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La animosidad que estamos presenciando entre el pueblo de Israel y sus vecinos árabes, se remonta a los tiempos de los patriarcas. Cuando Rebeca (Rivka) dio a luz a Esaú (Esav) y a Jacob (Ya’akov) comenzaron los problemas y las rivalidades. Esaú quiso dar muerte a Jacob; y tal actitud se vió múltiples veces a lo largo de la historia de Israel. Cuando la Casa de Judá fue llevada en cautiverio, los descendientes de Esaú no solo se burlaban, sino que, a quienes trataban de escapar los capturaban para darles muerte o entregarlos a los enemigos, tal como se relata en el libro del profeta Abdías 1:11-14.
 

Con frecuencia decimos que la historia es cíclica, es decir que se repite una y otra vez. Cuando leemos con atención las historias que nuestro Padre Yehováh quiso que conociéramos, nos damos cuenta de que lo sucedido a los patriarcas, son sombras de lo que habría de ocurrir al resto de pueblo de Yehováh; de esa manera Él nos está dando a conocer el final, desde el principio.

Al leer estas porciones necesitamos hacerlo dando vuelo a nuestra imaginación para recrear cada circunstancia y lograr dimensionar la trascendencia de cada suceso. Al hacerlo hallaremos “perlas escondidas”, que enriquecerán nuestra vida y nos motivarán a permanecer fieles al pacto que hemos hecho con nuestro Padre Yehováh y con Yeshúa nuestro Mesías.


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