¿Puede el éxito alejarnos del Creador?

Recordar que la victoria viene de Yehováh es vivir con gratitud constante. Es entender que sin Él, nuestros esfuerzos serían insuficientes, pero con Su favor, lo imposible se vuelve posible.

Yehováh advierte a Su pueblo sobre un peligro silencioso que aparece cuando llegan las bendiciones… Pero, ¿qué podría ser? La respuesta es: Olvidarse de Él. Esto dice la Escritura:

“Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Yehováh tu Dios por la buena tierra que te habrá dado. Cuídate de no olvidarte de Yehováh tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos… y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Yehováh tu Dios, porque Él te da el poder para hacer las riquezas…” Deuteronomio 8:10,14,17-18.

Muchas veces, cuando luchamos y tenemos poco, clamamos al Creador cada día. Pero cuando llega la estabilidad económica, un ascenso laboral, un título universitario o una meta cumplida, el riesgo es pensar: “Yo lo logré por mi esfuerzo”.

Claro que el esfuerzo es importante, pero la Escritura nos recuerda que la capacidad para trabajar, aprender y tener éxito viene del Todopoderoso. Él abre las puertas, pone personas clave en nuestro camino y nos guarda de peligros que ni siquiera vemos.

Yosef, el hijo de Ya’akov, pasó de ser vendido como esclavo a ser el segundo en autoridad en Egipto (Génesis 41). Cuando el faraón le pidió interpretar sus sueños, Yosef pudo haber aprovechado la oportunidad para engrandecerse, pero dijo:

“No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón” . Génesis 41:16

Yosef sabía que su inteligencia y habilidad eran regalos del Altísimo. En nuestros días, esta actitud nos enseña que cuando recibimos un ascenso, ganamos un premio o logramos algo importante, debemos reconocer públicamente que el Creador nos dio las capacidades y la oportunidad.

Cuando el pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo y los egipcios fueron derrotados, Miriam, la hermana de Moisés, tomó un pandero y cantó:

“Cantad a Yehováh, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete”. Éxodo 15:21

Ella no celebró la astucia humana ni la fuerza militar, sino que exaltó al Todopoderoso como el verdadero vencedor. Así también nosotros, cuando superamos una enfermedad, salimos de una crisis o vemos cumplirse un sueño, debemos reconocer que no fue casualidad ni por nuestra capacidad únicamente, sino la mano del Creador obrando a nuestro favor.

David fue perseguido durante años por el rey Saúl y luego por su propio hijo Absalón. Sin embargo, siempre reconoció que Yehováh lo libró. En 2 Samuel 22:2-4 dijo:

“Y dijo: Yehováh es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste. Invocaré a Yehováh, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos.”

En el mundo actual, donde la gente suele atribuir sus logros solo a estrategias o contactos, este ejemplo nos recuerda que debemos reconocer la protección invisible del Altísimo en cada paso que damos.

El mismo Yeshúa, nos dio el ejemplo perfecto de humildad y dependencia. En Juan 5:19 dijo:

“No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre…”

Aun teniendo poder para hacer milagros, Yeshúa siempre dio gloria al Padre. En nuestras vidas, esta actitud significa reconocer que cada idea brillante, cada cliente nuevo, cada oportunidad de negocio, viene de la provisión del Creador.

El apóstol Pablo pasó de ser perseguidor de los creyentes a uno de los más grandes predicadores del Evangelio. Él nunca se atribuyó el mérito de su cambio, sino que dijo:

“Pero por la gracia de Yehováh soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo”. 1 Corintios 15:10

Pablo nos enseña que incluso nuestras transformaciones internas, la capacidad de dejar malos hábitos o de enfrentar retos, provienen de la obra del Altísimo en nosotros.

La reina Ester no buscó gloria personal cuando salvó a su pueblo, sino que confió en que el Altísimo la había puesto en ese lugar “para un tiempo como este” (Ester 4:14). Ella arriesgó su vida sabiendo que la victoria final dependía de Yehováh. En nuestros logros, debemos entender que muchas veces el Creador nos posiciona con un propósito más grande que nosotros mismos.

Hoy, vivimos en una cultura que promueve el “tú puedes con todo” y el “si lo logras, fue por tu esfuerzo”. Pero la Escritura nos invita a vivir diferente: reconociendo que todo lo bueno que tenemos viene de Dios.

Esto no significa que no debamos trabajar duro, estudiar o esforzarnos. Significa que debemos reconocer que el Altísimo es quien nos dio la salud para levantarnos cada mañana, la mente para entender, la energía para perseverar y las oportunidades para avanzar.

Cuando alcanzamos un título universitario, debemos decir: “Gracias, Yehováh, porque me diste la capacidad y abriste las puertas”. Cuando nuestra empresa crece, debemos declarar: “El Todopoderoso ha sido mi proveedor”. Cuando superamos una etapa difícil, debemos proclamar: “El Creador me sostuvo”.

Enseñando a nuestros hijos a glorificar a Dios

Las Escrituras no solo nos habla a nosotros, sino que nos recuerda que debemos transmitir estas verdades a la siguiente generación. Si nuestros hijos ven que damos gloria a Dios en cada logro, aprenderán que la vida no se trata solo de acumular éxitos, sino de honrar al Altísimo con ellos.

Podemos enseñarles con acciones simples:

  • Orar en familia cuando se logra una meta.
  • Agradecer públicamente al Creador en una graduación o en un evento especial.
  • Contarles historias bíblicas de personas que reconocieron que su victoria venía de Dios.

Conclusión

Recordar que la victoria viene de Yehováh es vivir con gratitud constante. Es entender que sin Él, nuestros esfuerzos serían insuficientes, pero con Su favor, lo imposible se vuelve posible.

Como dice Proverbios 3:6:

“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”

El reto para nosotros es no dejar que el éxito nos haga olvidar al Todopoderoso Yehováh, sino que cada logro sea una oportunidad para decir: “A Él sea la gloria”.

¡Shalom!

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