La Comunidad se protege con Normas de Salud y Santidad

Nuestro Padre no es indiferente a lo que hacemos con nuestros cuerpos o con nuestro entorno. Él quiere que su pueblo viva sano, limpio y en orden.

En Levítico 15:1–33, Yehováh da instrucciones muy detalladas sobre cómo manejar ciertas condiciones físicas, como flujos corporales. A primera vista, estos temas pueden parecer incómodos o innecesarios, pero en realidad tienen una profunda enseñanza: El Creador se preocupa por la salud de su pueblo y establece normas para proteger a la comunidad.

En este capítulo, cada persona que tenía una condición que causaba impureza debía tomar ciertas precauciones: lavarse, aislarse temporalmente, no tocar objetos sagrados, entre otras cosas. Aunque estas normas eran físicas y ceremoniales, reflejan un principio eterno:

cuando vivimos en comunidad, lo que afecta a uno puede afectar a todos.

Por eso, Yehováh estableció reglas que promovían la salud, la limpieza y la santidad.

Así apartaréis a los hijos de Israel de sus impurezas, para que no mueran por contaminar mi Tabernáculo que está entre ellos. Levítico 15:31

Nuestro Padre no es indiferente a lo que hacemos con nuestros cuerpos o con nuestro entorno. Él quiere que su pueblo viva sano, limpio y en orden. Las instrucciones no eran para causar miedo o castigo, sino para proteger la vida y la comunión con Él.

La limpieza física también reflejaba una necesidad espiritual. Así como el cuerpo podía estar impuro, el corazón también podía contaminarse. Y así como había normas para purificarse físicamente, también hay caminos espirituales para purificar el alma: el arrepentimiento, la confesión y la obediencia.

La Torá: un conjunto de normas que protege al pueblo

Estas instrucciones que encontramos en Levítico no son aisladas. Forman parte de la Torá, que significa “instrucción” o “enseñanza”. La Torá no es una fría lista de reglas, sino una guía llena de sabiduría divina que nos fue dada para protegernos, guiarnos y bendecirnos como pueblo de Yehováh.

En Deuteronomio 6:24 se nos recuerda este propósito:

“Y nos mandó Yehováh que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Yehováh nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida…”

Y en Deuteronomio 4:6 dice:

“Guárdenlos y pónganlos por obra, porque esta es su sabiduría y su inteligencia ante los ojos de los pueblos…”

El Altísimo no da mandamientos por capricho. Cada instrucción tiene un propósito: proteger la vida, preservar la paz, evitar el daño, y promover el bienestar de todos.

Así como una norma de higiene evita la propagación de enfermedades, una instrucción espiritual evita el deterioro moral y social. Yehováh promete salud y bendición a aquellos que obedecen sus mandamientos. No es una promesa mágica, sino una consecuencia natural y espiritual de vivir en armonía con sus principios.

En Éxodo 15:26, el Todopoderoso dijo:

“Si oyes atentamente la voz de Yehováh tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié sobre los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Yehováh tu sanador.”

Y en Deuteronomio 28:1-2, se nos dice:

“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Yehováh tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos… vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán…”

Entre esas bendiciones están la salud, la prosperidad, la protección, y la multiplicación.

Nuestro Padre desea un pueblo sano en cuerpo, alma y espíritu. Pero esa salud viene como resultado de vivir bajo su instrucción. Así como un médico da recetas para cuidar la salud, el Creador nos da mandamientos para cuidar la vida.

El valor de la comunidad: lo que afecta a uno, afecta a todos

Volviendo a Levítico 15, vemos que cuando alguien estaba impuro, no podía tocar a otros, no podía entrar al Templo, y tenía que lavar todo lo que usaba. Esto no era castigo, sino protección. Puesto que la impureza no se quedaba en un solo individuo, si no se tomaban precauciones, se extendía.

En la vida diaria pasa igual. Si alguien rompe las normas, daña al grupo. Si una persona actúa con egoísmo o negligencia, otros pueden salir perjudicados.
Por eso en 1 Corintios 12:26, hablando del cuerpo espiritual, Pablo dice:

“Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.”

La comunidad de fe es como un cuerpo: si un órgano se infecta, todo el cuerpo lo siente. Por eso necesitamos cuidarnos unos a otros, hablar con amor, corregir con sabiduría y animarnos a caminar en obediencia.

Reflexión final: Protejámonos como comunidad

Hoy en día no estamos bajo el mismo sistema ceremonial del Templo, pero los principios siguen siendo los mismos. Yehováh sigue llamando a su pueblo a la santidad, la obediencia y la unidad.

No estamos solos. Somos parte de una familia espiritual. Nuestras acciones influyen en otros. Si caminamos en obediencia, bendecimos a nuestra comunidad. Si vivimos con orden y limpieza espiritual, somos una luz. Pero si descuidamos nuestra vida, podemos abrir la puerta a consecuencias negativas para todos.

Así como el Todopoderoso cuidaba la salud del pueblo con normas físicas, Él también nos cuida hoy con Su Palabra. Y si escuchamos su voz, y guardamos sus caminos, no solo viviremos mejor, sino que protegeremos a nuestra familia, comunidad y nación.

¡Shalom!


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