¿Qué hay de orgullo en pervertir el orden de la Creación? ¿acaso hemos visto algo en los desfiles LGBT+, algo que sea digno de admiración o imitación?
Después de leer y reflexionar sobre el evento de Números (Bemidbar) 25, cuando Pinjas (Finees), en su celo por la santidad del campamento de Yisrael, dio muerte a la pareja que osó entrar públicamente a fornicar en medio del pueblo, justo cuando todos se lamentaban por el juicio de Yehováh, no podemos menos que detenernos y preguntarnos:
¿Y nosotros… cómo reaccionamos hoy frente a la inmoralidad sexual que nos rodea y se nos impone cada día?
La Escritura relata que por causa de la fornicación y el desenfreno con las hijas de Moab y la idolatría a Baal Peor, la ira de Yehováh se encendió contra Yisrael y 24,000 personas murieron por aquella plaga (Números 25:9). Fue el celo de Pinjas lo que detuvo el juicio de Elohim y trajo expiación al pueblo. Su acción no fue simple violencia: fue un acto de justicia dentro de un contexto de rebelión abierta y corrupción moral que amenazaba la identidad y el pacto del pueblo de Yehováh.
Ahora bien, no se trata de que nosotros hoy salgamos a ejecutar juicio físico. Eso no nos corresponde en este tiempo ni bajo estas circunstancias. Pero sí debemos preguntarnos:
¿Nos mostramos indiferentes ante la creciente inmoralidad? ¿Nos callamos por miedo al rechazo? ¿Estamos cediendo terreno, permitiendo que se normalice lo que la Torah condena claramente?
En el presente, vemos cómo los valores bíblicos son ridiculizados y considerados como instigadores del odio, mientras la perversión es exaltada como virtud. Las marchas del “orgullo” LGBT+, financiadas y promovidas incluso por gobiernos y grandes empresas, no solo buscan visibilidad: buscan imponer una ideología que trastoca el orden divino establecido desde la Creación, donde Yehováh creó “varón y hembra” (B’reshit / Génesis 1:27), y santificó el matrimonio como unión entre hombre y mujer (B’reshit / Génesis 2:24).
Lejos de ser manifestaciones de respeto o igualdad, muchas de estas marchas se han convertido en escenarios de desnudez pública, actos sexuales simulados, y burlas descaradas hacia la fe y la moral tradicional. En algunas ciudades año tras año, los niños son llevados a presenciar estos “espectáculos” como parte de una supuesta “educación inclusiva”, cuando en realidad son formas de adoctrinamiento moral y perversión. ¿Dónde están los padres que alzarán la voz? ¿Dónde está el pueblo santo que no puede tolerar que se profane lo sagrado?
La Torah nos llama a ser un pueblo apartado (Vayikrá / Levítico 20:26), no conformados a los caminos de este mundo (Romanos 12:2), sino obedientes en todo. No basta con enseñar a nuestros hijos a “ser buenos”; debemos formar en ellos un temor reverente a Yehováh, enseñarles a discernir entre lo santo (kadosh) y lo profano, entre lo puro y lo impuro (Levítico 10:10).
Porque si no lo hacemos nosotros, el mundo los formará a su imagen. Y no será la imagen del Mesías.
Nuestros hogares deben ser baluartes de verdad, donde se viva, se enseñe y se defienda la Torah sin vergüenza ni tibieza. Como dice el Shemá:
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos… y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”
Devarim – Deuteronomio 6:6-7
La única protección real que nuestros hijos tendrán es aprender de nosotros la obediencia sin condiciones a la Torah de Yehováh. ¡No hay nada más!
Y tú…
¿Qué legado estás dejando? ¿Estás dispuesto a ser como Pinjas, celoso por la santidad del campamento? ¿O te conformas con mirar desde lejos mientras se desintegra todo lo que es bueno y justo?