La inteligencia artificial (IA) se está convirtiendo en una parte integral de nuestras vidas, transformando la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Pero, ¿qué impacto tiene la IA en nuestra vida espiritual y en nuestra conexión con Yehováh? Conforme avanza la tecnología, surge la pregunta de cómo la IA influirá en la espiritualidad y si puede coexistir con nuestras creencias más profundas.
La creación de sistemas de IA avanzados cuestiona la naturaleza misma de la conciencia y la espiritualidad. ¿Acaso una máquina podría entender algo como «una experiencia espiritual»? Al no poder hacerlo puesto que carece de alma (intelecto, voluntad y sentimientos), ¿cómo podría relacionarse con los seres humanos que poseen esa dimensión más allá de lo puramente medible o científico y que además se halla arraigada en nosotros por generaciones y hasta está presente en nuestro ADN? Estos interrogantes nos empujan a explorar las conexiones entre los seres humanos y la inteligencia artificial, y cómo pueden coexistir.
La IA desafía la creencia de que solo Dios puede crear seres conscientes y racionales. A medida que los humanos diseñan algoritmos y sistemas capaces de tomar decisiones (?) y de aprender, surge la pregunta de si esta puede ser considerada una forma de creación. ¿Es la IA una manifestación moderna de la creación humana, o es simplemente una herramienta para explorar y comprender mejor la creación divina?
No podemos olvidar que cuando Yehováh nos creó, lo hizo a Su imagen y semejanza. Pero sabemos que no se refería a una semejanza corporal porque Él es espíritu. Así que lo que Él hizo, fue darnos facultades similares a las suyas: una mente -con conciencia, capacidad de raciocinio, de reflexión, de investigación, de creación-; una dimensión sentimental: capacidad de amar, odiar, tener misericordia, perdonar, etc., y la parte más maravillosa e inigualable: nos dotó con una voluntad, es decir la capacidad de tomar decisiones. De manera que a diferencia de la IA que solo se basa en información codificada, – el equivalente a nuestra mente- nosotros combinamos todos esos atributos para hacer decisiones y eso es algo que una máquina nunca podrá hacer.
Sí; quizás una máquina pueda acumular mucha más información que nuestro cerebro, pero nunca poseerá la parte subjetiva que proviene de sentir, de percibir, de intuir, porque esas facultades residen en el alma, esa parte invisible que es el halo del Creador en nosotros.

Las máquinas siempre carecerán de la capacidad de «sentir» la cual reside en el alma
Según sus «creadores», la IA se programa con el propósito de la toma de decisiones éticas y teniendo en cuenta los valores culturales. Sin embargo aquí surge otra gran pregunta: ¿Con referencia a qué, se codifican esos principios éticos? ¿Tal programación refleja los valores morales-espirituales provistos por Yehováh? ¿cuál es su marco? Es decir, ¿está la IA, siendo programada para respetar la dignidad humana y promover la justicia según lo enseñado en la Toráh de Yehováh?
Otros problemas serios tienen que ver con la privacidad y la autonomía. Yehováh nos concedió el derecho a una vida privada y a ejercer lo que conocemos como libre albedrío. Pero… ¿podrá la IA ser programada para entender lo que significa tanto el derecho a la privacidad, como el respeto que nos fue otorgado por nuestro Creador para tomar decisiones aunque estas sean erróneas?
En última instancia, el efecto de la inteligencia artificial en la vida espiritual del hombre es un tema que requiere cuidadosa reflexión. La IA puede ofrecer oportunidades para explorar mucha información al respecto, pero también cuestiona la esencia misma de lo espiritual y la relación del hombre con lo divino.
Quienes avanzamos por el Camino de la Verdad, somos responsables de «vigilar» atentamente las sutilezas de las que el Oponente puede echar mano, porque la advertencia de Yeshúa sigue en pie:
…aparecerán falsos Mesías y falsos profetas que harán grandes milagros -¡cosas asombrosas!- para engañar, si es posible, incluso a los elegidos.
Mateo 24:24
Si hoy apareciera un profeta tal como lo concebimos, probablemente no tendría credibilidad alguna. Pero si surge un científico, una mente brillante, capaz de seducir con sus argumentos las mentes de la gente que están acostumbradas a rendir culto a la ciencia, entonces tal individuo podría conducir a las multitudes por la senda que desee; y muy probablemente una de sus herramientas, sea la IA. Piensa en esto y reflexiona seriamente.