Un nombre es, entre otras cosas, la esencia, la naturaleza física y profética, el carácter, la reputación, la autoridad, y hasta la memoria de una persona.
“En la Biblia, el nombre revela la esencia y la misión de quien lo lleva.”
El significado profundo de “Shem”
Según el diccionario, la palabra nombre se define como: Una palabra que sirve para designar los seres vivos o las cosas materiales o etéreas.
Sin embargo, en hebreo, shem (שֵׁם) va mucho más allá. Un nombre es, entre otras cosas, identidad, naturaleza física y profética, carácter, reputación, autoridad e incluso la memoria de una persona.
Teniendo esto en cuenta, veamos algunos ejemplos en las Escrituras hebreas.
“Hacerse un nombre”: fama o propósito
“Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo, y hagámonos un nombre (shem).”
Génesis 11:4
En este pasaje, “hacerse un nombre” (na‘asé lanu shem) apunta a reputación y prestigio. No es solo un identificador personal; expresa el estatus del individuo o del pueblo que lo lleva. La humanidad buscó construir una identidad separada de la voluntad divina.
Shem y los valientes de Génesis 6:4
“Los nefilim se llegaron a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.”
Génesis 6:4
Aquí shem se traduce como “renombre”, reforzando la conexión entre el nombre y el honor o la fama que lo acompaña.
Un buen nombre y el carácter de una persona
En distintos pasajes del Tanaj aparece el concepto shem tov —buen nombre—, que alude a la congruencia entre reputación y carácter.
“Más vale buen nombre que muchas riquezas.”
Proverbios 22:1
Tener un “buen nombre” no es solo prestigio: es reflejar un carácter íntegro que honra al Creador.
El nombre de Dios y la responsabilidad del creyente
“Mi nombre es blasfemado continuamente todo el día.”
Isaías 52:5
“En ti se regocijan los que aman tu nombre.”
Salmo 5:11
El Nombre representa la autoridad y la presencia de quien lo lleva. Pronunciarlo o invocarlo implica reconocer Su carácter y actuar conforme a Él.
El tercer mandamiento: tomar el nombre en vano
“No tomarás el nombre de YHVH tu Dios en vano.”
Éxodo 20:7
Tomar Su nombre en vano no se reduce a maldecir o jurar; también es llevar Su nombre sin coherencia, proclamando pertenecer a Él mientras nuestras acciones lo deshonran. Cada vez que decimos que somos suyos, representamos Su Nombre ante el mundo.
Conclusión: el nombre y nuestra identidad espiritual
El estudio de shem revela que el nombre en la Biblia no es una simple etiqueta. Es identidad, propósito y destino. Conocer su significado nos invita a vivir de modo que nuestro propio nombre —y el Nombre que representamos— refleje fidelidad, integridad y honra.




