Yehováh nos dio las Escrituras como guía para que sepamos lo que es bueno y lo que es malo; sin embargo, depende de cada uno de nosotros vivir de acuerdo con la Palabra de Yehováh aceptando el bien y rechazando el mal, o vivir de acuerdo con los dictados de nuestro propio corazón y la perspectiva cultural actual o cosmovisión del mundo.

Aunque no es posible controlar todas las circunstancias que afectan nuestras vidas, podemos determinar cómo reaccionaremos ante ellas. Podría ser más fácil ser feliz o ser agradable cuando todo va bien, pero no hay garantía de que lo seremos igualmente en medio de los malos tiempos.

Del mismo modo, las circunstancias trágicas no tienen que sacudirnos de nuestra firme base para que perdamos la fe en Yehováh y nos volvamos miserables y amargados.

Un famoso psicólogo y sobreviviente del Holocausto, Viktor Frankl, escribió en su libro Man’s Search for Meaning (Búsqueda del hombre por significado), sobre la capacidad de la humanidad para ejercer el libre albedrío durante las horribles circunstancias de la opresión nazi y los mortales campos de concentración.

Aunque podríamos esperar que una persona sería incapaz de actuar de una manera amable, moral y humana bajo condiciones tan terribles, Frankl reporta en su libro que este no era el caso; observó muchos ejemplos de individuos heroicos.

Frankl escribió:

“[Estos hombres] ofrecen pruebas suficientes de que todo le puede ser quitado a un hombre, menos una cosa: la última de las libertades humanas que consiste en elegir la actitud de uno en cualquier conjunto de circunstancias; es decir elegir el propio camino…”.

(Págs. 86-88)

Incluso bajo estrés físico y emocional extremo, podemos elegir nuestro comportamiento -ya sea amar y perdonar- o permanecer en odio y amargura. La mayoría de nosotros nunca tendrá que soportar condiciones tan brutales, pero cada a uno de nosotros le serán presentadas opciones a lo largo de nuestra vida.

Podemos elegir si ser o no valientes, desinteresados y fieles; o inclinarnos al miedo, luchar por nuestro propio camino, y perder nuestra dignidad humana, especialmente durante una adversidad grave.

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