Uno de los primeros actos de obediencia que Yehováh demanda a Su pueblo es “recoger” (cosechar y apartar) las primicias de la cosecha o del fruto del trabajo. Surge entonces una pregunta natural: dado que hoy la mayoría no nos dedicamos a la agricultura ni a la cría de animales, ¿acaso este mandamiento sigue aplicándose? De ser así, ¿cómo podemos obedecerlo?
En el mundo actual, es imposible vivir sin algún tipo de ingreso periódico, ya sea salario, renta, donativo o cualquier otra forma de sustento. Cabría preguntarnos, entonces, si estos ingresos pueden equipararse a los beneficios que se obtenían de la tierra y el ganado, los cuales eran reconocidos como bendición de Yehováh para Su pueblo fiel y trabajador.
Todo lo que hacemos hoy —me refiero a actividades legales y honestas— es posible gracias a las capacidades, talentos, habilidades y relaciones que Yehováh nos ha permitido desarrollar. Por lo tanto, ¿no son las ganancias o beneficios resultantes de esos dones igualmente bendiciones Suyas? Y si concluimos que sí lo son, ¿no tendremos también la responsabilidad de cumplir de la mejor manera este mandamiento?
Es notable que, una vez que el pueblo entraba en la tierra y recogía sus primeros frutos, debía presentarse ante Yehováh y declarar:
«He apartado lo consagrado de mi casa, y se lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me mandaste; no he quebrantado tus mandamientos ni me he olvidado de ellos».
Deuteronomio 26:13
¡Espera! Aquí no solo se habla de apartar lo consagrado para Yehováh, sino también de proveer para el extranjero, el huérfano y la viuda. ¡Esto es profundamente significativo!
Si no obedecemos este mandamiento, tenemos muy poca base escritural para esperar las bendiciones de Yehováh en nuestras finanzas. Recordemos que Él ha prometido que, si le obedecemos apartando la décima parte de lo que obtenemos mediante las habilidades y talentos que nos ha dado, detendrá al devorador para beneficio nuestro:
«Os reprenderé por causa del devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril», dice Yehováh de los ejércitos.
Malaquías 3:11
Por el contrario, actuar en desobediencia trae consecuencias. Si fallamos en apartar la porción que le corresponde a Yehováh, estamos quebrantando el pacto al robarle; como resultado, no solo sufren quienes sirven en el ministerio, sino también la viuda, el huérfano y el extranjero. No por descuido de Yehováh, sino porque quien debía ser canal de ayuda retuvo lo que no le pertenecía. Así caemos bajo maldición y damos al devorador bases para dañar nuestras finanzas.
Aunque Yeshúa nos liberó de la maldición que pesaba sobre nosotros por quebrantar la Torá, no nos eximió de la responsabilidad de seguir Su ejemplo, viviendo una vida apartada de los patrones de este mundo. Cuando reconocemos que estamos pecando en alguna área, es nuestro deber arrepentirnos y volver a la obediencia.
Esto aplica también en el ámbito financiero. Al separar nuestro diezmo —la porción consagrada (kadosh) de nuestros ingresos— y compartirla con quienes la Torá ordena, nos volvemos a Yehováh de múltiples maneras, y Él se vuelve a nosotros:
«Volveos a mí, y Yo me volveré a vosotros», dice Yehováh de los ejércitos. «Pero vosotros decís: “¿En qué hemos de volvernos?”. ¿Robará el hombre a ’Elohim? Pues vosotros Me habéis robado. Y decís: “¿En qué te hemos robado?”. ¡En los diezmos y en las ofrendas! Sois malditos con maldición, porque vosotros, la nación entera, Me habéis robado».
Malaquías 3:7-9
No todo en el judaísmo es errado. Allí se enfatiza la práctica de dar, en hebreo tzedakáh (caridad), considerada un mandamiento tan crucial que, de no cumplirse, se pone en duda la descendencia de quien así actúa. Dar a los pobres es una obligación ineludible, incluso para quienes están en necesidad. Algunos sabios judíos afirmaron que la tzedakáh equivale a todos los mandamientos juntos, y que quien no la practica es comparable a un idolatra.
Con razón Yeshúa afirmó:
«Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».
Este principio se refuerza en el Nuevo Testamento (Brit Hadashá), donde se señala que si no damos al ver a un hermano en necesidad material, es dudoso que el amor de Yehováh more en nosotros:
«Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano en necesidad, y cierra su corazón contra él, ¿cómo morará el amor de ’Elohim en él?».
1 Juan 3:17
Por supuesto, Yehováh recompensa la compasión y la generosidad. Promete que cuando damos a los pobres, necesitados, viudas y huérfanos, Él nos retribuirá:
«El que da al pobre presta a Yehováh, y Él le recompensará».
Proverbios 19:17
¿Es esta la manera de aplicar el diezmo que apartamos?
Originalmente, el diezmo se entregaba en la Casa de Yehováh (el Templo) para su mantenimiento y para sostener a levitas y sacerdotes. Con el tiempo, muchos sacerdotes se corrompieron, y lo recibido ya no bastaba para saciar su codicia. Por eso, en tiempos de Yeshúa, establecieron negocios de cambio de moneda y venta de animales en los patios del Templo, lo que provocó que Yeshúa los expulsara, acusándolos de convertir la Casa de Su Padre en cueva de ladrones:
«…y entró en el Templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y les decía: “¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones’? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”».
Marcos 11:15-17
Ahora bien, cuando Yeshúa envió a Sus discípulos en misión, les dijo:
«El obrero es digno de su salario» (Lucas 10:7),
dando a entender que quienes se dedican al ministerio a tiempo completo pueden recibir apoyo de aquellos a quienes sirven. Si bien Yeshúa no habló específicamente del diezmo, ¿podemos inferir que es lícito destinar una parte para sostener a quienes nos enseñan y guían espiritualmente, así como a quienes han consagrado su vida a dar a conocer la verdad de Yehováh? Personalmente, creo que sí.
Al apartar el diezmo, reconocemos que Yehováh es quien nos permite generar esos recursos. Como todos Sus mandamientos, debe nacer de un corazón agradecido, consciente del privilegio y la responsabilidad de participar en la misión que Yeshúa encomendó a Sus seguidores.
Puede haber situaciones que dificulten apartar el diezmo completo. En tales casos, debemos hacer lo posible dentro de nuestras limitaciones. Lo importante es que no haya excusa para dejar de ayudar a quienes están en necesidad o de compartir las cargas de quienes sirven a Yehováh. Como Pedro al paralítico, debemos estar dispuestos a decir:
«No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy» (Hechos 3:6).
¿Qué podemos dar? ¿Cómo podemos ayudar? ¿De qué manera mostrar gratitud a Yehováh y a Yeshúa? Reflexiona, ora y permite que Yehováh te guíe al respecto.
¡Shalom!