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haSatán – שָׂטָן – El propósito de la Adversidad

Si usted creció dentro de la fe cristiana, seguramente estará familiarizado con el concepto de cielo e infiero, así como también “Dios versus el Diablo”. Esto forma parte de un paradigma que se aprende desde pequeño, ya sea por medio de la educación en casa, la escuela, la iglesia, y hasta los programas y películas de televisión.

Lo interesante es que desde una perspectiva netamente hebrea y escritural, podemos llegar a conclusiones totalmente diferentes. O al menos un poco más amplias. Muchos creen que Satanás es el “archienemigo” de Dios, que trata de arruinar los planes del Todopoderoso para llevar al mundo al caos y la destrucción. Una nube de suspenso envuelve el desenlace de la historia y escatología bíblica… ¿Quién ‘ ganará’ la batalla final?

Como creyentes en el Creador, tendemos a creer que solamente la “luz”, lo “bueno” y lo “santo” provienen del creador, mientras que las “tinieblas”, lo “malo” y lo “profano” provienen del enemigo; de Satanás. Pero veamos como era la concepción de lo bueno y lo malo en tiempos de Isaías el profeta:

Yo soy Yehováh, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Yehováh, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Yehováh soy el que hago todo esto. (Is 45:5-7)

Para muchos, este pasaje de Isaías es recibido con gran sorpresa y hasta un poco de decepción. ¿Porqué el Creador del universo, de quién proviene todo lo que es bueno, ha creado tinieblas y adversidad? 

Espero que al final de este artículo, tenga una mejor idea acerca de esto.

Tal vez la mayor diferencia entre el “Satanás del cristianismo” y el concepto del satán hebreo, es que el satán hebreo no precisa escribirse con mayúscula. En otras palabras, hasatán (el satán) no es una persona. Es un principio que puede ser aplicado a cualquier persona o cosa, así como también es un verbo que hasta puede conjugarse.

En las escrituras, existe lo que llamamos la “regla del primer uso”. Esto significa que cuando encontramos una palabra que aparece por primera vez, el significado de la misma de acuerdo al contexto, nos dará la pauta de qué es lo que esta palabra nos quiere decir. Veamos la primera instancia en donde encontramos la palabra שָׂטָן (satán).

Así Balaam se levantó por la mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de Moab. Y la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Yehováh se puso en el camino por adversario (satán)  suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos criados suyos. (Números 22:21-22)

Podemos ver claramente en este episodio de Balaam, que el mismísimo angel de Yehováh es quien es llamado “satán”. Y esto no es debido a que este sea quien es conocido en el cristianismo como “Satanás”, sino a la función que este angel estaba cumpliendo. Este angel se puso en el camino para obstruir el paso de Balaam y su asna. Es por eso que esta palabra fue traducida simplemente como “adversario”.

En el siguiente versículo dice:

Y el ángel de Yehováh le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí. 

Las palabras “para resistirte” en el hebreo son literalmente “como satán”. “Yo he salido como satán”. Como un obstáculo, como un adversario.

En el primer libro de Samuel 29:4, los filisteos temen llevar a David a la batalla porque creen que el se puede convertir en un satán (traducido “enemigo”) contra ellos. En el segundo libro de Samuel 19:22, David llama a los hijos de Sarvia “satán”, en este caso traducido como “adversarios”.

En el primer libro de los Reyes 11:14, Yehováh mismo prepara un “satán”, un adversario, contra el rey Salomón.

Podemos observar en todos estos ejemplos un común denominador, que está relacionado con un principio negativo. Y no me refiero a negativo en el sentido de inherentemente malo, sino en el sentido de lo opuesto al principio positivo. La polaridad opuesta. Imagínese cómo funciona la electricidad, o una simple batería; la energía positiva no fluye a menos que haya una negativa.

Imagínese otro escenario: cuando uno levanta pesas, es la misma resistencia, aquello que nos “tira para abajo”, precisamente lo que nos hace mas fuertes. Si el Creador creó este principio negativo denominado satán, no es para que suframos sin razón, sino para fortalecernos en la adversidad.

Todos queremos vivir una vida sin adversidad y sin problemas, pensando que ese tipo de vida es justamente la que nos trae complacencia. Sin embargo, es cuando nos encontramos en la adversidad que nos arrodillamos ante el Creador y sacamos coraje y valentía para sobreponernos a todo obstáculo. Y esto, al fin y al cabo, es lo que nos llevará a convertirnos en la persona que fuimos designados a ser.

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Av-Ben – El misterio del Padre y el Hijo


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¿Qué significa el nombre יְהֹוָה (Yehováh)?

Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha deseado conectarse con la fuente de poder y creación que posibilitó la existencia del universo y del mismo hombre. En las Escrituras Hebreas, se nos cuenta que este Ser superior tenía comunión con el primer hombre, así como también con ciertos individuos a lo largo de la historia. En el registro bíblico de la creación (Gen 2:4), dice que ”Yehováh Elohim hizo la tierra y los cielos.” Esta es la primera vez en que el nombre personal del Creador aparece en las Escrituras, la primera de más de 6500 veces. A diferencia de Elohim, que es un título que significa “poderoso” y es la forma hebrea de la palabra “Dios”, Yehováh (יְהֹוָה) es un nombre propio, es decir, es el nombre que se utiliza en las Escrituras para referirse al único Dios. Al Creador de los cielos y la tierra.

En Genesis 4:26 se nos dice que “los hombres comenzaron a invocar el nombre de Yehováh”. Este era un nombre conocido desde los tiempos más antiguos y vemos como a través de la historia, distintos personajes bíblicos lo invocan:

Genesis 12:8: (Abraham) pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Yehováh, e invocó el nombre de Yehováh.

Genesis 26:25: Y (Isaac) edificó allí un altar, e invocó el nombre de Yehováh, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo. 

Genesis 28:16: Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.

De aquí es que, teniendo un conocimiento básico de hebreo y tomando en cuenta TODA la Escritura en su contexto, podemos comprender que la traducción y el entendimiento del siguiente verso no es adecuando.

Éxodo 6:3: Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente (El Shadai), mas en mi nombre Yehováh no me di a conocer a ellos.

Si esta traducción fuese correcta, ¿cómo podrían explicarse los versículos citados más arriba en este estudio?

La realidad es que, la última parte de este verso, וּשְׁמִי יְהוָה לֹא נֹודַעְתִּי לָהֶֽם׃ debe entenderse en el hebreo tal como lo que llamamos en español una pregunta retórica. En hebreo no existen los signos de pregunta, por lo cual algunas cosas pueden entenderse por contexto. En este pasaje, el Eterno le está diciendo a Moisés que Él se les apareció y les mostró Su poder a los patriarcas. Una mejor manera de traducir ese verso sería:

Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente (El Shadai), y ¿[acaso]  no me di a conocer a ellos por mi nombre Yehováh?

Por último, me gustaría ahondar en el significado del nombre del Altísimo. Un lugar de referencia muy importante es en Éxodo 3:13-15, en donde Él se le revela a Moisés:

Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo:
El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.
Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY (אֶֽהְיֶה אֲשֶׁר אֶֽהְיֶה – Ehié asher ehié).
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY (אֶֽהְיֶה – Ehié) me envió a vosotros.
Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel:
Yehováh (יְהֹוָה, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob,
me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.

Este pasaje es muy revelador con respecto al significado del nombre del Eterno. Como usted podrá observar, hay dos nombres distintos que aparentan ser revelados aquí; “Yo soy el que soy”“Yehováh”. Estos nombres aparecen de manera intercambiable, es decir, primero uno, pero luego Yehováh aparece en lugar del otro, ¿Porqué?

La respuesta está no tanto en el nombre en sí, sino en el significado y la esencia del mismo. Yo soy el que soy, proviene del verbo “ser”. Interesantemente, este verbo no puede ser conjugado en tiempo presente en el hebreo. De hecho, “Ehié” no significa “soy” sino “seré”, en futuro. También puede ser entendido como el presente continuo, “siendo”. El nombre Yehováh, esas cuatro letras en Hebreo, constituyen una palabra única en la lengua, y probablemente única en el mundo, en la que el verbo ser está conjugado en pasado, presente y futuro

הָיָה (haya) —> fue

הֹוֶה (ové) —> es

יהִיֶה (yhié) —> será

En otras palabras, Yehováh es aquel que existe más allá de nuestra percepción limitada del paso del tiempo. El es el ETERNO.


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Pésaj (פֶּסַח) – La Pascua

A pesar de que la palabra Pascua es asociada con la Pascua católica, en donde los huevos y conejos de chocolate son elementos tradicionales, la palabra “Pascua” en sí es una palabra que encuentra su origen en la lengua hebrea. Fue a través de la palabra griega Πάσχα (pronunciada ‘pasja’) que esta palabra llegó al español, y el griego la tomó a su vez del original hebreo פֶּסַח (pronunciado ‘pésaj’). El origen de esta palabra se remonta a la tierra de Egipto, en donde el primer Pésaj ocurrió hace más de 3400 años.

Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua (pésaj, פֶּסַח) de Yehováh. (Éxodo 12:1)

Aquí podemos ver cómo la palabra pésaj fue originalmente utilizada; no como el nombre de una fiesta o celebración, sino como el nombre de un sacrificio, que a su vez sería comido por cada familia. Vemos en este versículo como el pésaj se “comía apresuradamente”. Cabe aclarar que a partir de este sacrificio y evento, la palabra Pésaj fue adoptada para denominar esta celebración. En el siguiente versículo vemos como el rey Josías celebra  el pésaj, además de sacrificar el pésaj: 

Josías celebró la pascua (pésaj) a Yehová en Jerusalén, y sacrificaron la pascua (pésaj) a los catorce días del mes primero. ( 2 Cro 35:1)

Lo siguiente que veremos en este estudio es el origen de esta palabra en el hebreo. Veíamos acerca de ese primer pésaj que debía comerse de manera apresurada cuando fue ordenado por primera vez. Unos versículos mas adelante, las Escrituras Hebreas indican de manera inequívoca la razón por la cual el pésaj recibió ese nombre, y lamentablemente esto es algo que no puede verse en español ni en ninguna otra lengua fuera del hebreo. La palabra pésaj proviene del verbo hebreo pasaj (פָּסַח), que significa “pasar”. Es interesante ver incluso cómo el hebreo y el español comparten esta similitud fonética entre las palabras pasaj y pasar. La palabra viene del siguiente versículo:

Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré (pasaj) de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. (Ex 12:13)

Otro ejemplo muy bello que utiliza el verbo pasaj, se halla en el libro del profeta Isaías, que dice:

Como las aves que vuelan, así amparará Yehováh de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando (pasóaj y salvando. (Is 31:5)

En este ejemplo el verbo pasaj está conjugado de manera diferente, pero se trata de la misma raíz verbal y un significado muy parecido. En este caso el traductor asoció el verbo no simplemente con la idea de “pasar”, sino también con la idea de “preservar”. Es decir, se le dio a la palabra un significado más específico dado el contexto en el que Isaías la mencionó. Con base en esto, podemos ahora retornar al episodio del primer pésaj que sucedió antes del Éxodo, y asociar también esta idea de “preservar” con la idea original de “pasar por encima de las casas” en cuyas puertas estaba la sangre del cordero. En otras palabras, el pésaj nos enseña que a través de nuestra fe y confianza en la protección del eterno es cómo realmente Él nos preservará y guardará de que el mal no entre en nuestras casas.
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Bait (בָּית) – la Casa

La palabra bait, casa, está asociada con la letra bet, que es la segunda letra del alfabeto hebreo y la primera letra de la Torá, en la palabra b’reshit  (en el comienzo). Tradicionalmente, esto fue entendido como que el Creador creó al principio una casa (bait) en donde puso a Su creación.

La palabra bait en hebreo no es meramente una casa construida con materiales de construcción en donde una persona o familia viven. Es mucho más que eso.

Cuando en hebreo se lee “la casa de” tal persona o de otra, esto se está refiriendo a su familia. Así, cuando dice “Entra tú y toda tu casa en el arca (Gen 7:1) o “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre” (Gen 12:1), se está refiriendo a la familia. Tal vez los ejemplos más famosos sean cuando se habla de la casa de Israel: 

Venid, oh casa de Yaacob, y caminaremos a la luz de Yehováh. (Isaías 2:5)

La Biblia está repleta de ejemplos de la “casa” de tal persona o de tal otra, siempre asociándolo con su familia, su pueblo, su heredad. 

Otra acepción interesante de la palabra bait tiene que ver con la preposición “dentro”. Tal como una casa se construye para vivir dentro de ella, la misma palabra puede utilizarse para describir en donde se encuentra un objeto o sujeto, en relación con otro. Por ejemplo:

Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. (Gen 6:14)

Se preguntará porque puse este ejemplo si la palabra casa no aparece allí… ¡Justamente para probar el punto! La palabra bait en este verso fue traducida como “dentro”. Obviamente no tendría sentido que el traductor hubiese traducido “la calafatearás con brea por casa y por fuera”. De acuerdo al contexto, esta palabra fue traducida como “dentro” a pesar de que la palabra que Noé hubiese escuchado de Dios hubiese sido la misma; bait.

Lo mismo sucede más tarde cuando se le ordenó a Moisés construir la “otra” arca (aunque las palabras hebreas son distintas: tevá es el arca de Noé y arón es el arca de la alianza) se cubrió en este caso con oro:

Y la cubrirás de oro puro por dentro (bait) y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. (Éxodo 25:11)

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Rúaj haKodesh – El Espíritu Santo

Esta expresión se ha vuelto bastante popular en el movimiento mesiánico y de raíces hebreas en las últimas décadas. Sabemos que es una expresión compuesta. Por un lado tenemos el rúaj, qué es traducido como el espíritu y por el otro tenemos kodesh, qué es traducido como santo o santificado. Tal vez la parte más simple sea explicar primero, que kodesh no significa santo sino más bien separado

La palabra rúaj tiene un significado muy abarcativo y se conecta con todo lo etéreo, es decir, todo lo que no es físico. No necesariamente con el espíritu asociado con el alma al cual nos referimos cuando hablamos del término rúaj haKodesh, sino a cualquier cosa que no sea física, incluido el intelecto, nuestro estado de ánimo, o nuestros pensamientos y emociones en circunstancias específicas.

Y los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu (rúaj)
Isaías 31:3

Para explicar más sobre el significado de cuán versátil es la palabra rúaj dependiendo de la palabra con la que se encuentre conectada, considere los siguientes ejemplos:

A una persona se puede denominar como paciente o impaciente, dependiendo de qué tipo de espíritu posea: kotser rúaj (corto de espíritu) es una persona impaciente, mientras que erej rúaj (largo de espíritu) es una persona paciente. En el mismo versículo en Eclesiastés 7:8 menciona también al g’vá rúaj (espíritu alto); este es el “orgulloso”. 

El término ruaj haKódesh como tal, no aparece en las escrituras hebreas, pero una forma muy similar si aparece: junto con el posesivo. “Rúaj kodshejá”: Tu rúaj haKodesh, es lo que aparece en el salmo 51:11, cuando el rey David le ruega al Creador no ser despojado de Su espíritu. Es interesante notar cómo en el mismo salmo se habla también de “otros” espiritus: rúaj najón (espíritu “recto”, v10), rúaj nedivá (espíritu “noble”, v12) y por último rúaj nishbará (espíritu “quebrantado”, v17).

Mientras que es cierto que existe tal cosa como el espíritu de Dios (rúaj Elohim), y sabemos que como seres humanos lo podemos poseer, es importante tener en cuenta, a la luz de los ejemplos presentados en este artículo, que el rúaj no debe mirarse necesariamente como un término místico desconcertante, sino que se debe reflejar en nuestro carácter, emociones y temperamento. 

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Yehudí (יְהוּדי) -El significado de ser judío

Primero que nada me es necesario aclarar que estoy escribiendo este artículo como judío de nacimiento, además de por elección. Con el correr de los años mi entendimiento, y por consiguiente, mi definición acerca de lo que significa ser judío se ha expandido de manera significativa.

De acuerdo a la definición rabínica moderna, un judío es aquel que nació de vientre judío (es decir, que su madre es judía, independientemente de la religión del padre). También es judío aquel que se convierte a la religión judía.

Pero el término podría analizarse también desde otra perspectiva. Ahondemos en las Escrituras, ya que el término Yehudí (judío), tiene connotaciones más abarcativas y significados más profundos de los que normalmente le atribuimos. De cierta manera, se podría comparar en ciertos aspectos con el término Ivrí , o el nombre Israel (vea los artículos sobre estas palabras haciendo click en ellas) .

Hace dos mil años, un yehudí era todo aquel que vivía en el area de Yehudáh, además de practicar la religión judía. A esa área se la llamó Yehudá porque solía ser originalmente, cuando la tierra se dividió en los tiempos de Josué, la tierra correspondiente a la tribu de Yehudá, o Judá. Los límites de esta tierra se expandieron en los tiempos posteriores a Salomón, cuando existían dos áreas principales en Israel; el Reino de Judá (al sur) y el Reino de Israel (en las tierras de Samaria y Galilea, al norte).

Si nos regresamos a la persona en la que se origina este nombre, debemos remontarnos hasta los tiempos de Ya’akov, nuestro patriarca. Su cuarto hijo fue llamado Yehudá por su mamá, Lea, cuando dijo “esta vez alabaré (‘odé’, de la misma raíz que Yehudá) a Yehováh” (Génesis 29:35).

Otro versículo que nos ayudará con el contexto de lo que estamos examinando hoy, viene de otro yehudí, Shaul (Pablo), quien da su opinión al final del segundo capítulo de la epístola a los romanos:

Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente”.

Pablo era un fariseo, y este pasaje debe entenderse en contexto. No hay duda de que él creía, tal como la religión judía de su tiempo, que  si un niño nacía de padres judíos era judío. Pero el está implicando aquí un significado más profundo a lo que quiere decir ser un yehudí. El nacer de determinados padres no determina la manera en que actuaremos en este mundo. Pablo está utilizando el término de yehudí para aquellos que “se lo ganan”, por así decirlo.

En este contexto, Yehudí sería “aquel que alaba a Dios con sus obras” (interpretación libre de Tzvi).

Por eso, sí, un yehudí es aquel que nació de padres judíos, como yo o Pablo; y también un yehudí es aquel que se convierte a la religión judía. Pero por sobre todas las cosas, un yehudí es quien actúa de manera recta y justa, con un corazón transformado para agradar al Creador.