a liderar a tu familia inmediata porque son quienes están más cerca de ti.

Entonces, la clave para que otras personas deseen imitarte con entusiasmo es primero mostrar tu compromiso con tu forma de vida, en nuestro caso con las Instrucciones del Reino de Yehováh. Una vez que esto sea evidente, naturalmente irradiarás un entusiasmo, que unido a tu deseo de influir en otros te abrirá las puertas para que seas un instrumento útil en las manos de nuestro Padre.

Por último, no olvides nunca mantener entre ceja y ceja tu misión como embajador del Reino de los Cielos. Las cosas que hacemos en nuestra rutina diaria en el día a día, no las llevamos a cabo para acariciar nuestro propio ego y ganar el reconocimiento de los demás; las hacemos para que la gente a nuestro alrededor, que se halla sumida en la confusión, las tradiciones, los temores, las amenazas y las dudas, encuentren una esperanza al entrar en una relación viva, real y transformadora con nuestro Padre por medio de Yeshúa el Mesías.

Entonces habremos descubierto lo que es el verdadero liderazgo y estaremos conduciendo a otros a la verdadera “Tierra Prometida”, como era el propósito con aquellos que fueron escogidos en nuestro pasaje inicial del libro de Números.


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Tratando al prójimo compasiva y justamente

Desde Génesis hasta Apocalipsis, el Creador nos muestra que nuestra relación con los demás debe estar marcada por el amor, la misericordia y el respeto.

Vivimos en un mundo donde muchas veces las personas están más enfocadas en lo que pueden obtener que en cómo pueden ayudar. Sin embargo, la Escritura nos enseña que el corazón de Yehováh se mueve por la compasión y la justicia. Desde Génesis hasta Apocalipsis, el Creador nos muestra que nuestra relación con los demás debe estar marcada por el amor, la misericordia y el respeto.

Una de las enseñanzas más claras sobre este tema se encuentra en Levítico 25:35-36

“Si tu hermano empobreciere, y se acogiere a ti, tú lo ampararás… No tomarás de él interés ni usura, sino tendrás temor de tu Dios, y vivirá tu hermano contigo.”

Este pasaje nos recuerda que si alguien a nuestro alrededor está pasando necesidad, no debemos ignorarlo. Al contrario, nuestro Padre nos llama a ampararlo, a tratarlo con dignidad y a no aprovecharse de su debilidad.

Un hermoso ejemplo de compasión y justicia en acción es la historia de Booz y Rut. Rut era una mujer extranjera, viuda y pobre. No tenía derechos ni protección en la sociedad israelita. Pero Booz, al verla recogiendo espigas en su campo, no solo le permitió hacerlo, sino que también ordenó a sus trabajadores que dejaran espigas intencionalmente para ella (Rut 2:15-16). Además, más adelante, Booz actúa como redentor y se casa con ella, restaurando su dignidad y su futuro.

“Yehováh pague tu obra, y tu recompensa sea cumplida de parte de Yehováh Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.” – Rut 2:12

La historia de Rut y Booz nos enseña que la compasión va más allá de sentir lástima. Implica acciones concretas para levantar al que está caído.

Nadie mostró más compasión que Yeshúa. Él no solo predicó el amor al prójimo, lo vivió cada día de su ministerio. Uno de los momentos más impactantes fue cuando alimentó a más de 5,000 personas que lo seguían y escuchaban sus enseñanzas.

“Y salió Yeshúa y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.” Mateo 14:14

“Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.” – Mateo 14:19

Yeshúa vio la necesidad de la gente y no la ignoró. Sanó, alimentó, enseñó y abrazó a los que eran despreciados por la sociedad: leprosos, pecadores, mujeres marginadas y niños.

En el Sermón del Monte, Yeshúa enseñó:

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.”  Mateo 5:7

La misericordia no es solo sentir pena, sino actuar con ternura, paciencia y perdón. Yeshúa prometió que aquellos que sean compasivos con otros también recibirán compasión de Dios.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:6

Esto nos habla de tener un corazón que busca lo correcto, que se duele ante la injusticia y que desea que todos vivan con dignidad y esperanza.

La compasión y la justicia son temas repetidos en los Salmos y Proverbios. Veamos algunos ejemplos que nos pueden ayudar a reflexionar:

“Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; libradlo de mano de los impíos.” Salmo 82:3-4

Este pasaje nos recuerda que Dios nos llama a defender a los vulnerables y a usar nuestras palabras, recursos y posición para ayudar a otros.

“El que oprime al pobre, afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.” Proverbios 14:31

Cuando ayudamos al necesitado, estamos honrando a Dios mismo, porque cada ser humano fue hecho a su imagen.

“A Yehováh presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” Proverbios 19:17

Este versículo nos muestra que cada acto de generosidad es una inversión en el cielo. El Todopoderoso ve y recompensa lo que hacemos con corazón sincero.

A veces pensamos que ayudar al prójimo es solo para los ricos o para los líderes religiosos. Pero la verdad es que todos podemos hacer algo. Un plato de comida, una palabra de ánimo, una oración, una llamada, una sonrisa… todo cuenta. Y en muchos casos, lo que damos puede cambiar el día o incluso la vida de alguien.

¿Nos hemos preguntado últimamente quién cerca de nosotros necesita un gesto de compasión? ¿Hay alguien que está solo, triste, enfermo o pasando por una crisis?

Conclusión

Tratar al prójimo con compasión y justicia no es una opción, es un mandato divino. Así como Yehováh nos trata con misericordia, nos llama a hacer lo mismo con los demás. Sigamos el ejemplo de Booz, de Yeshúa, y de tantos otros en la Escritura que entendieron que la verdadera fe se vive en el amor al prójimo.

Y nunca olvidemos lo que dijo el Señor:

“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” – Mateo 25:40

¡Shalom!