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Moshé y la integridad

Y la plata de los censados de la congregación ascendió a cien talentos, y mil setecientos setenta y cinco siclos, según el siclo del Santuario. Un becá por cabeza, medio siclo, según el siclo del Santuario por cada uno incluido entre los empadronados, mayores de veinte años, que fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Se emplearon cien talentos de plata para fundir las basas del Santuario y las basas de la cortina. Para cien basas cien talentos, a talento por basa. 28 Y con los mil setecientos setenta y cinco siclos hizo los ganchos de las columnas, cubrió sus capiteles y les hizo molduras… Éxodo 38:25-31

Moshé reportó cómo fue utilizado el oro, el cobre, la madera, las telas, las pieles de animales y las gemas preciosas – confirmando que cada artículo fue apropiadamente utilizado para la construcción del Tabernáculo – y ninguna porción quedó para su beneficio personal o el de su familia.

Moshé llegó a ser reconocido por su integridad y tenía una reputación libre de reproches, sin embargo, consideró necesario presentar en detalle y públicamente este reporte. ¿Por qué? En ninguna parte vemos que YHVH le hubiera exigido hacerlo; pero a pesar de esto, él lo hizo de su propia iniciativa.

La respuesta nos da una perspectiva acerca de cómo funciona la integridad. Cuando somos íntegros, no solamente quienes nos rodean tienen la obligación de juzgarnos favorablemente, sino que al mismo tiempo tenemos la responsabilidad de evitar situaciones en las que tales personas puedan llegar a conclusiones erradas respecto de nosotros.

Con frecuencia escuchamos individuos declarando: “No me importa lo que piensen de mí, yo sé que estoy haciendo lo correcto”. El planteamiento de la Palabra de YHVH, sin embargo, es que a pesar de que ciertamente tenemos que hacer lo correcto ante los ojos de YHVH, no debemos dar una impresión equivocada a quienes nos rodean.

Hallamos escrito en el libro de los Proverbios:

No se aparten de ti la paz, el favor y la verdad, sino átalos a tu cuello y escríbelos en las tablas de tu corazón, para que encuentres misericordia, favor y entendimiento ante YHVH y ante los hombres. Proverbios 3:3-4

Vivimos en un mundo en el que no podemos aislarnos y hacer lo que es de nuestro gusto o conveniencia, ignorando las consecuencias de nuestras acciones. Somos parte de la familia de Yehováh; pertenecemos a la comunidad de Su Reino y si bien somos una nación dispersada por todo el mundo, es nuestra gran responsabilidad modelar e inspirar a otros y elevar el estándar de lo que llamamos: comportamiento aceptable. Te guste o no, todo lo que haces, sea bueno o sea malo, tiene un impacto en la vida de quienes te rodean. Y nuestras acciones – incluso las mal interpretadas – pueden generar una mala imagen para YHVH y para su pueblo.

Finalmente definamos de manera práctica la INTEGRIDAD: Hacer lo correcto y lo justo, aunque nadie nos esté mirando.

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Jacob (Yaa’kov), el patriarca que transformó la historia

Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en la vida de Jacob, que estuvo repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.

Pocos personajes bíblicos tienen la prominencia de Ya’akov, Jacob, en la historia del pueblo de Israel. Ya’akov fue el mismísimo padre de los doce hombres que fundaron cada una de las tribus del pueblo de Israel. Nieto de Avraham, e hijo de Itzjak, la promesa del Eterno le fue reafirmada en varias ocasiones a través de las Escrituras. Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en su vida, repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.

Ya’akov fue una de las pocas personas en las Escrituras a las que sabemos que les fue cambiado el nombre, y esto representa un cambio espiritual que él vivió en su vida, a raíz de todas sus experiencias y propósito profético. Pero antes de que su nombre fuese cambiado a Israel, él nació con el nombre de Ya’akov.

יַעֲקֹב
Ya’akov (Jacob)

Como casi todos los nombres hebreos, el de Ya’akov también está relacionado con las circunstancias que rodearon su nacimiento. Rebeca, su madre, había tenido revelación previamente, acerca de la concepción de gemelos en su vientre, y el hecho de que ya se peleaban antes de nacer estaba relacionado con el destino profético de los descendientes de estos dos hermanos.

El momento del nacimiento se nos cuenta de la siguiente manera:

Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. (Genesis 25:24-26)

El calcañar es sinónimo de talón. Ya’akov salió agarrando a Esaú por el talón. En hebreo, lo agarró del akev. Y por eso lo llamaron Ya’akov. Es decir, este nombre tiene que ver con una parte de la anatomía humana, pero al mismo tiempo tiene un significado figurativo: akav es un verbo que significa “seguir (de atrás)”,suplantar” o también puede ser “engañar”. En español tenemos la expresión que alguien nos viene pisando los talones, cuando queremos expresar que están muy cerca, que nos están siguiendo y casi alcanzando. Algo parecido sucede en el hebreo, con un aún un poco más de ramificaciones metafóricas.

Luego de haber engañado a su padre haciéndole creer que él era Esaú, con fin de recibir la bendición, su hermano se lamentó diciendo:

Bien llamaron su nombre Ya’akov, pues ya me ha suplantado (Ya’kveni) dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí? (Genesis 27:36)

Aquí Esaú hace referencia directa a la elección del nombre de su hermano por parte de sus padres, el cual se relacionaba con un incidente en el evento de su nacimiento, pero ahora él lo utiliza de manera metafórica, haciendo un juego de palabras y llamando a su hermano “engañador”, o “suplantador”.

La palabra Ya’akov aparece en una connotación negativa en Jeremías 9:4:

Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña (akov) con falacia (ya’akov), y todo compañero anda calumniando.

Se puede observar aquí que no hay dos palabras distintas en el hebreo, sino que ambas palabras son idénticas: “akov ya’akov” es una expresión hebrea que lo que hace es simplemente enfatizar la acción, en este caso, la acción de engañar.

A pesar de todas las dificultades que Ya’akov experimento en su vida, o tal vez gracias a ellas, su destino fue marcado por el Altísimo y consecuentemente, su nombre cambiado a Israel. Un “nuevo nacimiento” (espiritual), sucede en su vida.

El profeta Oseas cita en sus escritos ambas naturalezas de nuestro patriarca:

En el seno materno tomó por el calcañar (akav) a su hermano, y con su poder venció (sará) al ángel. (Oseas 12:3)

Akav es la raíz de Ya’akov. Sará es la raíz de Israel.


La ofrenda de la viuda

La viuda que dio más que todos

Marcos 12:41-44, Lucas 21:1-4
Semana 63

La historia se conoce como “la ofrenda de la viuda” o “la viuda pobre que echó más que todos”. En esta ocasión vemos a Yeshúa inspeccionando el tesoro del Templo y enseñándole a sus discípulos un contraste que existía entre los ricos del pueblo que “echaban mucho” y una viuda pobre que “echó dos blancas”, pero que sobrepasó lo que daban los ricos. La diferencia la hizo la motivación del corazón de la viuda:

“Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca…” Marcos 12:42-43.

Hay varios aspectos que podemos rescatar dentro de esta historia. Sin duda alguna, las ofrendas de los ricos eran notables para el resto de las personas en el Templo; sin embargo, Yeshúa logró identificar lo que muchas veces dejamos pasar por alto y esto me recuerda al momento en que Samuel fue enviado por Dios a ungir a David:

“…Yehováh no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Yehováh mira el corazón” 1 Samuel 16:7.

Samuel estaba basando su criterio en lo que miraba con sus ojos físicos y no siguiendo el criterio de Yehováh.

Otro aspecto que aprendemos de este relato es que, a diferencia de los ricos, evidentemente la viuda pobre hizo un sacrificio para poder dar su ofrenda:

“…porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento” Marcos 12:44.

Esta acción me hace también recordar cómo la viuda de Sarepta se despojó de lo último que tenía para dárselo al profeta Elías el cual le dijo que no temiera porque Yehováh tendría cuidado de ella.

“Elías le dijo: No tengas temor… Porque Yehováh Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Yehováh haga llover sobre la faz de la tierra” 1 Reyes 17:13,14.

Estoy convencido de que nuestro bienestar no depende de la cantidad que podamos dar o “echar en el arca”, nuestro bienestar depende exclusivamente de nuestra confianza en Yehováh, ¡Dios de Israel!

El Yeshua Hebreo

El Yeshúa hebreo vs. el Jesús griego

El antiguo Mateo hebreo cuenta una historia que no se puede apreciar en las traducciones del arameo o del griego del libro de Mateo, y en el momento en que Mateo finalmente se tradujo al español, la importancia del nombre de Yeshúa se perdió por completo. Las instrucciones del ángel Gabriel a Yosef en el antiguo Mateo hebreo, dice, “Llamarás su nombre Yeshúa, porque Yoshía”. Las palabras Él salvará son una sola palabra en hebreo: Yoshía. Yeshúa significa YeHoVáH salva. Yoshía significa Él salvará, Yeshúa Yoshia.

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Bait (בָּית) – la Casa

La palabra bait, casa, está asociada con la letra bet, que es la segunda letra del alfabeto hebreo y la primera letra de la Torá, en la palabra b’reshit  (en el comienzo). Tradicionalmente, esto fue entendido como que el Creador creó al principio una casa (bait) en donde puso a Su creación.

La palabra bait en hebreo no es meramente una casa construida con materiales de construcción en donde una persona o familia viven. Es mucho más que eso.

Cuando en hebreo se lee “la casa de” tal persona o de otra, esto se está refiriendo a su familia. Así, cuando dice “Entra tú y toda tu casa en el arca (Gen 7:1) o “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre” (Gen 12:1), se está refiriendo a la familia. Tal vez los ejemplos más famosos sean cuando se habla de la casa de Israel: 

Venid, oh casa de Yaacob, y caminaremos a la luz de Yehováh. (Isaías 2:5)

La Biblia está repleta de ejemplos de la “casa” de tal persona o de tal otra, siempre asociándolo con su familia, su pueblo, su heredad. 

Otra acepción interesante de la palabra bait tiene que ver con la preposición “dentro”. Tal como una casa se construye para vivir dentro de ella, la misma palabra puede utilizarse para describir en donde se encuentra un objeto o sujeto, en relación con otro. Por ejemplo:

Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. (Gen 6:14)

Se preguntará porque puse este ejemplo si la palabra casa no aparece allí… ¡Justamente para probar el punto! La palabra bait en este verso fue traducida como “dentro”. Obviamente no tendría sentido que el traductor hubiese traducido “la calafatearás con brea por casa y por fuera”. De acuerdo al contexto, esta palabra fue traducida como “dentro” a pesar de que la palabra que Noé hubiese escuchado de Dios hubiese sido la misma; bait.

Lo mismo sucede más tarde cuando se le ordenó a Moisés construir la “otra” arca (aunque las palabras hebreas son distintas: tevá es el arca de Noé y arón es el arca de la alianza) se cubrió en este caso con oro:

Y la cubrirás de oro puro por dentro (bait) y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. (Éxodo 25:11)